(CNN Español) – Hasta el día de hoy, George Washington ostenta un singular logro en la política de Estados Unidos: no solo fue el primer presidente, sino también el único votado de manera unánime por el colegio electoral.
Washington nació el 22 de febrero de 1732 en el seno de una familia de plantadores de buena posición económica en Virginia.
Incursionó en las armas tempranamente, en la Guerra franco-indígena o Guerra de los siete años que comenzó en 1754, en la que lo nombraron coronel, tal como explica la Casa Blanca en su biografía. Eventualmente se convirtió en comandante de todas las fuerzas de Virginia, las encargadas de defender la frontera oeste, hasta que renunció para encargarse de sus tierras. En el año 1759 se casó con Martha Dandridge Custis.
El liderazgo de George Washington en la Revolución estadounidense
“Hasta el estallido de la Revolución estadounidense, Washington administró sus tierras en el entorno de Mount Vernon y sirvió en la Cámara de Burgueses de Virginia (…). Se dedicó a una vida ajetreada y feliz. Pero, al igual que sus compañeros plantadores, Washington se sentía explotado por los comerciantes británicos y obstaculizado por las regulaciones británicas. A medida que la disputa con la madre patria se agudizaba, expresaba moderada pero firmemente su resistencia a las restricciones”, reseña la Casa Blanca. Y entonces se involucró activamente en el movimiento independentista.
En el año 1775 lo eligieron como comandante del Ejército continental. Fue un líder clave en la guerra por la independencia de las colonias, en la que fomentó que la mejor estrategia era hostigar a los británicos, sin tomar riesgos innecesarios. Con la ayuda de los aliados franceses, logró la rendición de los británicos en Yorktown en 1781.
Entonces regresó a Mount Vernon, pero años después volvería a ocupar un lugar clave para el destino del país: fue presidente de la Convención Constitucional de Filadelfia de 1787. Cuando la carta magna –la misma que sigue vigente hoy, con enmiendas– fue ratificada, los electores lo designaron primer mandatario.
El balance político del primer gobierno
Los electores votaron a favor de Washington de manera unánime y el 30 de abril de 1789 tomó juramento como el primer presidente de Estados Unidos en Nueva York, que entonces era la capital del país. Más tarde lo elegirían para un segundo mandato que finalizó en 1797.
Washington formó un gabinete que buscó equilibrar las diferentes posiciones, siempre partiendo desde la necesidad de un gobierno central fuerte. En su segundo mandato, dice la Enciclopedia Britannica, siguió una “línea intermedia” entre las posiciones políticas que a la postre se convertirían en el Partido Federalista y el Partido Demócrata.
Originalmente su gabinete tuvo cuatro miembros: Thomas Jefferson, secretario de Estado; Alexander Hamilton, secretario del Tesoro; Henry Knox, secretario de Guerra, y Edmund Randolph, secretario de Justicia.
Las decisiones que modelaron EE.UU.
El Gobierno encabezado por Washington estuvo repleto de leyes clave que modelaron la primera etapa de Estados Unidos. Entre ellas, por ejemplo, la Ley del Poder Judicial que estableció la creación de una Corte Suprema de seis miembros, así como la Ley de naturalización que estableció las reglas para el otorgamiento de la ciudadanía, tal como recuerda la organización sin fines de lucro Mount Vernon.
También durante su mandato se definió que la capital federal se estableciera a lo largo del río Potomac cerca de Georgetown, lo que a futuro se convertiría en la ciudad de Washington.
En el terreno económico, definió la creación del primer banco de Estados Unidos con una ley de 1791 y un año después creó la casa de la moneda y se definió al dólar como la moneda oficial.
Otra ley que se destaca de su presidencia fue la de derechos de autor, de una fecha tan temprana como 1790.
También tomó definiciones importantes sobre los recursos militares, como la creación de la Armada y la creación de una milicia más regulada de lo existente hasta el momento.
La rebelión del whisky
El Gobierno propuso en 1791 un impuesto a las “bebidas espirituosas destiladas” que se convirtió en ley. Muchos ciudadanos que dependían de estos licores para conseguir ingresos se opusieron con violencia y, tres años después, se desató la denominada “rebelión del whisky” que desafió la autoridad federal.
Entonces George Washington organizó una milicia de casi 13.000 personas que él mismo encabezó y la llevó hasta el oeste de Pensilvania. “Cuando la milicia llegó a Pittsburgh, los rebeldes se habían dispersado y no pudieron ser encontrados. La milicia detuvo a unos 150 hombres y los juzgó por traición”, recuerda la organización Mount Vernon.
La política exterior de George Washington
La política exterior fue de particular importancia para Washington. Cuando la Revolución francesa dio lugar a la guerra entre Francia e Inglaterra, el entonces presidente “insistió en mantener una posición neutral hasta que Estados Unidos pudiera fortalecerse”, explica la Casa Blanca. De esta manera, se opuso a los consejos de Jefferson, entonces secretario de Estado a favor de Francia, y Hamilton, entonces secretario del Tesoro y con una visión favorable hacia Inglaterra.
En 1797, pese a los pedidos de que se postulara para un tercer mandato, Washington decidió retirarse a Mount Vernon, donde murió menos de dos años después por una infección en la garganta.
En su discurso de despedida, Washington hizo un llamado en contra de un excesivo espíritu partidario y de las distinciones con base geográfica. También volvió sobre la política exterior, advirtiendo en contra de las alianzas de largo plazo.
La posición sobre los esclavos
Uno de los temas que surgen permanentemente al abordar la figura de Washington es su posición con respecto a la esclavitud: el expresidente heredó la propiedad de 10 esclavos cuando su padre murió en 1743 y cerca de 20 años después en sus propiedades había 49 esclavos. La Enciclopedia Britannica afirma que, para el año de su muerte en 1799, el número había crecido a más de 300, que incluía 123 suyos y los de su esposa.
En su testamento, Washington ordenó que se liberara a sus esclavos tras la muerte de su esposa.
Entorno a su actitud hacia los esclavos hay un mito que aún hoy continúa vigente, explicó a CNN la historiadora Alexis Coe, autora del libro “You Never Forget Your First: A Biography of George Washington”. “Siempre me han presentado a Washington como una especie de esclavista reacio que cambió de opinión durante la Revolución y, cuando murió, hizo algo increíble: emancipar a todos sus esclavos. Esa es la interpretación más caritativa que se puede hacer de la situación”, dijo.
Sin embargo, “Washington no veía a los esclavos como iguales a los blancos. No cambió de opinión durante la Revolución. Estuvo expuesto a personas que pensaban de forma muy diferente sobre la esclavitud a las que respetaba y quería, como el marqués de Lafayette, que luego se pasó décadas implorando a Washington que emancipara a sus esclavos y le envió varias propuestas sobre cómo hacerlo”, explicó. Puedes leer sus declaraciones completas aquí.
Durante su Gobierno se aprobaron al menos dos leyes vinculadas a los esclavos: una, de 1793, convertía en un delito federal ayudar a un esclavo que escapaba y establecía un sistema para devolver a quienes se escaparan a sus dueños. Otra, del año siguiente, restringía la participación de barcos de Estados Unidos en el comercio de esclavos en el océano Atlántico.
Ni dientes de madera ni cerezo: los mitos sobre el héroe de la independencia
La historia más famosa que circula sobre George Washington, como prueba de su rectitud moral, cuenta que de niño le regalaron un hacha y él dañó un cerezo de su padre. Cuando el progenitor se enteró y lo cuestionó, admitió su falta y dijo “no puedo mentir”.
Esa historia, valga la ironía, es una mentira inventada por un librero de nombre Mason Locke Weems para ensalzar la personalidad del primer presidente.
Otra de las historias de larga circulación es que usaba dientes postizos de madera. Sin embargo, la realidad es mucho más dura. Washington llevó dientes postizos tomados de esclavos o forjados a partir de trozos esculpidos de marfil de elefantes, hipopótamos y morsas, según el relato de Coe.