Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Estados Unidos ha entrado en el fragor de las nuevas elecciones presidenciales que se celebrarán en año y medio. Con el anuncio del presidente Joe Biden, de que aspirará a la reelección, podría perfilarse un nuevo enfrentamiento con Donald Trump en 2024. Sin embargo, una encuesta de CNN dice que solo una minoría de estadounidenses quisiera ver ese duelo.
Trump, con el 34 % de aprobación, y Biden, con el 32 % del electorado que dice que merece la reelección, enfrentan problemas parecidos: la avanzada edad y la baja popularidad como resultado del manejo de diversos asuntos nacionales, a lo que debe agregarse el actual reto de China y Rusia por desbancar a Estados Unidos de la supremacía planetaria, económica y política.
El desafío mundial es duro. El grupo de los Brics busca una moneda para sustituir el dólar como divisa hegemónica en el comercio internacional. Rusia sigue con su invasión a Ucrania, China con su amenaza sobre Taiwán y sus victorias diplomáticas, como las relaciones establecidas recientemente entre Arabia Saudita e Irán, dos países hasta ahora irreconciliables.
Y el reto nacional también lo es. Un partidismo obsceno y dañino encoge a Estados Unidos cada vez más. Abraham Lincoln dijo en su célebre discurso de 1858: “Una casa dividida no puede sostenerse”. Tres años más tarde estalló la Guerra de Secesión. La casa se mantuvo en pie, pero devastada en su mitad. Hasta 620.000 hijos muertos fue el precio por mantener la casa “de todos”.
Hoy en día, siglo y medio después de aquella carnicería familiar, existe la posibilidad de una nueva guerra mundial. ¿Quién la ganará? ¿Alguien? ¿Nadie? Estados Unidos estaría allí, con la amenaza de una derrota, militar y naturalmente económica. Pero es solo una amenaza, Estados Unidos podría salir de nuevo victorioso, pero a qué precio. Si se llega a la guerra nuclear, los muertos se contarán por decenas de millones. Palidecerían entonces los gravísimos problemas y cruciales disputas que enfrenta hoy internamente la nación estadounidense. Nos daremos cuenta de todo eso, pero será ya tarde. “Polvo serán, mas polvo enamorado”, de su anterior grandeza.
En el año 2004, Tucker Carlson y Paul Begala conducían un famoso programa de CNN: “Crossfire”, o Fuego Cruzado. Uno republicano, el otro demócrata, encendían y avivaban a toda costa el fuego de la polémica. Una noche, invitaron al célebre comediante John Stewart, presentador de “The Daily Show”, uno de los programas de televisión más influyentes por entonces, a participar en el espacio. Stewart era un severo crítico de “Crossfire”. Esa noche Stewart opacó a los dos conductores, sobre todo a Carlson, que intentaba entrar en una polémica vacía con el comediante. La tesis de Stewart era que aquellas discusiones por el gusto de discutir le hacían daño al país, dijo que en su programa entraban en peleas ficticias o sin importancia, que eran parte del engranaje de las corporaciones y que, por favor, pararan, pararan, pararan. Apenas duró tres meses más el programa. En enero de 2005, el nuevo presidente de CNN, Jonathan Klein, decidió cancelarlo porque esa ya no era la dirección en la que iría la cadena y dijo que coincidía con la premisa de la opinión de Stewart sobre “Crossfire” y este tipo de debates.
Hoy no son solo dos los conductores en pugna al lado de sus dos invitados respectivos, también en pugna. Hoy son centrales noticiosas enteras unas contra otras, demócratas y republicanos enfrentados a diente y fuego. Y, siguiendo a cada uno, los respectivos electores ardientes en el combate, animados casi siempre con medias verdades, la mejor mentira.
Han pasado casi 20 años de aquel episodio y hoy, presos entre los fake news, el activismo, el odio político y la absoluta seguridad de que tenemos la razón, vivimos en una especie de “Crossfire” nacional cuya diferencia ahora es que no se trata de un programa que simplemente se suspende, sino de toda una casa que está dividida contra sí misma. Y cada uno de los bandos lucha ferozmente contra el otro por defender “la democracia”.
Tal vez no merezcamos la libertad, el bienestar general, el progreso con que contamos. Estamos crispados, hasta en la familia, por el credo político. Y el problema, tal vez, es que no tenemos suficientes problemas y mira, tú, ¡qué cosa!, nos entretenemos en encontrarlos. No es decir que no haya problemas en esta sociedad, sino que los problemas que tenemos palidecen ante la perspectiva de alimentarlos con cualquier cosa que nos sugiera la victoria.
Y cuidado, porque los pueblos que nos retan actualmente a Estados Unidos, como China y Rusia, han pasado por el hambre y por la guerra. Por mucha de las dos. No se rebelan porque les suban la edad de jubilación. No se irritan porque no haya diez tipos de mantequilla en la tienda de alimentos. No viven en una democracia liberal, no tienen ni la Primera, ni la Segunda Enmienda de la Constitución que los proteja, ¿pero eso qué les importa a los que mandan?
Estaremos en guerra económica y/o militar, si no estamos ya en el comienzo. Y tal vez por eso, una mayoría del electorado estadounidense rechace el duelo Biden-Trump. Porque, “Una casa dividida no puede sostenerse”.