Nota del editor: Roberto Izurieta es el actual embajador de Ecuador en Chile. Es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México; y Álvaro Colom, de Guatemala. Anteriormente fue colaborador de CNN. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Ver más opiniones en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Nos decían que cualquier relación que haya sobrevivido estando juntos en la pandemia sobrevivirá el resto del viaje; pero no contaban lo que significa sobrevivir una mudanza. Acabamos de pasar por una y nos vamos para Chile.
El presidente Guillermo Lasso me ha honrado con la responsabilidad de representar a Ecuador en Chile. Dos países con una historia llena de encuentros, con un gran intercambio comercial y migraciones compartidas. Las familias de Ecuador y Chile que se integraban en flujos migratorios distintos mantenían la relación con su cultura y se abrían a nuevos horizontes.
Ecuador es un país diverso en su naturaleza y cultura. Desde Galápagos a la Amazonía, desde las cimas del volcán Chimborazo o pasando por el Tomebamba. Lleno de ciudades importantes que se necesitan unas a otras. Exporta flores, camarones, cacao, banano y energía, entre muchas otras.
Con Chile nos une una enorme complementariedad comercial y geográfica, unidos por los Andes y los puertos del océano Pacífico. Mi función principal será trabajar por este fortalecimiento de relaciones históricas, comerciales y de cooperación que llevan más de 185 años.
Chile nos ha dado muestras a toda América Latina de cómo una economía seria puede crecer al punto de ser desarrollada. Compartimos y admiramos esa rica historia de cambio, la transformación y la búsqueda de mayor equidad. Chile nos dio el parlamento de Quilín, la construcción del Canal San Carlos, la Universidad San Felipe (hoy Universidad de Chile), su Casa de la Moneda, la lucha y la búsqueda de “la cuestión social”; la intelectualidad de José Victorino Lastarria y admiración a Pedro Aguirre Cerda; no solo por su amistad con Gabriela Mistral con quien compartió su lucha por los derechos de igualdad, sino su compromiso con que “gobernar es educar”. Reconocer y recorrer esas historias, compartirlas apoyarlas, es otra gran oportunidad que me ofrece la vida y la tomamos con mi esposo Paul, como su mayor riqueza.
Dejar CNN no fue una decisión fácil; aprendí mucho de su equipo profesional con sus periodistas, técnicos, directivos y mis colegas comentaristas. Vivimos historias juntos, casi todas ellas mientras se desarrollaban: vimos en directo cómo muchos se entusiasmaron con el primer discurso nacional de Sarah Palin en la convención de 2008, vimos las imágenes de júbilo en Chicago y Washington cuando ganó Obama (conteniéndome el orgullo de que EE.UU. eligiera con enorme justicia al primer presidente afroamericano). Experimentamos con la recesión económica, la amenaza de la pandemia, pero mucho más grave la irresponsabilidad política del populismo. Vimos y vivimos trágicamente como la democracia estadounidense sufrió su mayor amenaza de la historia el 6 de enero del 2021. Compartimos con la opinión pública la paciencia hasta que se pueda para declarar el triunfo electoral de Joe Biden. Todas estas experiencias forjan la carrera profesional de uno y agradezco a CNN por haberme dado esa oportunidad.
Agradezco a CNN por estas experiencias y a Graduate School of Political Managment, con quienes, luego de 22 años como profesor y director a tiempo completo, lo seguiré haciendo, pero solo desde la academia y de manera parcial. Al fin y al cabo, enseñar es aprender y ahora me toca aprender en Chile, donde cuento con buenos amigos y conoceré muchos más que “te saldrán al encuentro viajero y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”.*
Nota del editor: esta columna y la biografía del autor fueron actualizadas el 16 de enero.