(CNN Español) – Como un pañuelo de seda viajando en el aire, acariciando y enamorando al público de un concierto diferente. Así vivieron los espectadores este jueves la experiencia musical adaptada de Disney para personas neurodivergentes. Un evento que la empresa calificó como la primera función de este tipo en América Latina en un recinto del calibre del Teatro Colón. “Me pareció que estaban así como encantados”, nos dice Thiago Tiberio, director musical a cargo del espectáculo realizado en Buenos Aires.
La iniciativa se dio en el marco del show “Disney 100 en Concierto”, a propósito del primer centenario de la compañía pionera del entretenimiento.
“Para nosotros es un paso enorme, para la industria, no solo para Disney”, dice Belén Urbaneja, vicepresidenta de Responsabilidad Social Corporativa, Gestión de Marca y Diversidad e Inclusión en The Walt Disney Company Latin America.
El espectáculo requirió una preparación tan ardua como detallista, un desafío que implicó transitar un túnel sin tener claro con qué se encontrarían del otro lado.
“Hemos venido (al teatro Colón) a hacer constantes relevamientos como para poder calcular cuáles son los estímulos, que ya son demasiados”, narra Matías Cadaveira, psicólogo especialista en neurodiversidad, quien tuvo a cargo la fundamental tarea de explorar el espacio del mítico teatro.
El objetivo era llevar una experiencia sensorial, auditiva y lumínica amigable y distendida que empatice con un público neurodivergente en el que la supersensibilidad suele ser una característica.
“El concepto de neurodivergente es amplio. Implica condiciones de aprendizaje como la dislexia, cuadro disatencionales, el espectro autista…”, nos dice Alexia Rattazzi, psiquiatra infantojuvenil y cofundadora de Panaacea (Programa Argentino para Niños, Adolescentes y Adultos con Condiciones del Espectro Autista). “Son divergentes en su función neurocognitiva en relación con la mayoría de la población”, amplía la especialista subrayando que, en la neurodiversidad, todos somos diferentes.
Esta experiencia teatral permitió unir esas diferencias de todo el público que siguió el show de poco más de una hora de duración.
“El volumen era bajo. No era que aturdía. Fue un placer”, nos narra Inés Tavosnanska, madre que asistió con sus dos hijos, uno de los cuales es neurodivergente. “Había constantemente música. Eso para mí es fundamental porque los atrae. Si es la parte de diálogo, por lo menos a mi hijo le cuesta seguirlo”, prosigue con una sonrisa.
Este fue uno de los aspectos claves del innovador espectáculo.
“Para ellos lo más complicado es cuando se cambia de algo muy suave, a algo muy fuerte, y después suave otra vez”, explica Thiago Tiberio, quien remarca que debió enfatizar con la orquesta que la música apacible, el ensamble y la concentración serían la clave del éxito.
Este punto es tan importante como empatizar, advierte Matías Cadaveira, especialista en autismo. El psicólogo, quien trabajó junto a la ONG Salidas Inclusivas, llama a “cambiar el chip y entender que la discapacidad no está en la mente ni el cuerpo de la persona, sino en los entornos que no somos lo suficientemente amables o accesibles, o adaptables y flexibles”.
El trabajo de producción incluyó, además, la incorporación de un GPS de señalética para que, desde sus hogares y antes del evento, el público se amigara con el espacio con el que se encontrarían al llegar al teatro.
Belén Urbajena, impulsora de la iniciativa, admite: “Casi no miré el show. Miré al público”. Es que allí estaba la respuesta sobre si el concierto funcionaba o no.
Silencio espartano, concentración zen y disfrute dionisíaco fue la respuesta de un público que colmó el 70% de capacidad de la sala (el máximo permitido) y dos pisos de palcos.
En el escenario, en tanto, una orquesta de 60 músicos, cantantes, bailarines, acróbatas y una pantalla conformaron esta tridimensional propuesta. Clásicos como Cenicienta, El libro de la selva, La sirenita, La bella y la bestia, Frozen, Mulán, entre otros, tuvieron su lugar.
La capacitación fue vital, según el cantante Patricio Witis, quien remarca que fue vital el asesoramiento de una especialista en el espectro autista. “Ese tipo de conocimiento a nosotros nos sirvió mucho para realmente entender por qué hacemos las cosas que hacíamos”, contó.
“Sabía que no tendríamos aplausos, que no sería una cosa efusiva, loca de los neurotípicos. Para mí fue una cosa muy linda, muy tranquila, muy budista, muy calma”, reflexiona Thiago Tibeiro. Con la misma destreza con la que maneja la batuta, este director brasileño radicado en Estados Unidos entiende que ser autista o manifestar otras formas de neurodivergencia no debería ser un impedimento para disfrutar de un show. “No está bien. No somos así. Somos seres humanos. Amamos a todos. Es necesario hacer todo para todos”, añade.