Nota del editor: Keir Giles (@KeirGiles) trabaja en el Programa sobre Rusia y Eurasia de Chatham House, un centro de estudios sobre asuntos internacionales del Reino Unido. Es autor de “Russia’s War on Everybody: And What it Means for You”. Las opiniones expresadas en esta columna le pertenecen exclusivamente a su autor.
(CNN) – Vladimir Putin detalló la semana pasada la intención declarada de Rusia de tener armas nucleares tácticas basadas en Belarús. La oleada de reportes alarmistas sobre lo que esto significaba pone de relieve gran parte de lo que está mal con las respuestas de Occidente a la intimidación nuclear rusa.
Cómo se han interpretado las palabras de Putin en Occidente puede resultar una sorpresa para Moscú, pero no hay duda de que será muy gratificante. Porque Rusia ya ha “utilizado” armas nucleares. Las ha utilizado con gran éxito sin dispararlas, recurriendo a amenazas vacías sobre posibles ataques nucleares para disuadir muy eficazmente a Occidente de apoyar plenamente a Ucrania contra la guerra imperialista de Rusia.
Sin embargo, a estas alturas deberíamos haber aprendido a no confundir lo que dice Putin con lo que Rusia ha hecho o está a punto de hacer.
Los planes de Putin
Putin no anunció ningún plan que no hubiera sido declarado ya a mediados de 2022. La intención mencionada la semana pasada no era nueva, solo tenía fechas asociadas que no habíamos oído antes.
Del mismo modo, se ha informado ampliamente que Putin dio este paso en respuesta directa al anuncio del Reino Unido de que proporcionaría a Ucrania proyectiles para tanques que contienen uranio empobrecido. Aunque Putin había dicho anteriormente que Rusia “respondería en consecuencia” a tal medida, ese no fue el desencadenante declarado en los planes del sábado.
En la versión completa de su entrevista publicada por la televisión rusa, Putin dijo explícitamente que se trataba de un plan de larga data “fuera del contexto” del anuncio del Reino Unido.
No cabe duda de que Rusia querrá extraer el máximo potencial intimidatorio de cualquier plan de avance de los sistemas de misiles de largo alcance, para poder amenazar zonas más amplias de Europa.
Existe un precedente en el programa ruso a largo plazo de despliegue de misiles Iskander en Kaliningrado (una provincia rusa de la costa báltica), que provocó una nueva alarma entre los políticos occidentales durante la década anterior cada vez que se anunciaba.
Rusia aprendió hace tiempo que las menciones a despliegues militares no necesitan ser nuevas para ser efectivas, y desencadenarán sistemáticamente una oleada de comentarios muy gratificantes por parte de un Occidente colectivo que tiene una memoria demasiado corta para situarlas en su contexto.
También con el “anuncio” de envío de armas nucleares a Belarús, como suele ocurrir, 24 horas más tarde empezaron a surgir en esos mismos medios de comunicación comprobaciones de la veracidad de los informes. Pero para entonces el daño ya está hecho.
La estrategia a largo plazo de Rusia
En un informe publicado esta semana por el grupo de reflexión de asuntos internacionales Chatham House, expongo cómo las tácticas de intimidación nuclear de Rusia han tenido un enorme éxito a la hora de impedir que Ucrania reciba la ayuda que necesita para ganar la guerra, e incluso a la hora de impedir que algunos líderes occidentales apoyen en absoluto a Ucrania.
Esto no se debe únicamente a lo que Putin ha dicho desde que comenzó la invasión a gran escala en febrero de 2022.
Es el resultado de una campaña de larga duración que ha movilizado a todos los propagandistas, influenciadores, portavoces y agentes de influencia de Rusia en Occidente, todos ellos transmitiendo el mensaje único de que no se debe oponer a Rusia porque eso desencadenaría una guerra nuclear.
El éxito de esa campaña puede medirse por la forma en que ha cambiado toda la base de la conversación en la política occidental. La idea de la gestión de la escalada, y de cómo disuadir a Rusia, ha sido sustituida por la de dar prioridad a evitar por completo la escalada, basándose en el supuesto de que solo Rusia puede llevar a cabo la disuasión.
El resultado es una carta blanca para Putin.
Rusia ha utilizado sus armas nucleares como un comodín para eludir las consecuencias de sus acciones en Ucrania.
Para ello ha contado con la ayuda del ecosistema informativo que amplifica y reproduce las amenazas nucleares, incluyendo no solo la propia red rusa de propagandistas, portavoces y personas influyentes, sino también medios de comunicación occidentales.
Lo que significa para Belarús
De momento, las implicaciones más inmediatas son para la vecina Belarús. Durante años, el presidente Alexander Lukashenko consiguió mantener un cierto grado de independencia y, en particular, evitar la externalización de la defensa de Belarús a su aliado teórico, Rusia, por ejemplo, rechazando las persistentes demandas rusas de una base aérea en el país.
Todo cambió tras las elecciones fraudulentas de agosto de 2020 en Belarús. Lukashenko dependió más en el apoyo ruso para mantenerse en el poder, lo que significó un mayor control del Kremlin sobre su país.
Esa fue una condición previa esencial para que Belarús permitiera que Rusia utilizara sus instalaciones terrestres y su espacio aéreo para atacar Ucrania en febrero de 2022.
Las fuerzas armadas de Belarús, a pesar de su estrecha cooperación con las de Rusia, no han mostrado ninguna inclinación evidente a entrar en guerra por Moscú, ya que ello expondría a su propio país a represalias.
Y la información generalizada a principios de este año de que Rusia podría estar preparando un nuevo ataque contra Ucrania desde territorio bielorruso está ahora ampliamente descartada, ya que Rusia no ha implementado las fuerzas necesarias para ello.
Pero los ataques de drones ucranianos contra activos de gran valor en Belarús demuestran que el hecho de que Lukashenko proporcione una zona de apoyo a la retaguardia de las operaciones militares rusas ha convertido a su país en un objetivo. Albergar misiles nucleares rusos, si es que ocurre y cuando ocurra, significa que Lukashenko está exponiendo a su país a un riesgo aún mayor.
Aunque hasta ahora las amenazas de Rusia no se han materializado, sigue existiendo una posibilidad de que Putin ordene finalmente un ataque nuclear si percibe –erróneamente– que los beneficios de hacerlo superan a las consecuencias.
Esa posibilidad no nula debería reducirse aún más mediante un cambio sustancial en la forma en que otros países tratan de disuadir a Rusia de considerar el uso real de las armas nucleares. Como detallo en el informe de Chatham House, Rusia bien podría creer que si utiliza armas nucleares, las consecuencias serían manejables.
Esto tiene que cambiar, porque a pesar de todo el horror y la tragedia que Rusia ha infligido a Ucrania, un fracaso similar a la hora de disuadir a Putin si decidiera embarcarse en una aventura nuclear tendría un costo mucho mayor.