El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en Moscú, 2020. Crédito: MAXIM SHEMETOV/POOL/AFP/Getty Images

Nota del editor: Anshel Pfeffer (@anshelpfeffer) es redactor de Ha’aretz y corresponsal en Israel de The Economist. Es autor de “Bibi: The Turbulent Life and Times of Benjamin Netanyahu”. Las opiniones expresadas en este artículo le pertenecen exclusivamente a su autor.

(CNN) – Israel ha mantenido una estricta neutralidad en las hostilidades entre Rusia y Ucrania mucho antes de que comenzara la actual guerra hace casi un año, pero eso puede estar a punto de cambiar.

Desde que llegó al poder a finales de 1999, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha hecho todo lo posible por cortejar a los dirigentes israelíes. Se aseguraba de mantener una reunión al menos una vez al año con el primer ministro en activo, normalmente en sus residencias de Sochi o Moscú, y cada pocos años viajaba a Jerusalén.

Un antiguo diplomático ruso me explicó que “Putin respeta la fuerza y ve a Israel como un país fuerte con el que quiere mantener buenas relaciones”.

Lo mismo ocurre con los líderes de Israel, especialmente con Benjamin Netanyahu, el primer ministro más longevo del país, que volvió al cargo a finales de 2022.

Netanyahu estaba tan orgulloso de lo que afirmaba que era una estrecha relación con Putin que en 2019 utilizó fotografías de ellos juntos como parte de su campaña electoral. Ha afirmado en múltiples ocasiones que su relación era ventajosa para los intereses estratégicos de Israel.

Un ejemplo de ello fue cuando Rusia desplegó por primera vez su Ejército en Siria, devastada por la guerra, en septiembre de 2015, para apuntalar el régimen ensangrentado del presidente Bashar Assad. A los pocos días, Netanyahu estaba en Moscú a la cabeza de una delegación militar para una reunión no programada con Putin.

Los dos líderes llegaron a un acuerdo por el que Israel seguiría operando en el espacio aéreo sirio, pero solo atacaría objetivos vinculados a su enemigo Irán, dejando intactas a las fuerzas de Assad. Se estableció rápidamente un “mecanismo de resolución de conflictos”, que incluía una línea directa entre el centro de mando ruso en Siria y el cuartel general de las fuerzas aéreas israelíes.

A lo largo de los años, altos funcionarios israelíes se han esforzado en subrayar que, aunque el principal aliado estratégico de Israel sigue siendo Estados Unidos, era crucial mantener la coordinación con los rusos.

En 2014, a pesar de la presión de Washington, Israel se negó a unirse a los gobiernos occidentales en la condena de la anexión rusa de Crimea. Debía mantener una estricta neutralidad en todo momento.

Cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero del año pasado, Netanyahu no estaba en el cargo. El primer ministro era Naftali Bennett y se apegó a la política de neutralidad.

Bennett me explicó que “no estamos en la misma posición que otros países. Tenemos a Rusia justo al otro lado de nuestra frontera, en Siria. Tenemos que tener en cuenta la presencia de grandes comunidades judías tanto en Rusia como en Ucrania, que podrían verse afectadas. Y además, es útil para todos tener un gobierno como el de Israel, que tiene buenos lazos con ambas partes, para servir de intermediario”.

En las primeras semanas de la guerra, Bennett se embarcó en una misión de paz en la que visitó a Putin en el Kremlin y mantuvo múltiples conversaciones con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky. Insiste en que “había un 50% de posibilidades de alcanzar un alto al fuego, lamentablemente fracasó”. También afirma que su participación ayudó a mediar en treguas locales a corto plazo, que permitieron salvar a civiles de la zona de guerra.

Cualquier esperanza de alto al fuego hace tiempo que se desvaneció, y desde entonces Ucrania ha pedido públicamente a Israel que le ayude a suministrar armas, especialmente sistemas de defensa antimisiles como la Cúpula de Hierro. Israel ha enviado ayuda humanitaria, pero se ha negado a enviar armas.

En los últimos meses, cuando Rusia empezó a utilizar drones iraníes para atacar objetivos ucranianos, Israel aceptó suministrar a Kyiv, a través de la OTAN, información técnica y de inteligencia sobre cómo contrarrestar la amenaza de dichos drones.

No todos los dirigentes israelíes estaban de acuerdo con la política neutral de Bennett. Su socio político y entonces ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, fue más directo al condenar públicamente los crímenes de guerra rusos en Ucrania.

Las opiniones también estaban divididas en el estamento de seguridad del país. Un general israelí me dijo que “el miedo a Rusia es exagerado e Israel podría haber apoyado mucho más a Ucrania sin temor a represalias”.

Diez meses después de la invasión rusa, Netanyahu volvió al poder. De repente se mostró mucho menos amistoso con Putin. Recibió una llamada de felicitación suya una semana antes de su toma de posesión, pero eso fue todo.

Mientras tanto, en entrevistas con los medios de comunicación, ha dicho que está reconsiderando la política de Israel sobre la guerra de Ucrania, aunque no quiso especificar ningún detalle.

“Netanyahu tiene dos razones inmediatas para cambiar de política y apoyar a Ucrania”, me dijo un exfuncionario de inteligencia israelí que estuvo muy involucrado en la relación militar de Israel con Rusia.

“En primer lugar, Rusia ha diluido mucho sus fuerzas en Siria, ya que eran necesarias en Ucrania. La amenaza que suponen para Israel es ahora insignificante”, dijo el oficial.

“En segundo lugar, Rusia está utilizando ahora drones y misiles iraníes en el campo de batalla e Israel tiene ahora una valiosa oportunidad de suministrar a Ucrania sistemas de defensa para que podamos ver lo bien que lo hacen en una guerra real. Puede que algún día tengamos que enfrentarnos a las mismas armas iraníes”, añadió el oficial.

Un diplomático israelí añade otra razón por la que Netanyahu consideraría apoyar a Ucrania con más fuerza. A diferencia del gobierno Bennett-Lapid, su nueva coalición de partidos de ultraderecha y ultrarreligiosos es vista con recelo por la administración de Biden, que ya ha expresado su descontento con los planes del nuevo gobierno para una revisión legal, que debilitan drásticamente los poderes y la independencia del tribunal supremo de Israel.

La semana pasada, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, visitó Jerusalén y, a diferencia de otras visitas anteriores, no invitó al primer ministro a la Casa Blanca.

Un giro israelí hacia Kyiv podría ser la mejor esperanza de Netanyahu para ganar puntos con Washington.