(CNN) – En sus impactantes imágenes de las islas Feroe, un remoto archipiélago situado entre Islandia y su Noruega natal, la fotógrafa Andrea Gjestvang retrata a isleños y medios de vida tan duros e implacables como el paisaje azotado por el viento.
Los pesqueros de arrastre surcan mares gélidos. Las nubes se ciernen sobre montañas escarpadas y pueblos acantilados. La ropa y las botas están manchadas con la sangre del ganado y los animales marinos sacrificados. De las paredes de los edificios tradicionales de madera cuelgan herramientas con marcas de uso.
La conexión innata entre los habitantes de las islas Feroe y su entorno se entreteje en el nuevo libro de Gjestvang sobre las islas, “Atlantic Cowboy”. Los retratos aparecen junto a instantáneas impresionantes de paisajes que reiteran las duras condiciones de las islas Feroe y la lejanía de los asentamientos empequeñecidos por las montañas vecinas.
“No soy una fotógrafa de paisajes, pero al igual que cuando retrato a personas, cuando fotografío un paisaje busco el estado de ánimo”, explica Gjestvang en una entrevista en video. “Intento pensar en el paisaje también como una especie de retrato, o algo que exprese sentimientos, de alguna manera”.
Las fotos de Gjestvang también revelan otro aspecto desafiante de la vida en las islas Feroe, que podrían haber sido habitadas por primera vez por monjes irlandeses en el siglo VI: sus sujetos son casi exclusivamente hombres.
Aunque gran parte de la economía feroesa gira en torno a trabajos físicamente exigentes, tradicionalmente desempeñados por hombres, solo la industria pesquera de las islas emplea al 15% de la población activa. Gjestvang visitó las islas varias veces al año durante seis años y retrató la vida y las comunidades de los hombres solteros. Se les ve arrancando plumas a las aves marinas, cuidando de las cabras o transportando a la orilla los cadáveres de un calderón sacrificado. (La carne de ballena fue antaño una parte importante de la dieta feroesa, aunque la controvertida caza de ballenas y delfines de la nación suscita ahora la indignación mundial).
Las jóvenes, por su parte, suelen elegir estudiar o trabajar en Copenhague (las islas Feroe forman parte del Reino de Dinamarca) o en cualquier otro lugar de Europa.
Muchas nunca regresan, según supo Gjestvang. Según datos del Banco Mundial, en 2021 solo el 48,2% de la población de la nación autónoma era femenina, lo que la sitúa entre los lugares con mayor desequilibrio de género de Europa. Esto equivale a más de 107 hombres por cada 100 mujeres, o un déficit de aproximadamente 2.000 mujeres.
Puede que esta cifra no parezca enorme, pero en las 17 islas habitadas solo viven unas 53.000 personas –y la brecha de género es más pronunciada entre los adultos más jóvenes– lo que plantea importantes implicaciones sociales. El primer ministro de las islas Feroe, Aksel V. Johannesen, afirmó que “la sesgada demografía de género” era uno de los “mayores retos” de su gobierno al asumir el cargo en 2015.
Para Gjestvang, esta dinámica ofrecía una “interesante oportunidad de hacer un proyecto sobre los hombres”, dijo. “Como mujer fotógrafa, me encargan mucho reportajes sobre la salud de la mujer, y temas femeninos, que son muy importantes, pero tenía curiosidad por apuntar mi cámara en otra dirección”.
Masculinidad en evolución
Las perspectivas económicas de las mujeres feroesas son ahora más prometedoras que en la década de 1990, cuando miles de personas abandonaron las islas en medio de un colapso económico causado, en parte, por la disminución de las poblaciones de peces. Impulsado por el crecimiento del turismo y el sector servicios, el PIB per cápita se ha triplicado desde 2000 y se sitúa ahora al mismo nivel que el de Estados Unidos.
En los últimos años, el gobierno del país ha invertido en iniciativas de igualdad de género y empleo, con la esperanza de hacer las islas más atractivas para las mujeres. “Han intentado que sea un poco más fácil ser madre soltera”, añadió Gjestvang, citando la ampliación de la oferta en la universidad de la capital y la mayor aceptación del trabajo a distancia debido a la pandemia del covid-19.
La fotógrafa dijo que la falta de mujeres no era evidente en la capital feroesa, Tórshavn, aunque sí se hacía “bastante visible” cuando se viajaba a pueblos más pequeños. La vida social de estas comunidades costeras suele girar en torno a los puertos, y ella dedicó tiempo a visitar los lugares de reunión informal donde los hombres “pasan el rato, toman cervezas y charlan”.
Pero los sensibles retratos de Gjestvang también ofrecen un vistazo sincero de los hombres en sus propios hogares.
Varios aparecen sentados o tumbados solos en sofás, mientras que otros aparecen con mascotas o familiares femeninas. En las entrevistas que acompañan a las fotografías, algunas de las cuales aparecen en el libro, los retratados se sinceran sobre la realidad de la vida en una sociedad dominada por los hombres. “Rezo a Dios para encontrar esposa”, le dijo un hombre soltero. “Pero quizá no me escuche”.
La fotógrafa cree, sin embargo, que la mayoría de los hombres que documentó no se sentían solos, gracias, en parte, a la naturaleza unida de las familias feroesas. Como le dijo un hombre de 40 años: “Los fuertes lazos familiares se convierten en un sustituto. Yo mismo ya tengo una familia, aunque no tenga mujer ni hijos. Cuando tienes una familia extensa y unida, tienes la libertad de ser tú mismo y encontrar la paz con eso”.
“Un hombre que entrevisté me dijo que las islas Feroe son el patio de recreo perfecto para los hombres”, agregó la fotógrafa, explicando el título de su libro. (“Atlantic Cowboy” es un término tomado de un libro de 1997 del mismo nombre y más tarde utilizado por Firouz Gaini, profesor de antropología en la Universidad de las Islas Feroe que ha estudiado la dinámica de género de la nación y escribió un prólogo para Gjestvang).
“Es un lugar donde puedes pescar y estar al aire libre y la libertad es infinita, de alguna manera”, dijo Gjestvan.
Mientras tanto, décadas de demografía desigual han contribuido a una identidad nacional que continúa celebrando las virtudes de la fuerza y la fortaleza, agregó la fotógrafa.
“Ser fuerte y mantenerse a sí mismo y a su familia ha sido un valor importante”, dijo. “La idea del hombre fuerte está muy presente, y puedes verla… Este tipo de masculinidad ha ganado mucho respeto y ha sido buscada”.
“Creo que esto, por supuesto, ha afectado a la sociedad, aunque diré que las mujeres feroesas también son muy fuertes, también son duras”.
“Atlantic Cowboy”, publicado por Gost Books, ya está disponible.