Llamado a la Tierra es una serie editorial de CNN comprometida con reportar los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta, además de mostrar las soluciones a esos retos. La iniciativa Perpetual Planet de Rolex se ha asociado con CNN para crear conciencia y educación sobre los asuntos de sostenibilidad claves y para inspirar acciones positivas.
(CNN Español) – Cuando el famoso explorador Alexander von Humboldt conoció el Salto de Tequendama en su expedición a América en 1799, lo describió como un sitio “infinitamente bello”. Dos siglos después, sin embargo, se había convertido en sinónimo de contaminación y abandono. Por fortuna, la historia no terminó allí.
Esta cascada de 157 metros de altura, ubicada al sur de la ciudad de Bogotá y que lleva el agua del río del mismo nombre, tiene un valor para Colombia que se remonta a la época precolombina: los indígenas muiscas que habitaban la zona decían que era obra del dios Bochica, que dio origen al salto con un golpe de su cetro para salvar al pueblo de una inundación.
El Salto de Tequendama fue uno de los principales atractivos turísticos de Colombia el siglo pasado: hasta allí llegaban visitantes de todo el mundo. Sin embargo, la expansión de la capital y de otras poblaciones se cobró un alto precio ambiental y el lugar quedó abandonado.
A mediados de la década de 1990, llegaron a la zona María Victoria Blanco y Carlos Cuervo, una pareja de veterinarios que le cambiarían la cara al salto una vez más. Los dos vivían muy cómodos en Bogotá, cuenta a CNN en Español Cuervo, pero “se prendió la llama” y sintieron que su profesión los llamaba al campo. “Allí está nuestro futuro”, decidieron.
Al principio, su plan nada tenía que ver con el salto de agua: su objetivo era la producción ganadera. Sin embargo, al instalarse en esa zona a la que llegaron casi “por casualidad” se encontraron con un ecosistema mucho más diverso de lo que esperaban y decidieron articular la producción de ganado con la protección ambiental. No era fácil.
“Tuvimos un gran reto porque cuando llegamos había mucha deforestación. El campesino en esta zona lo que hace es tumbar bosques para tener pasto, o para sembrar papa o maíz o sus cultivos. Entonces había unas zonas muy de forestadas y pues para nosotros eso fue un reto”, recuerda Cuervo.
Sin embargo, no se desalentaron y comenzaron un trabajo que hoy ya lleva décadas.
Un trabajo para concientizar a cientos de miles
El resultado de su trabajo es la Fundación Granja Ecológica El Porvenir, una organización sin fines de lucro que se ha dedicado a recuperar y revalorizar la zona del Salto de Tequendama y el bosque de niebla del que forma parte, un ecosistema clave para la obtención de agua, la captura de carbono y el mantenimiento del equilibro hídrico.
El nombre no es casual: lo eligieron porque ese trabajo era su proyecto de vida. Y hoy lo volverían a elegir, dicen.
Con su organización, hasta ahora han restaurado 140.000 metros cuadrados del bosque, lo que incluye la siembra de más de 7.000 árboles, según la organización. Además han elaborado inventarios de la flora y la fauna de la zona en los que han incluido a más de 250 especies. Su trabajo también se ha enfocado en la educación ambiental: más de 950.000 personas habían participado hasta 2020 en jornadas de sensibilización, de acuerdo a las cifras que manejan.
Por otra parte, restauraron una espectacular construcción cercana al salto que eventualmente se convirtió en la Casa Museo Tequendama.
Un hito en el cuidado del salto de Tequendama
Blanco cuenta que, cuando llegaron, “a nadie le estaba interesando el pobre salto”. Lo que se veía, en sus palabras, era “desprecio” a esa riqueza natural. “Muchas veces la gente se le reía a uno en la cara cuando le decía que necesitábamos hacer algo por el Salto de Tequendama”, recuerda. Sin embargo, ellos a medida que aprendían más sobre la cascada, más entendían su valor.
A partir de 2008 el proyecto centró sus esfuerzos en poner a la cascada en el mapa cultural del país nuevamente. Para ello, como para el resto de su trabajo, tendieron redes con otras personas que fueran capaces de reconocer el valor que tenían entre manos.
Y poco más de una década después alcanzaron un gran triunfo: fue declarado Patrimonio Natural de la Nación, lo que en teoría obliga a todas las partes involucradas en su gestión a conservarlo.
“Evidentemente es una gran satisfacción haber podido nosotros, con una entidad tan pequeñita de pronto, lograr ese impacto a nivel nacional”, reflexiona Blanco. Sin embargo, su trabajo no ha acabado. “El reto es hacer cumplir lo que dice esa declaratoria”, explica. “Todavía tenemos que seguir trabajando, todavía debemos cumplir con muchos otros pequeños logros que nos vamos proponiendo cada día”.
Todavía hay porvenir.