(CNN) – En un edificio abandonado, el piloto de un dron ucraniano bloquea su entorno y se concentra únicamente en el mando que tiene en las manos. La habitación sin paredes le ofrece a él y a su unidad cierta protección en la noche sin luna.
La pequeña pantalla del mando a distancia del soldado, la única fuente de luz permitida, ilumina su mirada penetrante mientras su dron, a kilómetros de distancia, está a unos instantes de lanzar un explosivo de 16 kg sobre una posición rusa.
“A este momento lo llamamos ‘desde Ucrania con amor’”, dice su oficial superior.
Este ataque nocturno secreto está siendo llevado a cabo por una unidad de élite compuesta por elementos del Servicio de Seguridad de Ucrania —conocido comúnmente como SBU— y de la Policía de Patrulla del país.
La operación recibió luz verde después de que el ejército ucraniano informara de la presencia de una base de lanzamiento desde la que las fuerzas rusas disparaban hacia sus tropas cohetes Kornet, misiles destinados a ser utilizados contra tanques.
“Conocemos este objetivo desde hace relativamente poco, lo hemos descubierto literalmente hoy”, explica un alto mando del SBU, que responde al nombre Bankir.
Durante el día, la unidad de aviones teledirigidos pasó horas explorando posibles lugares de lanzamiento nocturno para su misión, así como averiguando las coordenadas exactas de su objetivo.
La exhaustiva preparación implica volar diferentes drones de vigilancia hacia posiciones rusas, pero también contar con inteligencia adicional de otras unidades ucranianas hasta tener una imagen completa del objetivo.
“El reconocimiento ha revelado la posición de tiro del enemigo, que se utiliza para destruir el equipo de las fuerzas de defensa de Ucrania”, explica Bankir. “Será destruido hoy”, añade.
Antes del lanzamiento conducen en completa oscuridad, apagando los faros y utilizando gafas de visión nocturna para ver la carretera, y llegan a un lugar designado.
“Lo intentamos, nos esforzamos”, dice Bankir. “Esto tiene que ocurrir bajo todas estas condiciones”.
Ocultan sus vehículos y avanzan unos cientos de metros a pie, mientras las fuerzas ucranianas y rusas intercambian salvas de artillería. Confiando únicamente en la luz roja —que, dicen, es más difícil de detectar desde lejos por los drones rusos, especialmente cuando no están mirando— iluminan el camino.
“Vamos, vamos, vamos”, dice un soldado. Los demás se ponen a cubierto.
Todo está cuidadosamente coreografiado para ocultar sus huellas y garantizar que su posición permanezca oculta a la vigilancia y la artillería rusas mientras llevan a cabo su ataque.
En el lugar preparan el dron —un gran cuadricóptero de fabricación ucraniana— y el explosivo que lanzarán sobre la posición rusa. El artefacto puede transportar una carga útil de hasta 20 kg, pero esta noche están fabricando un explosivo improvisado, utilizando un proyectil que dejaron las fuerzas rusas cuando se retiraron de Kherson.
“Hemos impreso estas aletas en 3D y este tubo es de ferretería”, explica un oficial de alto rango de la patrulla de policía, Marat, mientras sus hombres lo pegan todo. “Ahora terminamos nuestra preparación, la bomba está lista, y estamos listos para partir”.
Una ofensiva en la oscuridad
Misiones nocturnas como esta han sido hasta ahora una característica definitoria de las fases iniciales de la contraofensiva ucraniana, especialmente en el sur del país. Los ataques ucranianos pueden sacudir edificios hasta la ciudad de Zaporiyia y las explosiones iluminan los cielos, a pesar de que la ciudad se encuentra a unos 48 km de la línea del frente.
Ucrania se ha mantenido tímida sobre la contraofensiva y es aún más reservada cuando se trata de los detalles tácticos de sus operaciones de sondeo a lo largo de las líneas del frente. Pero en el bando ruso existe la convicción de que Ucrania tiene una clara ventaja en esta área.
“¿Por qué la guerra es de noche? Está tan claro como el día”, escribió el bloguero militar ruso Vladimir Sladkov en su canal de Telegram. “Los equipos (occidentales) tienen una excelente óptica nocturna”.
El jefe de la administración cívico-militar de Zaporityia, Vladimir Rogov, instalado en Rusia, comparte una opinión similar.
“Hay varias razones (por las que Ucrania ataca de noche)”, publicó en su Telegram. “La primera es reducir la eficacia de nuestra aviación; la segunda, evitar pérdidas por impactos certeros de la compañía de choque de drones kamikazes de nuestra 42ª división; y la tercera, aprovechar al máximo las ventajas de utilizar equipos e instrumentos suministrados por Occidente”.
Estados Unidos ha estado suministrando a las fuerzas ucranianas tecnología de visión nocturna desde al menos 2018, tecnología que no suele estar disponible para la mayoría de los soldados rusos regulares.
Los vehículos blindados donados recientemente —como los tanques Leopard 2 y los vehículos de combate de infantería M2 Bradley— también tienen capacidades avanzadas de visión nocturna, en la mayoría de los casos mejores que las disponibles en equipos soviéticos más antiguos que aún emplean las fuerzas rusas.
Un golpe exitoso
A medida que el dron ucraniano se aproxima a su objetivo ruso, la misión entra en su fase más crítica. El aparato es ruidoso y una vez que se acerque a los soldados de Moscú, estos podrán oírlo, aunque no puedan verlo.
Momentos después, los mensajes de texto interceptados por el SBU ucraniano revelan que los soldados de Moscú se han dado cuenta. “Pájaro enemigo avistado”, envía un soldado. “Entendido”, responde otro.
Saber que un avión no tripulado está en el aire significa que los soldados rusos intentarán derribarlo. “Le están disparando”, dice Marat. “No pueden ver el dron, pero están disparando hacia el sonido”.
La unidad también espera que las fuerzas rusas intenten acabar con ellos, lanzando bengalas al aire para iluminar toda la zona circundante.
“Intentan ver cualquier anomalía y nuestra presencia aquí, ahora, es una anomalía. Si tienen una imagen clara de esa zona, verán que algo ha cambiado. Han aparecido coches, ha habido movimiento”, explica Marat. “Si nos ven, intentarán atraparnos”.
Por suerte, en esta ocasión, la unidad no fue avistada, pero ha habido ocasiones en las que se han visto sometidos a un intenso fuego de artillería rusa.
“Ocurre muy a menudo”, dice Marat. “Por eso intentamos cambiar cada vez el lugar de lanzamiento, la hora y la frecuencia de la señal de radio”.
Una planificación minuciosa significa que solo han perdido cuatro drones desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala el año pasado —mucho menos que otras unidades, que en algunos casos queman varios aparatos al día— y aún no han perdido a ningún miembro del equipo.
“La seguridad del equipo es lo primero”, añade Marat. “Después, la seguridad del dron”.
Inmediatamente después de alcanzar el objetivo, la atención se centra en llevar el dron de vuelta a la base, utilizando una ruta previamente trazada, con la esperanza de evitar las defensas aéreas.
“Ahora está volviendo”, dice el piloto. “Está viajando a 14 metros por segundo”.
Minutos después por fin está fuera de peligro. “Quiero fumar”, dice el piloto mientras suspira aliviado.
Nada más aterrizar, la unidad recoge todo rápidamente y se marcha, sin dejar rastro de su presencia. Las imágenes grabadas por el dron al día siguiente muestran un objetivo destruido, otra misión con éxito.
Sin embargo, los hombres dicen que su trabajo aún no ha terminado, no mientras las fuerzas rusas sigan ocupando Ucrania. “Queremos vengarnos de todo el mal que nos han hecho”, afirma Bankir.