Kyiv, Ucrania (CNN) – El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se sentó frente a su ministro de Defensa en el Kremlin el pasado mes de abril, encorvado en su asiento y agarrando la mesa. Hablaban del asedio ruso a la planta siderúrgica de Azovstal, en la estratégica ciudad de Mariúpol, en el sureste de Ucrania.

Para los ucranianos, Azovstal se había convertido en un sombrío pero potente símbolo de resistencia, al albergar a unos 2.600 soldados y civiles mientras las instalaciones, similares a una fortaleza, eran bombardeadas por Rusia durante semanas. Para Moscú, el vasto emplazamiento era una frustración, el último reducto de una ciudad que sus fuerzas habían controlado semanas antes.

“Bloqueen el polígono industrial para que no escape ni una mosca”, ordenó Putin a través de la televisión estatal.

Pero mientras el presidente de Rusia ordenaba que se estrechara el cerco en torno al enorme complejo industrial, un pequeño grupo estaba a punto de iniciar negociaciones secretas para poner fin al asedio. En ellas participaban dos de los generales de más alto rango de Putin y un legislador ucraniano que una vez sirvió como paracaidista soviético. CNN puede revelar ahora en exclusiva los detalles internos de cómo se llegó al acuerdo, y quién estaba involucrado en las conversaciones sensibles.

Oleksandr Kovalov, parlamentario ucraniano de la región de Donetsk y veterano de la guerra soviético-afgana, declaró a CNN que actuó como intermediario en las primeras fases de las negociaciones. Dos generales de alto rango de la agencia rusa de inteligencia militar, conocida como GRU, representaron a la otra parte: el teniente general Vladimir Alexseyev, segundo al mando del GRU, y el general de división Alexander Zorin, ambos nacidos en Ucrania.

Alexseyev ha estado vinculado a una serie de descarados incidentes internacionales en los últimos años. Fue uno de los cuatro oficiales del GRU sancionados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 2016 por una amplia actividad cibernética maliciosa dirigida a socavar los procesos democráticos de Estados Unidos, incluida la interferencia electoral. El Reino Unido y la Unión Europea lo sancionaron en 2019 por el envenenamiento del exoficial de inteligencia ruso Sergei Skripal en Inglaterra con un agente nervioso mortal.

Zorin, por su parte, fungió como enviado de Putin a Siria, desempeñando un papel activo en las conversaciones entre el régimen del presidente Bashar al-Assad y la oposición del país y las facciones rebeldes.

Su participación pone de manifiesto la importancia que Putin concedía a la resolución del estancamiento de Azovstal y a la toma de Mariúpol, asegurando así su ansiado puente terrestre entre Crimea y Rusia, uno de los mayores premios de la invasión rusa.

También ilustra una narrativa muy reportada pero difícil de probar justo en la cima del mando de Moscú de la guerra de Ucrania: que el presidente de Rusia tomó el control sobre el brutal conflicto de la principal agencia de inteligencia doméstica del país, el Servicio Federal de Seguridad, o FSB, y lo puso en manos de los espías militares, el GRU.

Desde el verano boreal pasado, los generales de la inteligencia militar han asumido un papel más destacado, a medida que Putin se ha dado cuenta de que ya no se trata de una “operación especial”, sino de una “guerra convencional”, declaró a CNN Andrei Soldatov, periodista de investigación y experto en inteligencia ruso, ahora exiliado en Londres. “Por desgracia, significa que Putin está preparando al país para una larga guerra convencional”.

Durante años, Ucrania había formado parte de la cartera del FSB; entregar el control de la guerra al GRU marcó un cambio sísmico en la forma en que Putin veía el servicio.

En un ensayo del Center for European Policy Analysis, Soldatov y su colega Irina Borogan escribieron que a Putin no le impresionó que los planes altamente secretos del FSB para la invasión fueran obtenidos por la inteligencia occidental. Al parecer, el presidente ruso tampoco estaba satisfecho con “la ausencia total de levantamientos populares por parte de los rusoparlantes” que se le había prometido.

La extensa planta siderúrgica de Azovstal en Mariúpol, captada en una fotografía tomada en 2020. Crédito: Stanislav Ivanov/Global Images Ucrania vía Getty Images

Refugio subterráneo

Tras invadir Ucrania el 24 de febrero, las fuerzas rusas arrasaron la ciudad de Mariúpol en cuestión de días, pero luego pasaron meses intentando capturarla por completo. Azovstal se convirtió rápidamente en el epicentro de la lucha.

La planta, un monstruoso laberinto de túneles, tuberías y chimeneas con vistas al mar de Azov, se extiende a lo largo de 10 kilómetros cuadrados y llegó a dar empleo a más de 10.000 personas. Ahora está en ruinas.

Las fuerzas rusas bombardearon las instalaciones día y noche durante semanas. La última resistencia de los ucranianos se hizo cada vez más desesperada a medida que disminuían los suministros de alimentos y agua, y cientos de víctimas se quedaron sin atención médica adecuada. Amontonados bajo tierra en condiciones deplorables, muchos soldados y civiles empezaron a dudar de que pudieran salir con vida de la planta.

Fue entonces cuando llegó Kovalov.

La oficina de Kovalov en Kyiv está en un edificio administrativo indescriptible, a pocos minutos de la Rada, o parlamento, de Ucrania. En la pared cuelga una gran bandera de su organización filantrópica para veteranos, cuyo lema está tomado de las Fuerzas Aerotransportadas soviéticas: “Nadie más que nosotros”. Contra la pared, un lobo de peluche llamado “Droog” (“amigo” en ucraniano) se yergue con un gruñido helado.

El legislador representa a una circunscripción de la región de Donetsk, en el este del país, donde hizo campaña para derogar una ley estatal que consagraba el ucraniano como lengua oficial, una cuestión importante para muchos rusoparlantes de la zona.

Las lealtades de Kovalov han sido objeto de escrutinio en el pasado. En 2014, fue acusado de ayudar a huir a miembros de una división de fuerzas especiales de policía ya desaparecida, conocida como Berkut, después de que llevaran a cabo una violenta represión de los manifestantes prodemocráticos en Euromaidán. Ha negado haber apoyado a Berkut y ha declarado a CNN que colaboró en su huida para evitar nuevos derramamientos de sangre en Kyiv.

Ese objetivo ha sido fundamental en su trabajo desde que comenzó la guerra.

A medida que se arrastraba el asalto ruso a Mariúpol y Azovstal, Kovalov dijo que recordaba haber pensado que alguien tenía que intentar detener la locura. “No toda la gente quiere la guerra. Muchos entienden que esto es malo y cada uno a su nivel intenta encontrar un resquicio para una pequeña reconciliación”.

Kovalov dijo que recurrió a un contacto del FSB en Moscú —Valentin Kryzhanovsky— con la esperanza de romper el brutal asedio. Kryzhanovsky, un exagente de los Servicios de Inteligencia de Ucrania (SBU, por sus siglas en inglés) que desertó a Rusia en 2014 y se unió al FSB, es ampliamente visto como un traidor en Ucrania.

Los dos hombres hablaron de los civiles varados en Azovstal. “Hay mujeres, niños, pensemos en algo”, recuerda que dijo Kovalov.

Según el parlamentario, muchos otros habían intentado sin mucha suerte negociar el acceso a la acería de Azovstal.

“Hubo 11 misiones infructuosas antes de la mía, y nadie creía que fuera posible llegar hasta allí”, dijo. CNN no pudo confirmar de forma independiente su afirmación.

Budanov declaró que había comunicado sus planes a la oficina del general de división Kyrylo Budanov, jefe de la agencia de inteligencia militar de Ucrania. Aunque Budanov dudaba de sus posibilidades, Kovalov dijo que le dio su bendición.

Se intensifican las negociaciones en Mariúpol

El 25 de abril, Kovalov realizó su primer viaje al sur de Ucrania ocupado por Rusia desde que comenzó la guerra, armado con contraseñas secretas y dispositivos de comunicación cifrados de Budanov, según dijo, para facilitar el paso por los puestos de control del territorio ucraniano en manos rusas y servir de enlace con los comandantes de Azov.

Quedó conmocionado por la devastación que presenció en esta breve visita escoltada por la ciudad –la primera de tres– y documentó la escena en videos y fotos, que compartió con CNN. CNN examinó sus metadatos, o información de archivo, que coincidían con la hora y la fecha de los viajes de Kovalov. Un video grabado desde un automóvil, en el que se ven rascacielos ennegrecidos y escaparates destrozados, fue geolocalizado en la avenida Metalurhiv de Mariúpol utilizando las imágenes disponibles de las calles.

“Nos bombardearon, nos lanzaron proyectiles. Estábamos en una ciudad completamente destruida. Una ciudad prácticamente borrada de la faz de la tierra. Estábamos exactamente en el corazón de la guerra”, dijo.

Para poder llegar incluso a la planta, tuvo que establecerse un alto al fuego.

El 27 de abril, Kovalov apareció en una fotografía que parecía una escena de una película de espías. La imagen captaba a Kovalov con Kryzhanovsky y el teniente general Andrey Sychevoy, del 8º Ejército de Armas Combinadas de la Guardia del Distrito Militar Sur de Rusia, sentados en medio de la carretera alrededor de una pequeña mesa.

Kovalov dijo que estuvo sentado todo el día con el general, apodado “Don”. Sychevoy fue el responsable de dirigir el asalto a Mariúpol, y se rumorea que sustituyó al coronel general Alexander Zhuravlyov tras las vacilantes fases iniciales de la guerra; también fue sancionado por la Unión Europea por sus acciones militares en Ucrania.

Aunque la foto de la reunión hacía parecer que todo estaba en calma, Kovalov dijo: “En realidad todo estaba estallando. Hicimos todo lo posible para que Azovstal estuviera tranquilo”.

Los civiles eran una prioridad, sus súplicas desesperadas y el empeoramiento de su salud habían acaparado la atención mundial.

Kovalov resaltó su papel en su liberación final, declarando a CNN que ayudó a convencer “al otro bando de que salvar, en primer lugar, a los niños, las mujeres y los heridos, sería un acto de cordura, un acto de humanismo”.

A principios de mayo, las Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz Roja evacuaron a cientos de civiles de Azovstal y otras zonas de la ciudad portuaria en una serie de operaciones que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, calificó de “complejas”. El 7 de mayo, la viceprimera ministra de Ucrania, Iryna Vershchuk, declaró que “todas las mujeres, niños y ancianos” habían sido evacuados sanos y salvos de la planta siderúrgica.

Pero los soldados permanecieron y los ataques rusos contra la planta se reanudaron.

Oleksandr Kovalov (izquierda) se reúne con el teniente general ruso Andrey Sychevoy (centro) y su contacto del FSB Valentin Kryzhanovsky (derecha) en una carretera desierta de Mariúpol el 27 de abril. Cortesía de Oleksandr Kovaliov

Kovalov regresó a Mariúpol y a la mesa de negociaciones el 9 de mayo, celebrado como el “Día de la Victoria” en Rusia. Esta vez las negociaciones de ambas partes se aceleraron, dijo.

Para entonces, Budanov había insistido en que sus representantes asistieran a las reuniones y envió a su adjunto Dmitrii Usov. Los rusos decidieron que también tenían que mejorar la apuesta.

Kovalov dijo que no le sorprendió ver a los generales rusos Alexseyev y Zorin en la mesa de negociaciones. “Este proceso se contó como una operación especial”, al margen de la guerra, dijo Kovalov. Estas conversaciones necesitaban un toque especial.

Christo Grozev, del grupo de investigación en línea Bellingcat, que lleva años rastreando las actividades de los servicios de seguridad rusos y sus operaciones en el extranjero, dijo que la presencia de Alexseyev tiene sentido.

“Alexseyev es el hombre de guerra en Ucrania para el GRU. Está plenamente encargado de todo lo relacionado con la guerra”, dijo a CNN.

CNN compartió dos fotos de las reuniones con Grozev, y confirmó que las personas en las imágenes parecen ser Alexseyev y Zorin.

Según Kovalov, Alexseyev hacía pausas regulares en las negociaciones del 9 de mayo para llamar a Moscú. Tenía una “conexión directa vía satélite” con el Ministerio de Defensa, según Kovalov.

“Alexseyev está muy arriba en la cadena alimentaria”, dijo Grozev. “Creo que puede informar directamente a (Nikolai) Patrushev”, el jefe del Consejo de Seguridad de Rusia. Patrushev, a su vez, depende directamente de Putin.

CNN se puso en contacto con el Ministerio de Defensa de Rusia para obtener comentarios sobre las negociaciones.

“Un momento de confianza”

A medida que avanzaban las negociaciones, se organizó una tercera visita a Mariúpol y se desarrolló una de las escenas más notables de la guerra: una reunión entre los generales rusos que dirigían la sangrienta guerra y los oficiales ucranianos que Moscú ha descrito como “neonazis”.

En la mañana del 16 de mayo, Kovalov grabó un video acercándose a una de las entradas de Azovstal. Zorin y Alexseyev son visibles en el paseo hasta la maltrecha planta. Tuberías de metal deformadas y escombros ensucian el suelo en un día soleado por lo demás perfecto.

Kovalov participó en varias negociaciones, incluida una reunión entre delegaciones ucranianas y rusas celebrada en una de las entradas de Azovstal. Cortesía de Oleksandr Kovaliov

En los videos e imágenes, la delegación rusa es recibida por un grupo de al menos seis soldados ucranianos, entre ellos el teniente coronel Denys Prokopenko, jefe del Batallón Azov, a quien Moscú ha acusado regularmente de formar parte de la ultraderecha ucraniana o movimiento “nazi”.

“Estos son los momentos que nos preocupaban”, dijo Kovalov. “Un momento de confianza. Cuando hicimos todo lo posible para que las dos partes se reunieran, se miraran a los ojos, la parte rusa prometió que habría una salida civilizada para nuestros soldados”.

Kovalov dijo que cuando las negociaciones empezaron en serio, las condiciones eran sencillas: los combatientes ucranianos dejarían de luchar, abandonarían la planta y serían puestos bajo custodia rusa.

“Aquí estaban las condiciones para un alto al fuego mutuo, una entrega civilizada de Azovstal, condiciones civilizadas para nuestros prisioneros de guerra y un intercambio”, dijo.

El acuerdo se aplicó sin contratiempos, dijo Kovalov. Más tarde ese mismo día, los heridos más graves fueron sacados de la planta en camillas.

Esa tarde, el viceministro de Defensa de Ucrania anunció que había comenzado la evacuación de los soldados ucranianos de Azovstal. Hanna Maliar dijo que 53 soldados heridos habían sido trasladados a un hospital ruso, y 200 habían sido trasladados a un centro de detención en Olenivka, en la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD).

Fuera de Azovstal, pero en manos rusas

Al día siguiente, 17 de mayo, en torno al mediodía, un flujo aparentemente interminable de soldados comenzó su procesión hacia el cautiverio: demacrados y pálidos, muchos con muletas o en camillas, otros cojeando y algunos gravemente mutilados.

Kovalov dijo que era muy desagradable ver a las tropas ucranianas en esas condiciones, pero también subrayó la necesidad del acuerdo. “Exigían ayuda, y nosotros hicimos todo lo posible por hacérsela llegar. Al ver cómo abandonaban Azovstal, me di cuenta de que nuestros esfuerzos no habían sido en vano”.

Los videos mostraban a los soldados, hombres y mujeres, soltando sus fusiles en la parte trasera de camionetas e inmediatamente convertidos en prisioneros. Después, fueron enviados al lugar acordado de Olenivka. Según Kovalov, al principio se barajaron otros lugares, como la central nuclear de Zaporiyia, en manos rusas, cerca de Enerhodar, pero allí no había espacio suficiente.

Kovalov tuvo acceso a los soldados el 18 de mayo en la RPD. Allí grabó un video de sus condiciones de vida y de los médicos que los atendían. Fue la última vez que los vio.

Dos meses después, el 29 de julio, una misteriosa explosión en el centro de detención de Olenivka causó la muerte de más de 50 prisioneros de guerra, entre ellos combatientes que se habían rendido en Azovstal. Moscú acusó a Kyiv de utilizar un lanzacohetes HIMARS (sistema de cohetes de artillería de alta movilidad) suministrado por Estados Unidos para matar a sus propias tropas, en un ataque destinado a impedir que los soldados compartieran información.

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Ucrania negó enérgicamente las afirmaciones, y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, lo calificó de “crimen de guerra deliberado por parte de los rusos”. Una investigación de CNN descubrió que la versión rusa de los hechos era muy probablemente una invención, y que era casi imposible que un cohete HIMARS causara los daños en el almacén donde se encontraban los prisioneros.

En la actualidad, unos 2.000 combatientes de Azovstal permanecen en el campo de prisioneros de Olenivka, según otro interlocutor ucraniano que participó con Kovalov en las negociaciones. Kovalov afirma que sigue trabajando para que vuelvan a casa, tal vez mediante uno de los intercambios de prisioneros que se producen regularmente.

“Exigen ayuda, la piden a través de sus familiares. Estamos planeando y haciendo todo lo posible para llegar a ellos”, afirmó.

Aunque Kovalov afirmó que cedió rápidamente gran parte de las negociaciones sobre Azovstal a los servicios de inteligencia ucranianos, el gobierno le ha reconocido su labor.

En una carta al jefe del parlamento ucraniano, compartida con CNN por Kovalov, el jefe de la inteligencia militar Budanov escribió: “Kovalov proporcionó un importante e inestimable apoyo a la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania”.

El legislador arriesgó “poner en peligro su propia vida y su salud, fue el único que acompañó a los defensores de Mariúpol y Azovstal a sus lugares de detención… lo que en sí mismo es una gran hazaña”, afirmó Budanov.

La oficina de Budanov declinó hacer comentarios oficiales sobre la participación de Kovalov, pero la Dirección General de Inteligencia de Ucrania, GUR, sí confirmó que Dmitrii Usov participó en las conversaciones.

De vuelta en su despacho, en vísperas del aniversario de la invasión rusa de Ucrania, Kovalov restó importancia a su participación.

“Se trata de un éxito general, no solo mío. Lo más importante en estas negociaciones es salvar la vida de nuestros combatientes, de nuestros héroes, como dijo nuestro presidente: aprovechar cualquier oportunidad para salvar a nuestro pueblo”.

Ese éxito está matizado. Mariúpol se encuentra bajo control ruso y la mayoría de los combatientes de Azovstal siguen siendo prisioneros de guerra, aunque Kovalov dijo que están previstas nuevas conversaciones para intentar conseguir su liberación.

Aun así, Kovalov espera que la historia de Azovstal, imborrable en la psique nacional ucraniana por su horror y su magnitud, demuestre que las oportunidades de negociación entre las partes beligerantes –aunque estrechas– son posibles.

“Los puentes de comunicación funcionan, no todo está perdido en esta vida, aún se puede ser humano. Incluso en la guerra”, añadió.

– Ingrid Formanek de CNN y Victoria Butenko desde Kyiv, contribuyeron con este reportaje.