Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Se ha resuelto, con el drama usual, el tema de la deuda pública de Estados Unidos. La Cámara de Representantes aprobó el acuerdo entre el Gobierno del presidente Joe Biden y los negociadores republicanos por 314 votos a favor y 117 en contra. El acuerdo fue bipartidista y su oposición también. Setenta y un republicanos se opusieron, así como cuarenta y seis demócratas. En la Cámara Alta 36 senadores estuvieron en contra: cuatro demócratas y Bernie Sanders, independiente; 31 republicanos fueron la oposición principal, aunque por razones diferentes.
Los republicanos pueden retar ahora 71 veces el liderazgo de Kevin McCarthy, porque en el viacrucis de su elección como presidente de la Cámara de Representantes acordaron que un solo republicano que se opusiera a dicha negociación podría pedir su dimisión.
Pedirla sí, pero lograrla es otra cosa. El voto de censura concierne a todos los representantes, tanto republicanos como demócratas, pero no creo que ningún demócrata que apoyó el acuerdo el miércoles pasado vote junto a los republicanos más recalcitrantes para sacar a McCarthy.
Biden, como dijo, no transigió en limitar la deuda. El vocero y negociador republicano Patrick MacHenry declaró que el acuerdo alcanzado era el mejor que se pudo obtener.
Producto de esta negociación bipartidista, el techo de la deuda desapareció por 18 meses. Es decir, el gobierno federal puede gastar lo que necesite hasta enero de 2025, con las raquíticas limitantes que los republicanos introdujeron en el acuerdo: ahorros presupuestarios, estimados en US$ 136.000 millones durante los próximos 18 meses, que equivalen a una especie de redondeo en el límite de la deuda pública de US$ 31,4 billones superada ya desde principios de año.
El techo de la deuda pública de EE.UU. se estableció en 1917 como una medida de disciplina económica, pero desde 2001 es un punto cada vez más agrio en el debate político. En 2001, con el ataque terrorista a las Torres Gemelas y las subsecuentes guerras en Afganistán e Iraq, se aumentó el monto de la deuda, que llegó a US$ 10,63 billones al inicio de la presidencia de Barack Obama en 2009, cuando la presidencia de Bill Clinton la había dejado en US$ 5,73 billones. Y ha seguido creciendo. En septiembre de 2021, con Donald Trump, la deuda estadounidense y su techo subieron a casi US$ 28 billones. Actualmente asciende a US$ 31,4 billones. El acuerdo bipartidista permite que el techo de la deuda suba durante 18 meses, es decir hasta 2025.
La deuda pública de Estados Unidos es la cantidad de dinero que el gobierno federal debe a todos sus acreedores. Nacionales y extranjeros. La deuda extranjera equivale aproximadamente a la tercera parte de toda la pública. El techo de la deuda es un límite legal establecido por el Congreso de EE.UU. sobre la cantidad total de dinero que el gobierno federal puede pedir prestado.
Si el Congreso no autoriza un nuevo límite de la deuda, el gobierno no puede pedir prestado más, pero esto se complica a cada ratito porque el gobierno que sea, demócrata o republicano, gasta cada vez más para satisfacer sus posiciones económicas y sociales. Es importante recordar esto: el techo de la deuda no establece el dinero que tiene el gobierno para gastar, sino más bien el aumento necesario para pagar las deudas que ya ha contraído el gobierno de acuerdo con sus intereses. Como el gasto y los ingresos del Estado se determinan mediante leyes separadas, la deuda crece y crece hasta alcanzar el techo, y hay que aumentarlo, propiciando así las entretenidas luchas políticas.
La relación entre la deuda pública y el Producto Interno Bruto (PIB) es una medida comúnmente utilizada para entender la peligrosidad de la deuda de un país. Hasta el año 2022 la deuda constituyó el 124% del PIB, con US$ 30,93 billones. Diversos especialistas consideran que la relación deuda/PIB es solo una medida, y no ofrece una imagen completa de la “peligrosidad” de dicha deuda. En enero de este año se superó el límite de la deuda actual acumulando, hasta el 25 de mayo US$ 31,47 billones. Es decir, debemos más de lo que producimos.
El tema es muy complejo para entender qué pasa en la economía del país y cuales son realmente los peligros. Y no solo para nosotros, humildes pagadores de impuestos, sino también para los especialistas, porque como en casi todo, hay opiniones catedráticas totalmente opuestas.
Tal vez una frase sencilla lo explique: en Estados Unidos, vivimos por encima de nuestras posibilidades. Pero mientras tanto, nos entretienen las luchas partidistas.
¿A quiénes daña la inestabilidad financiera?
Es posible que nuestros hijos y nietos en Estados Unidos se enfrenten a impuestos más altos o a una reducción de los servicios públicos. Y ya hoy, los más necesitados lo sufrirán con estos recientes acuerdos que limitan varios programas sociales, sin haber aceptado en el acuerdo el aumento de impuestos a los más ricos del país. Ni limite en los gastos militares.
La actual situación internacional es importante al considerar la espada de Damocles en el escenario actual de la creciente deuda estadounidense. Una guerra en Ucrania que desangra en dinero a todas las partes en conflicto, incluido EE.UU. La explícita posición de Rusia y China que abogan por un mundo multilateral, no solo liderado por Estados Unidos, por el reto a su predominio económico mundial, con la real amenaza del BRICS al valor del dólar como actual moneda de cambio internacional.
¿Qué pasará en los próximos 18 meses? Es algo que los republicanos y los demócratas tendrán que atender dentro y fuera del país, antes de enfrascarse en un nuevo capítulo sobre la deuda pública nacional. Será sin dudas un argumento importante en las elecciones presidenciales del 2024, pero no solo puede ni debe reducirse a eso.