(CNN) – En la Edad de Hierro, los usuarios de dos antiguos retretes de Jerusalén no eran un grupo saludable, según un análisis de muestras de la materia fecal de las letrinas de 2.500 años de antigüedad.
Los investigadores hallaron rastros de parásitos causantes de disentería en el material excavado en los pozos negros situados bajo los dos retretes de piedra que habrían pertenecido a hogares de la élite de la ciudad. Por aquel entonces, Jerusalén era un vibrante centro político y religioso del imperio asirio y en ella vivían entre 8.000 y 25.000 personas.
Se trata de la primera prueba conocida de una enfermedad llamada Giardia duodenalis, aunque la infección, que causa diarrea, calambres abdominales y pérdida de peso, ya había sido identificada en la Turquía de la época romana y en el Israel medieval.
“La disentería se propaga por las heces que contaminan el agua potable o los alimentos, y sospechábamos que podría haber sido un gran problema en las primeras ciudades del antiguo Medio Oriente debido al hacinamiento, el calor y las moscas, y la escasez de agua disponible en verano”, dijo en un comunicado el Dr. Piers Mitchell, autor principal del estudio que publicó este jueves la revista científica Parasitology y miembro honorario del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
La mayoría de las personas que mueren hoy en día de disentería causada por Giardia son niños, y la infección crónica en los niños puede provocar retraso en el crecimiento, deterioro de la función cognitiva y retraso en el desarrollo.
La caca de los pobladores de la antigüedad es una rica fuente de información para los arqueólogos y ha revelado el apetito de la Edad de Hierro por el queso azul, una población misteriosa en las Islas Feroe y el descubrimiento de que los constructores de Stonehenge se daban un festín con los órganos internos del ganado.
Los arqueólogos que excavaron las letrinas tomaron muestras de los sedimentos del pozo negro situado bajo cada asiento.
Encontraron un asiento al sur de Jerusalén, en el barrio de Armon ha-Natziv, en una mansión excavada en 2019. Probablemente data de la época del rey Manasés, que gobernó durante 50 años a mediados del siglo VII a.C. Hecho de piedra caliza, el inodoro tiene un gran orificio central para defecar y un orificio adyacente probablemente para la micción masculina.
El otro retrete estudiado, de diseño similar, fue excavado en la Ciudad Vieja de Jerusalén, en un edificio de siete habitaciones conocido como la Casa de Ahiel, que habría sido el hogar de una familia de clase alta de la época.
Los huevos de cuatro tipos de parásitos intestinales (tenia, lombriz solitaria, ascáride y tricocéfalo) ya habían sido identificados en el sedimento del pozo negro. Pero los microorganismos causantes de la disentería son frágiles y muy difíciles de detectar, según el nuevo estudio.
Para superar este problema, el equipo utilizó una técnica biomolecular denominada ELISA, en la que los anticuerpos se unen a proteínas producidas exclusivamente por especies concretas de organismos unicelulares.
Los investigadores analizaron la presencia de Entamoeba, Giardia y Cryptosporidium, tres microorganismos parásitos que se encuentran entre las causas más comunes de diarrea en humanos y están detrás de los brotes de disentería. Las pruebas para Entamoeba y Cryptosporidium dieron negativo, pero las de Giardia fueron repetidamente positivas.
Jerusalén, un probable foco de enfermedades
Medio Oriente fue la región del mundo donde los humanos crearon sus primeros asentamientos, aprendieron a cultivar y domesticar animales, y donde surgieron los primeros grandes pueblos y ciudades. Según el estudio, ciudades como Jerusalén habrían sido probablemente focos de brotes de enfermedades, que se habrían propagado fácilmente a través de los comerciantes y durante las expediciones militares.
“Aunque en la Edad de Hierro ya había aseos con pozos negros en toda la región, eran relativamente escasos y a menudo solo estaban destinados a la élite”, señala el estudio.
“Las ciudades no estaban planificadas ni construidas con una red de alcantarillado, aún no se habían inventado los retretes con cisterna y la población no conocía la existencia de los microorganismos ni cómo pueden propagarse”.