(CNN) – En la serie de HBO The Last of Us, los personajes identifican a los zombis entre ellos por los hongos que brotan de sus cuerpos, y los parásitos fúngicos manipulan a los humanos para infectar a las comunidades que les rodean.
En la vida real, la especie de hongo que inspiró la historia, el Ophiocordyceps, infecta a los insectos y no causa problemas a las personas. (HBO, al igual que CNN, es una unidad de Warner Bros. Discovery).
Sin embargo, la amenaza de los hongos patógenos va en aumento, según expertos, y puede agravarse mucho más en un mundo más cálido, húmedo y enfermo.
“Siempre estamos rodeados de esporas de hongos. Hemos convivido con ellas desde que hacíamos camas en la sabana hace 500.000 años, antes incluso de que evolucionáramos hasta convertirnos en humanos modernos. Y hemos tenido que adaptar este exquisito sistema inmunitario que tenemos para defendernos de las esporas, porque muchas de ellas son potencialmente patógenas”, explica el Dr. Matthew Fisher, catedrático de Medicina de la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres, cuyas investigaciones se centran en los hongos patógenos emergentes.
“Los hongos solo buscan fuentes de alimento, y a los ojos de muchos hongos saprótrofos, nosotros simplemente somos comida”, añadió. (Saprótrofo describe a un organismo que se alimenta de materia orgánica muerta).
Muchos millones de hongos son buenos para el medio ambiente, pero unos pocos cientos pueden causar enfermedades en los seres humanos.
Millones de infecciones al año
Los científicos descubren continuamente nuevos hongos (el año pasado encontraron cuatro), pero no todos son una amenaza para el ser humano.
De las cerca de 4 millones de especies de hongos, los científicos únicamente han identificado 300 como patógenos humanos capaces de causar enfermedades.
En un año cualquiera, más de mil millones de personas padecen lo que la Sociedad de Microbiología considera infecciones fúngicas “superficiales”.
El pie de atleta, una erupción escamosa que puede causar picor o escozor; la candidiasis bucal, lesiones blancas que se desarrollan en la lengua o en el interior de las mejillas; e incluso la caspa están causadas en gran medida por una de estas infecciones fúngicas superficiales. Son irritantes, pero afortunadamente los tratamientos siguen funcionando con ellas.
Algunas infecciones pueden ser mucho más graves, incluso potencialmente mortales.
Según la Sociedad de Microbiología, cada año mueren en el mundo cerca de 1,5 millones de personas a causa de ellos, con pocos tratamientos eficaces, si es que existe alguno.
El año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que considera los hongos patógenos una “amenaza importante” para la salud pública y, por primera vez, publicó su lista prioritaria de los 19 tipos que el mundo debe vigilar.
Una de las cuatro especies más críticas de la lista de la OMS es el cryptococcus neoformans, una levadura patógena que vive en el suelo. Las personas pueden inhalar células fúngicas, y la mayoría no enferma. Pero en quienes tienen el sistema inmunitario deprimido, puede afectar a los pulmones y extenderse al sistema nervioso y la sangre. Con los años, este hongo se ha hecho resistente a algunos tratamientos.
Otra es la Candida auris, una levadura que puede permanecer en superficies y equipos médicos y propagarse rápidamente de una persona a otra. Ha causado un número creciente de brotes hospitalarios en todo el mundo, una amenaza que creció aún más durante la pandemia de covid-19.
Según los CDC, esto puede deberse en parte a los cambios en las prácticas rutinarias de control de infecciones. La infección puede afectar al corazón, el sistema nervioso central, los ojos, los huesos y los órganos internos. Es resistente a muchas clases de tratamientos antifúngicos, pero a veces puede tratarse con medicamentos antifúngicos llamados equinocandinas.
El Apergillus fumigatus, un moho que puede encontrarse prácticamente en todas partes, puede causar enfermedad pulmonar en personas con sistemas inmunitarios debilitados. También podría provocar reacciones alérgicas o infecciones pulmonares que podrían agravarse y trasladarse a otros órganos. Ha mostrado una creciente resistencia a los antifúngicos, según la OMS, gracias al uso generalizado de fungicidas azólicos para evitar su propagación en los cultivos.
El cuarto patógeno, Candida albicans, es otra levadura que suele formar parte de un microbioma humano sano. Vive en la boca, los intestinos y la piel. Las bacterias del cuerpo la mantienen bajo control, pero, si el sistema está desequilibrado, la levadura crece en exceso y se convierte en una candidiasis vaginal, dermatitis del pañal, aftas u otra afección. También puede convertirse en una infección grave que afecte a la sangre, el corazón, el sistema nervioso central, los ojos, los huesos y los órganos internos.
No existen vacunas para ninguna de las cuatro infecciones fúngicas de la lista crítica.
¿Quién corre mayor riesgo?
Fisher afirma que, por lo general, nuestro organismo es bastante bueno a la hora de protegernos contra las infecciones fúngicas, pero “se abren resquicios en nuestro sistema inmunitario”.
“Entonces podemos tener consecuencias fatales”, afirmó.
Las personas con mayor riesgo de sufrir una infección fúngica grave son las que padecen afecciones subyacentes como VIH, cáncer o diabetes, y las que tienen el sistema inmunitario comprometido por su edad, una enfermedad o los fármacos que toman.
Otras personas son vulnerables a las consecuencias más graves de las infecciones fúngicas porque no tienen acceso a los medicamentos más comunes en Occidente. Por ejemplo, la meningitis criptocócica es una de las principales causas de muerte entre las personas seropositivas del África subsahariana porque no tienen acceso a los tratamientos, según estudios.
¿Por qué crecen las amenazas fúngicas?
El número de infecciones fúngicas graves ha aumentado en parte debido al creciente número de personas inmunodeprimidas, indican estudios.
“Lo que está cambiando es que cada vez más personas expuestas tienen esos factores de alto riesgo. Tenemos poblaciones que envejecen y utilizamos muchas sustancias químicas en el medio ambiente que obligan a los hongos a adaptarse, y nuestros antifúngicos clínicos se están degradando por la resistencia a los antimicrobianos”, explica Fisher.
También se han producido más infecciones fúngicas ocasionales durante la pandemia de covid-19, al igual que después de las epidemias de gripe, según el Dr. Matthew Kasson, micólogo de la Universidad de Virginia Occidental.
“Los virus suprimen la respuesta inmunitaria, y algunos de los fármacos que utilizamos para combatir los virus también facilitan la invasión de los hongos”, explica.
Un hongo negro mató a miles de personas en India en 2021, y el 85% de ellas eran pacientes de covid-19.
Fisher señaló que algunos hongos también parecen “aparecer de la nada” y “se propagan por el mundo de forma bastante silenciosa, causando pandemias silenciosas”, como la Candida auris.
Además, la crisis climática ha exacerbado la propagación de las infecciones fúngicas.
“El mundo es cada vez más cálido y húmedo. Eso solo va a significar que hay una mayor carga de esporas de moho”, afirma Fisher.
Lo que hay que hacer
La OMS anima a los países a mejorar su capacidad de diagnóstico de las infecciones fúngicas y a aumentar la vigilancia. También recomienda que se invierta más dinero en investigación, medicamentos y pruebas para estas infecciones. En la actualidad, las infecciones fúngicas reciben menos del 1,5% de todos los fondos destinados a la investigación de enfermedades infecciosas, según la OMS.
Es difícil desarrollar tratamientos contra los hongos porque, en palabras de Matt Nelsen, investigador del Field Museum de Chicago, “los animales y los hongos son los parientes más cercanos entre sí”.
“Compartimos muchas similitudes bioquímicas, y por eso, cuando intentamos acabar con el hongo, tenemos que tener cuidado de no matarnos también a nosotros mismos”, explica.
Una de las mejores defensas contra las infecciones fúngicas es mantener fuerte el sistema inmunitario.
Fisher aconseja a los padres que dejen a los niños jugar mucho al aire libre para que se expongan a una buena variedad de hongos que les ayuden a desarrollar un sistema inmunitario sano. Las casas también deben estar bien ventiladas y libres de humedad.
Kasson cree que la atención suscitada por The Last of Us y otros programas significa que “los hongos están teniendo su momento”, aunque espera que no se exagere.
Cuando se estrenó la película Tiburón, se produjo un aumento de la caza de tiburones. De hecho, los tiburones casi fueron cazados hasta su extinción.
Millones de hongos son buenos, señala Kasson. Descomponen la madera, y pueden utilizarse en alimentación y en medicina humana.
“Sí, las infecciones fúngicas son un grave problema, y creo que va a empeorar a menos que empecemos a apreciar realmente esas conexiones entre cómo gestionamos los cultivos, cómo gestionamos las enfermedades humanas, cómo gestionamos las enfermedades de la fauna salvaje. Todas están interconectadas”, afirmó. “Cuanto antes nos demos cuenta de ello, creo, más pronto podremos encontrar soluciones que ayuden a todos los implicados”.