Gary Heidnik, conocido como el asesino de la "Casa de los Horrores", es escoltado a la corte a principios de 1987 en Filadelfia.

(CNN) – Tracey Lomax observó desde la sala de observación de una prisión estatal en Bellefonte, Pensilvania, cómo el asesino de su hermana recibía una inyección letal.

El asesino convicto Gary Heidnik había recibido su última comida – café solo y dos rebanadas de pizza de queso – poco antes de ser ejecutado el 6 de julio de 1999. Estallaron los aplausos y un testigo gritó “¡Gracias, Jesús!” después de que Heidnik fuera declarado muerto, informó Penn Live.

Lomax asegura que todavía recuerda cada detalle del caso contra el hombre que secuestró a su hermana, Sandra Lindsay, y a otras cinco mujeres negras y las mantuvo como esclavas sexuales en su sótano en Filadelfia.

Ella recuerda la agonía de enterarse de cómo las había retenido en un pozo lleno de agua y abusado de ellas antes de matar a Lindsay y a otra víctima. Nunca olvidará el vívido testimonio de las mujeres en el juicio sobre cómo Heidnik esposó a una hambrienta Lindsay a las vigas y se burló de ella.

Casi un cuarto de siglo después, Heidnik sigue siendo el último hombre ejecutado en Pensilvania. Es probable que eso sea cierto por un tiempo: el mes pasado, el gobernador Josh Shapiro dijo que no permitirá que el estado ejecute a ningún recluso durante su mandato, independientemente de su delito.

También instó a los legisladores estatales a derogar la pena de muerte, uniéndose a un número creciente de líderes estatales que hacen llamados similares.

“La comunidad no debería estar en el negocio de matar a la gente. Punto”, dijo Shapiro, exfiscal.

Shapiro agregó que solía creer que la pena de muerte era un castigo justo por los crímenes más atroces, pero cambió de opinión después de convertirse en fiscal general del estado.

“Cuando mi hijo me preguntó por qué está bien matar a alguien como castigo por matar a alguien, no pude mirarlo a los ojos y explicarle por qué”.

Lomax dijo que todavía tiene emociones contradictorias sobre si Heidnik debería haber sido ejecutado.

“Quería que pasara un tiempo encarcelado para ver cómo se siente estar encarcelado donde nadie podía liberarlo de su miseria”, le dijo a CNN.

Pero también dijo que su viaje de sanación comenzó solo después de que él falleció.

Se aprovechó de las mujeres discapacitadas y vulnerables

Casi cuatro décadas después de sus espeluznantes crímenes, Heidnik sigue siendo parte de la cultura pop.

Buffalo Bill, el asesino en serie del thriller psicológico de 1991 “Silence of the Lambs”, se basó en parte en él. La banda de metal Macabre lanzó una canción sobre Heidnik titulada “Morbid Minister”.

Lomax dijo que no ha visto “Silence of the Lambs”.

“Nadie quiere ver una película sobre un ser querido retenido en contra de su voluntad”, dijo Lomax a CNN. “Realmente quería que se quedara en la cárcel. Quería que cumpliera condena porque quería que no pudiera huir de las mujeres que mató. Porque sé que lo asustaron. Sé que volvieron para perseguirlo. Su muerte fue mucho más fácil que la de sus víctimas”.

El actor Ted Levine como el asesino en serie Buffalo Bill en "Silence of the Lambs" de 1991. Su personaje, introducido en la novela del mismo nombre de Thomas Harris, se basó en parte en Heidnik.

Los detalles son casi demasiado horripilantes para soportarlos. Entre fines de 1986 y marzo de 1987, Heidnik secuestró a Lindsay y a otras cinco mujeres: Josefina Rivera, Lisa Thomas, Jacqueline Askins, Agnes Adams y Deborah Dudley. Lindsay y Dudley fallecieron en cautiverio.

Atrajo a las mujeres a su casa con promesas de dinero a cambio de sexo, según reportes de prensa. Luego las dominó y las encadenó a un pozo en su sótano, a menudo medio desnudas, mientras las alimentaba con comida para perros y las violaba repetidamente. También las sometió a torturas físicas y mentales, incluidas descargas eléctricas y apuñalamientos en los oídos con un destornillador.

Antes de su captura, Heidnik vivía una doble vida haciéndose pasar por clérigo. Realizó servicios en su sala de estar para una congregación que estaba compuesta principalmente por personas con problemas mentales. Cuando los fieles se reunieron en su casa, no se dieron cuenta de la macabra violencia que se desarrollaba en el sótano, dijo Lomax.

Lindsay tenía 25 años en ese momento y una discapacidad mental, dijo Lomax. Heidnik, comentó, se aprovechó de su vulnerabilidad y deseo de ser aceptada.

En su habitación compartida, Lindsay le contaba a su hermana sobre los viajes diurnos a un parque de diversiones con Heidnik y un grupo de otros jóvenes. Después de esas visitas, les compraba hamburguesas y papas fritas en McDonald’s. Ella confiaba en él y se unió a otros para los servicios religiosos en su casa, dijo Lomax.

“Era como un héroe para ellos”, dijo Lomax.

Su hermana fue a la tienda un día y nunca volvió a casa

Eso pronto cambió. Una de las personas que asistió a los servicios en la casa de Heidnik le dijo más tarde a la familia de Lomax que había encarcelado a una mujer en su sótano.

“En ese momento, era un poco exagerado. Lo escuchamos, pero no actuamos en consecuencia”, dijo Lomax. “No voy a decir que fue difícil de creer, pero simplemente no se aplicaba a nosotros en ese momento porque mi hermana estaba en casa con nosotros”.

El día después de Acción de Gracias de 1986, Lindsay fue a una tienda a comprar analgésicos. Nunca regresó a casa.

Desesperada por respuestas, su familia localizó a una de las amigas que asistía a los servicios religiosos con Lindsay y obtuvo el número de Heidnik. Lo llamaron repetidamente para preguntarle si ella estaba en su casa, dijo Lomax, pero les colgó.

También fueron a su casa, donde un vecino confirmó haber visto a Lindsay. Pero Heidnik negó que ella estuviera allí tanto a la familia como a la policía.

Después de que la familia notificó a la policía y comenzaron a hacer preguntas, Heidnik hizo que Lindsay le escribiera una tarjeta de Navidad a su madre diciéndole que no se preocupara. Su familia no estaba convencida y siguió presionando a los detectives para que regresaran a la casa, dijo Lomax.

Tracey Lomax, a la izquierda, y Carolyn Johnson usan camisetas personalizadas en memoria de sus hermanas asesinadas en una conferencia de prensa posterior a la ejecución de Gary Heidnik en 1999.

La demente vida secreta de Heidnik quedó expuesta después de que Rivera se ganara su confianza y lo convenciera de que la dejara salir de la casa por un momento. Ella huyó y llamó a la policía. Pero en ese momento, ya era demasiado tarde: Lindsay y Dudley estaban muertas.

El cuerpo desmembrado de Lindsay fue encontrado en la casa de Heidnik el día que Lomax cumplió 21 años. Pasó su cumpleaños en la comisaría, hablando con los investigadores sobre su hermana.

Pero su pesadilla no había terminado.

Durante el juicio de Heidnik, surgieron detalles inquietantes sobre la terrible experiencia de las mujeres mientras estaban en cautiverio, lo que llevó a los medios de comunicación a etiquetarlo como el asesino de la “Casa de los horrores”.

“Nadie sabe lo que es obtener de forma descriptiva y detallada cómo murió alguien a quien amas”, dijo Lomax. “Muchas personas no obtienen una descripción de cómo alguien murió en el hospital. Pero para nosotros, estaba en las noticias todos los días. Fue muy difícil de leer. Pero era inevitable”.

Décadas después, su familia aún lucha por encontrar respuestas

Lomax dijo que la muerte de su hermana cambió la vida de los miembros de su familia para siempre y que muchos de ellos todavía lidian con lo que pasó. Una vez que terminó el juicio, decidió dejar atrás los feos detalles.

“Después de que terminó, hice una declaración a la prensa de que de ahora en adelante celebraría cómo vivió mi hermana y no cómo murió. Ese es un capítulo cerrado”, afirmó. “Pero nadie más en mi familia ha recibido un cierre. Todavía se enojan… mis hermanos no asistieron al juicio”.

Los registros judiciales muestran que Heidnik mantuvo su inocencia durante el juicio y emitió una advertencia sobre lo que podría pasar si lo declaran culpable. Afirmó que ejecutarlo marcaría el final de las ejecuciones en Pensilvania.

Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania, dice que no permitirá que el estado ejecute a ningún recluso durante su mandato, independientemente del delito.

“Ese es el fin de la pena capital en este estado. Cuando ejecutas a un hombre inocente, a sabiendas ejecutas a un hombre inocente, sabes que no habrá más pena capital en este estado y posiblemente en cualquier otro lugar de este país”, dijo, según los registros judiciales.

No estaba del todo equivocado. En las décadas posteriores, la tasa de ejecuciones en EE.UU. disminuyó, junto con el apoyo público a la pena de muerte. Una encuesta de Gallup de la década de 1990 reveló que el 80% de los estadounidenses apoyaba la pena de muerte para las personas condenadas por asesinato. Para 2022, ese apoyo se redujo al 55%.

Actualmente, 27 estados autorizan la pena de muerte, aunque 13 de ellos no han llevado a cabo una ejecución en una década o más.

En 1999, el año en que se ejecutó a Heidnik, 98 personas fueron ejecutadas en Estados Unidos. El año pasado, los estados ejecutaron a 18 personas. En su último informe, el Centro de Información sobre la Pena de Muerte dijo que 2022 fue el octavo año consecutivo con menos de 30 ejecuciones.

Los partidarios de la pena de muerte creen que los asesinos renuncian a su derecho a la vida cuando matan a otros, una creencia que Shapiro dijo haber tenido en algunos casos.

Pero el gobernador de Pensilvania dijo que su enfoque de la pena capital ha evolucionado.

Citó la masacre de 2018 en la sinagoga Tree of Life en Pittsburgh, donde 11 personas fueron asesinadas a tiros en el ataque más mortífero contra judíos en la historia de Estados Unidos. La primera reacción de Shapiro, dijo, fue que el atacante debía ser ejecutado.

“Es difícil imaginar un crimen más atroz que asesinar a 11 personas mientras rezan”, señaló en un comunicado.

Los dolientes rinden tributo después de que 11 personas fallecieran en un tiroteo masivo en 2018 en la Congregación Tree of Life en Pittsburgh. El juicio para el presunto asesino está programado para comenzar en abril, pero el gobernador dijo que firmará un indulto para cada orden de ejecución enviada a su escritorio.

Shapiro dijo que hablar con los miembros de la comunidad Tree of Life jugó un papel clave en su decisión.

“Me dijeron que, incluso después de todo el dolor y la angustia, no querían que mataran al asesino. Debería pasar el resto de su vida en prisión, decían, pero el Estado no debería tomar su vida como castigo”, dijo. “Eso me conmovió”.

Una apelación de última hora no logró salvar la vida de Heidnik. Décadas más tarde, quedan dudas sobre su cordura y sus motivos.

Lomax dijo que confiaba en su fe para el cierre y decidió que Heidnik ya había robado suficiente de su vida.

“No iba a dejar que él dictara cómo iba a pasar el resto de mi vida”, comentó. “Una vez que dejó esta tierra, eso fue todo. Todo lo que hizo, oye, te lo llevas contigo. Porque no voy a seguir yendo y viniendo con eso. Me quedaré aquí y siempre celebraré a mi hermana”.