(CNN Español) – A finales de la década de 1990, la farmacéutica Purdue Pharma recomendó a doctores el uso del fármaco conocido como OxyContin. Este es un poderoso opioide recetado a pacientes con dolor crónico. Pasaron 18 años hasta que se viesen los efectos de esta intensa campaña en la sociedad estadounidense.
El uso de opioides en el país se convirtió en una mortal y dolorosa epidemia. Actualmente la sociedad estadounidense se enfrenta a otra crisis: la del fentanilo. En este episodio, el Dr. Elmer Huerta nos habla de los opioides y el fentanilo. También exploramos cómo Estados Unidos llegó a la crisis por su uso excesivo de estas drogas y por qué son tan mortales.
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Hola, bienvenidos a este nuevo episodio de En consulta con el doctor Elmer Huerta, tu podcast favorito de salud por CNN en Español. Te saluda el doctor Huerta, espero que estés bien.
Estoy seguro de que en los últimos años has escuchado hablar sobre el fentanilo, la adicción a los opioides y lo mortal que esas drogas pueden ser.
Pues hoy vamos a hablar sobre ese tema. Veremos qué es el fentanilo y qué son los opioides. Analizaremos cómo se ha llegado a que millones de personas terminen siendo adictas a esas drogas. También cómo podemos evitar caer en esa adicción que, te adelanto, es más fácil que lo que imaginas.
El opio
Desde tiempos inmemoriales, se sabe que si se corta con cuidado la cápsula del fruto de una planta llamada adormidera, o amapola real, se obtiene un látex o líquido lechoso que tiene propiedades de adormecer al que lo consume.
Ese látex es el opio, sustancia natural que fue usada por egipcios, chinos, indios, griegos y romanos como una medicina, principalmente para calmar el dolor.
Para los grandes médicos de la antigüedad, el opio era una medicina maravillosa. Se ha señalado que el famoso médico inglés Thomas Sydenham llegó a decir que: “De entre todos los remedios que Dios Todopoderoso se ha dignado a dar al hombre para reducir sus males, ninguno es tan eficaz y universal como el opio”.
Pero ese látex natural, el opio, está compuesto de varios alcaloides o sustancias químicas naturales llamadas opiáceos. Entre estas está la morfina, aislada por el farmacéutico alemán Friedrich Serturner en 1805. También la codeína, aislada del opio por el químico francés Pierre Robiquet en 1832.
Por sus maravillosas propiedades analgésicas, la morfina no solo se convirtió en la medicina predilecta para el control del dolor durante el siglo XIX. Sino que también se usa en la actualidad de manera muy amplia.
¿Cuáles son los derivados de la morfina?
El problema de usar la morfina como analgésico era la dificultad de conseguir opio puro natural para obtener morfina y codeína. Desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX las compañías farmacéuticas empezaron a buscar alternativas que les permitan fabricar esas sustancias en el laboratorio.
En esa búsqueda, los químicos desarrollaron derivados semisintéticos y sintéticos de la morfina. Los sintéticos son sustancias completamente artificiales, sintetizadas en el laboratorio, mientras que los semisintéticos derivan de sustancias conocidas.
Por ejemplo, la compañía farmacéutica Bayer empezó la comercialización de la heroína en 1898, siendo esta la primera sustancia derivada de la morfina fabricada en el laboratorio.
Gracias a eso, la heroína se convirtió en un medicamento muy usado para controlar el dolor. Los primeros estudios clínicos que se hicieron con esa sustancia fueron tan prometedores que se le consideró maravillosa.
Lamentablemente, pronto se descubrió que los pacientes que usaban heroína desarrollaron tolerancia al medicamento, necesitando cantidades mayores de ella, desembocando en una severa adicción.
Los opioides
A principios de la década de 1910, los adictos a la morfina descubrieron que las propiedades euforizantes de la heroína aumentaban si la droga se inyectaba en la vena. Esto llevó a que la heroína se convirtiera en la droga estupefaciente de la que más se abusó en la época.
Es por eso que alrededor de 1920 Estados Unidos impuso restricciones a la venta de opioides y narcóticos, exigiendo que se escribieran recetas médicas formales para conseguirlas, y prohibiendo la heroína.
En su búsqueda de alternativas menos adictivas durante las primeras décadas del siglo pasado, los laboratorios empezaron a fabricar decenas de derivados artificiales de la morfina, sustancias que han sido llamadas opioides para diferenciarlos de los opiáceos naturales.
Por ser una diferencia muy técnica. En el lenguaje diario, se usan ambas denominaciones, opioides y opiáceos, de manera intercambiable.
Algunos ejemplos de opioides son oxicodona, hidrocodona, hidromorfona, oximorfona, metadona y el terrible fentanilo.
Los efectos de los opioides
Pero, ¿qué efectos tienen los derivados de la morfina? ¿Por qué se les usa tanto y qué es lo que buscan las personas que se vuelven adictas a ella?
Los derivados de la morfina causan una marcada euforia, además de:
- ansiedad,
- mareos,
- náuseas,
- vómitos,
- sudoración profusa,
- estreñimiento
- y fatiga.
A dosis altas, esas sustancias tienen un gravísimo efecto secundario. Los opioides deprimen el centro respiratorio en el cerebro y pueden ocasionar la muerte por un paro respiratorio.
¿Por qué tanta gente abusa de la sustancia? Es probable que se deba a que los opioides activan poderosos centros de recompensa cerebral. Esto desencadena la liberación de grandes cantidades de endorfinas, u hormonas naturales del placer humano.
Los adictos dicen sentirse bien. Que su dolor físico y emocional se amortigua y que desarrollan una particular sensación de placer. Esto origina una sensación de bienestar física y psicológica muy poderosa, pero temporal.
Es en esa temporalidad del placer donde radica el problema de la adicción, pues para volver a sentir placer, el adicto no solo necesita tomar dosis frecuentes de la droga, sino cantidades cada vez mayores.
Esas drogas son tan adictivas que, al dejar de consumirse, causan un severo síndrome de abstinencia, el cual está caracterizado por:
- graves ataques de náuseas
- vómitos
- ataques de pánico
- gran dolor muscular
- insomnio
- fiebre alta
La mortal epidemia de opioides en EE.UU.
Pero el conocer esos detalles del efecto de los opiáceos y su enorme capacidad adictiva no explican completamente el cómo, durante los últimos 30 años, se ha desatado una mortal epidemia de abuso de opiáceos en Estados Unidos, que las autoridades calculan que ha causado 932.000 muertes desde 1999. Increíble, casi un millón de muertos en poco más de 20 años…
Veamos de una manera simplificada qué pudo haber ocasionado semejante desgracia.
Recuerdo claramente que durante mis estudios de medicina en los años 70 se nos enseñaba con mucha insistencia que debíamos tener gran cuidado con las propiedades adictivas de la morfina y sus derivados, por lo que debíamos ser extremadamente cuidadosos en recetarlos.
Esa era la actitud de médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud: mucho cuidado con la morfina y sus derivados, pueden causar severa adicción y solo deben usarse cuando es estrictamente necesario.
Pero, al parecer, todo empezó a cambiar en enero de 1980 con la publicación de una carta de solo 101 palabras en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, que afirmaba que la capacidad adictiva de los derivados del opio en pacientes hospitalizados sin historia previa de adicción era mínima.
Al parecer, poco a poco los médicos empezaron a perder el miedo al uso de los narcóticos, y empezaron a recetarlos con mayor libertad a sus pacientes hospitalizados.
En 1986, otro estudio estadounidense fue muy influyente en cambiar la percepción de los médicos. El estudio sugirió que los narcóticos podían usarse como terapia de mantenimiento segura, saludable y más humana en pacientes con dolor intratable no canceroso y sin antecedentes de abuso de drogas.
Es así que, poco a poco, a fines de los 80 y durante la primera mitad de los 90, los médicos fueron progresivamente recetando narcóticos a pacientes con todo tipo de dolor crónico, y se dio inicio a la gran epidemia de adicción a los narcóticos.
El papel de las farmacéuticas
Hasta que en 1996 sucedió un hecho que muchos expertos piensan que fue el detonante de la gran epidemia de abuso de narcóticos y su gran impacto social en muertes: el laboratorio Purdue Pharma puso a la venta el medicamento oxicodona (de nombre comercial OxyContin) para el manejo del dolor.
Ese hecho marcó el antes y después de la crisis, debido a las agresivas prácticas de mercadeo de esa compañía farmacéutica.
En 1998, por ejemplo, crearon un video que se distribuyó en 15.000 consultorios médicos en Estados Unidos que aseguraba que la oxicodona no causaba adicción e incentivaba a médicos y pacientes a usar el medicamento.
Esa combinación de que los médicos perdieran el temor a recetar narcóticos y las agresivas prácticas de mercadeo de la farmacéutica Purdue Pharma hizo que las ventas de medicamentos aumentaran en Estados Unidos.
A comienzos de los años 90, por ejemplo, solo se dispensaban 2 a 3 millones de recetas de oxicodona al año; en 1997, ese número aumentó a 8 millones, y en 1999, un año después de la promoción del video de Purdue, el número de recetas de oxicodona aumentó a 11 millones.
Ante ese éxito de ventas, Purdue lanzó en el año 2000 una campaña nacional de publicidad en revistas médicas, y las ventas se dispararon.
Los inicios de la epidemia
Pero además de la relajación de los médicos en recetar narcóticos y las intensas y masivas campañas de mercadeo de las compañías farmacéuticas, tres hechos sucedidos a comienzos de este siglo contribuyeron a crear la epidemia de adicción a los narcóticos.
En primer lugar, la Joint Commission, una organización que impulsa la calidad de servicios médicos en hospitales estadunidenses, propuso en 2001, con el aval de la hoy extinta Sociedad Estadounidense del Dolor, que además del pulso, temperatura, respiraciones y presión arterial se preguntara siempre a los pacientes si sufrían de algún tipo de dolor.
Dicha iniciativa fue aceptada de manera entusiasta por el sistema médico del país, a pesar de que la evaluación de ese “quinto signo vital” —a diferencia de los otros cuatro— era muy subjetivo, no medible y, por lo tanto, propenso a ser falseado.
En segundo lugar, preocupados por la insatisfacción que mostraban muchos pacientes por la calidad de los servicios de salud que recibían, los administradores implantaron el uso de “encuestas de satisfacción de pacientes” como un poderoso instrumento de medición de calidad del servicio.
Y en tercer lugar, durante esos años, enormes cantidades de heroína y poderosos opioides sintéticos muy baratos, provenientes de narcotraficantes mexicanos y chinos, invadieron las calles de las ciudades.
La tormenta perfecta de una adicción
Veamos entonces cómo esos factores se alinearon para la tormenta perfecta de adicción en la población:
- Personal de salud preguntándoles incesantemente a los pacientes si tenían dolor.
- Pacientes quejándose en las encuestas de satisfacción de que su dolor no era adecuadamente atendido.
- Administradores —preocupados por esas respuestas— pidiéndoles a los médicos y enfermeras que hicieran lo posible por calmar el dolor de sus pacientes.
- Médicos con menor temor a recetar narcóticos.
- Compañías farmacéuticas empujando activamente sus productos, asegurando a médicos y pacientes que estos no causaban adicción.
- Un enorme suministro de heroína y narcóticos baratos en las calles.
El resultado: médicos que empezaron a recetar narcóticos a diestra y siniestra a millones de personas. La gran mayoría de estas adicta a los narcóticos, muchos de los cuales morían por sobredosis.
Cuando los adictos ya no podían conseguir las recetas médicas formales de opiáceos de sus doctores, buscaban en la calle heroína y otros narcóticos a precios muy baratos, encontrando también la muerte al consumirlos, porque los narcotraficantes, en su afán de conseguir más clientes para sus productos, los mezclaban con el fentanilo, un opiáceo 100 veces más potente que la morfina, capaz de causar la muerte por un paro respiratorio.
El resultado de toda esa cadena de trágicos acontecimientos es que, como mencionamos, más de 932.000 personas murieron desde 1999.
La respuesta de la sociedad estadounidense
La sociedad estadounidense reaccionó tarde a los estragos de la adicción a los narcóticos.
La fotografía de una pareja inconsciente en su camioneta con un pequeño de 4 años en el asiento trasero, dada a conocer por la Policía de Ohio a fines de 2016, se hizo viral y mostró por primera vez el horror del problema.
Recién en 2018, el Senado de Estados Unidos aprobó una ley para aliviar la epidemia, dando acceso a tratamientos efectivos de adicción, ampliando opciones alternativas de control del dolor sin opiáceos, reduciendo la prescripción excesiva y educando a los pacientes.
Y recién en marzo de 2022, después de una larga batalla legal, un juez en Estados Unidos aprobó un acuerdo por el cual la compañía Purdue Pharma y sus dueños, la familia Sackler, deberán pagar hasta US$ 6.000 millones a los estados e individuos afectados por sus ilegales prácticas de comercialización de pastillas para el dolor.
Por otro lado, decenas de médicos —como lo mostró recientemente el documental “American Pain” de CNN— están en la cárcel por dispensar indiscriminadamente recetas de narcóticos.
Si bien es cierto que muchas personas inician su adicción usando la heroína que consiguen en el mercado negro de las drogas, se considera que 80 por ciento de adictos empezó con un opiáceo, como codeína u oxicodona.
La epidemia de fentanilo en EE.UU.
En los últimos dos o tres años, además del abuso descrito de pastillas para el dolor como la hidrocodona, la epidemia de uso de narcóticos está cambiando radicalmente en los Estados Unidos con el uso del fentanilo por parte de los narcotraficantes.
Eso hace que analicemos cómo se está usando esa droga, que se ha convertido en la más letal de todas las drogas que circulan en la actualidad en Estados Unidos.
El fentanilo es una droga que se puede fabricar en cualquier lugar, sin que se necesiten sofisticados laboratorios para sintetizarla. Es además muy barata. De un kilogramo de la sustancia química precursora se pueden obtener 800 gramos de fentanilo. Esto rinde para fabricar medio millón de píldoras a un costo muy barato.
El fentanilo es una droga muy poderosa. Más de dos miligramos de esa sustancia puede matar a una persona por paro respiratorio. Dos miligramos es una cantidad mínima que puede caber en la cabeza de un alfiler mediano.
Lo que hacen los narcotraficantes en la actualidad es contaminar con fentanilo una serie de drogas y pastillas que se venden en la calle.
Por ejemplo, el fentanilo puede estar en la heroína y en la cocaína. Pero también en pastillas para la ansiedad, el dolor, e incluso para el desorden de déficit de la atención.
El resultado es que mucho adolescentes y jóvenes que compran pastillas en la calle pueden intoxicarse y morir por el fentanilo.
En un reciente reportaje de CNN, autoridades de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos manifestaron que sus análisis revelan que el 99% de las pastillas que se compran en la calle, están contaminadas con fentanilo.
Este es un mensaje directo a los padres de familia. Sus hijos pueden -sin saberlo- estar consumiendo pastillas contaminadas con fentanilo y morir a consecuencia de eso.
Las conclusiones del Dr. Huerta
Es importante decir que no hay duda de que el uso de medicamentos opiáceos en un paciente con grave dolor es una necesidad absoluta.
Lo que debe evitarse es que, debido a un uso innecesario y sin control, personas inocentes desarrollen una grave adicción.
En la historia de la medicina, la crisis de adicción a medicamentos derivados del opio en Estados Unidos será un ejemplo de una desgracia causada por el ser humano.
La colaboración de sociedades médicas, médicos corruptos, perversos incentivos económicos diseñados por codiciosas compañías farmacéuticas, y en la actualidad la actitud criminal de los narcotraficantes, han contribuido a causar esta desgracia de salud pública.
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