Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – La cultura es nuestra mayor herencia, nicho de costumbres, usanzas, tradiciones, lenguajes, códigos, hábitos, inclinación visual, morfología, apego sonoro y empatía con los rituales que encarnamos con orgullo. Cada quien lleva su música interior, su acento y su paquete de tierra ancestral entre las manos.
En cada uno de nosotros, no solo se concentran los genes y las características étnicas de cada zona del planeta, también el pensamiento derramado en su experiencia vital. Es el modo en que nos representamos y relacionamos con el mundo, lo que eleva y traduce nuestras huellas hasta lo trascendental.
¿Cómo defender el valor identitario desde nuestras semejanzas y diferencias?
En la capacidad de ampliar nuestros intereses, proxemia y lenguajes de interacción, en seleccionar un mejor modo de expresar lo que necesitamos y hacia qué lugar nos conduce esa flecha vital que viaja, de nuestros tesoros originarios al futuro inmediato.
No existen los extraños
diferentes modos de mirar y de sentir nos reúne y distingue
para los niños existen los extraños
solo bailar al paso de otros ritmos nos vuelve gigantes
espuma de una misma ola
arena de una montaña mágica que la fe logra transportar
Lo que en una parte del mundo no es admitido, en otras es venerado y aplaudido. Lo que para muchos no parece aceptarse como canon de belleza, en otras partes del mundo se desea, aplaude y reverencia. En el respeto a la diversidad cultural y sus variados contenidos simbólicos, está el secreto del verdadero conocimiento y el camino más corto al crecimiento espiritual de la humanidad.
El concepto de diversidad cultural desecha lo peor de los regionalismos, contiene los valores esenciales de nuestros orígenes, tendiendo ante nosotros un camino a la apertura y a la tolerancia, entendiéndose y dialogando más allá de lenguas, razas o religiones, abrazando un principio ecuménico de fusión entre etnias y sociedades disímiles, sin uniformidades y sin que ninguna de ellas imponga un espíritu de superioridad sobre la otra. Saber relacionarnos con todas estas culturas, interactuar y disfrutar de esa paleta de colores, sensaciones y vivencias, nos convierte en legítimos ciudadanos del mundo.
Las bodas entre personas de diferentes culturas ofrecen un magnífico espectáculo de respeto y amor por las diferentes costumbres de quienes deciden unir sus caminos. En ciertas culturas suele llevarse pan y sal en los bolsillos para garantizar la abundancia durante el matrimonio, y para otros, es de buena suerte llevar algo viejo, prestado, y usado. Poner azúcar dentro de los guantes, encontrar una araña en el vestido de novia, todos estos signos son parte del imaginario y la riqueza identitaria del ser humano.
La diversidad es un tema cada vez más importante en la sociedad actual, pues describe la variedad de características y diferencias entre las personas, ya sea en términos de género, raza, religión, orientación sexual, habilidades, antecedentes culturales y otros aspectos que influyen en su identidad y perspectiva.
Cuando la diversidad es reconocida y respetada, logra ser una fuerza imparable, con un propósito mayor, unir a personas, comunidades y naciones, permitiendo así la armonía en núcleos tan nutridos como diversos. Fomenta la creatividad y la innovación, concentrando diferentes perspectivas y experiencias, generando nuevas ideas y soluciones fantásticas a problemáticas surgidas en complejas circunstancias.
En las ciudades donde se convive con una población multicultural, tendremos la oportunidad de disfrutar sonoridades caleidoscópicas, catar la culinaria de varias latitudes, escuchar lenguas y acentos variados integrando un idioma común, el de la comunicación intercultural. Allí estamos todos reunidos, sin preguntar de dónde venimos, fundidos en ese universo donde convivimos juntos como raíces de un árbol. El modo en el que lo hacemos, armando y aportando a ese poderoso rompecabezas humano, colmado de ingenio, diversos puntos de vista e ideas monumentales nacidas en otros asentamientos, nos nutre, cultiva y alimenta el espíritu.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) aprobó la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural en el año 2001. En 2002 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 21 de mayo, Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, a través de su resolución 57/249.
Al hacernos una prueba de ADN descubrimos que formamos parte de un ajiaco cultural, donde conviven etnias, razas y venimos de lugares remotos a los que nunca pensamos pertenecer. Más allá de nuestros prejuicios, reticencias y localismos, y a propósito del respeto a la diversidad cultural, debemos preguntarnos y respondernos con total sinceridad:
¿Estamos a la altura de la herencia cultural, de la tradición identitaria, del camino genealógico que nos trajo hasta aquí y nos hizo ser quiénes somos desde nuestras semejanzas y diferencias?