(CNN Español) – La única constante en la saga japonesa de videojuegos “Final Fantasy” es el cambio. En ella se ha manifestado una capacidad de innovar que es inusual en otras franquicias, algo que se ha repetido y se ha visto exacerbado con “Final Fantasy XVI”, su última entrega.
Un título que, en pos de apelar a un público más amplio, ha evolucionado hacia un combate de acción en tiempo real en el que no hay turnos, comandos, ni modo táctico y que elimina el mundo abierto y plantea niveles más lineales.
¿Se puede considerar, entonces, a “Final Fantasy XVI” como un auténtico juego de la saga?, se preguntarán muchos fans. La respuesta es que “Final Fantasy XVI” es, en efecto, un auténtico “Final Fantasy”. Y, además, uno que apuesta por la épica y que raya a gran nivel creando momentos espectaculares, aunque con algunos problemas narrativos.
La saga ha tenido combates por turnos, combates más directos, ha matado a protagonistas, ha cambiado de ambientaciones, ha tenido títulos para multijugador en línea, ha permitido que ganen los villanos, ha tenido títulos más lineales… Lo único recurrente es que son juegos de rol y fantasía en los que suelen repetir algunos elementos como su bestiario o la presencia de cristales mágicos, entre otros. Más allá de eso, son aventuras en las que un grupo de personajes busca, casi siempre y como fin último, salvar al mundo de un gran mal. Y todo eso está en esta entrega, más con forma de epopeya que de aventura.
Eikons y combate, aciertos y problemas narrativos
Las clásicas invocaciones de la saga, esas criaturas-deidades omnipresentes en la saga, regresan para ser las protagonistas y ejes vertebradores de todos los elementos del juego. En esta ocasión se llaman eikons. Argumentalmente, “Final Fantasy XVI”, que se ambienta en un mundo de fantasía medieval oscura, cuenta la historia de varios reinos enfrentados entre sí por el control de una serie de cristales mágicos que permiten que personas sin habilidades mágicas puedan emplearlos para cuestiones de su vida cotidiana. Sin embargo, los conflictos entre estos reinos se ven afectados porque cada uno de ellos cuenta con una serie de personas conocidas como dominantes, que tienen la capacidad de invocar a los eikons, que son unas deidades todopoderosas.
En total, solo puede haber ocho eikons y ocho dominantes. En ese contexto, el juego cuenta la historia de Clive Rosfield, un noble cuyo hermano menor es el dominante del eikon Fénix y quien sufre una tragedia que llevará a Clive a comenzar esta historia de venganza, en una trama que tiene lugar a lo largo de 20 años.
Los responsables de esta nueva entrega dejaron claro desde el primer momento en que mostraron el juego que querían acercar la franquicia a audiencias más amplias. Que jugadores de todas las generaciones, conocieran “Final Fantasy” o no, se acercaran al título.
Con este pretexto decidieron hacer un juego más líneal y que el sistema de combate fuera pura acción. Pulsar un botón es realizar una acción y encadenarlas lleva a realizar diferentes combos . Simple y directo.
El resultado ha sido uno de los sistemas de combate más gratificantes de toda la saga por lo espectacular que resulta y por las posibilidades que ofrece. Es dinámico, delicioso y satisfactorio. Es una danza frenética de golpear, esquivar, parar, volver a golpear, usar habilidades obtenidas de los eikons… Y es especialmente en los combates contra estos últimos cuando el juego brilla. Son espectaculares y épicos por el diseño de los mismos, por cómo se desarrollan los combates, por la trama que lleva hasta ellos y por la magistral banda sonora que acompaña.
Todas las tramas argumentales y giros narrativos tienen como protagonistas a estos eikons y sus dominantes. Son ellos los que marcan el ritmo de esta historia y lo que resulta más interesante de la misma. Cada una de estas deidades ha sido diseñada para brillar y los combates e interacciones con ellos son los mejores momentos que deja el juego. Es ahí cuando la historia avanza verdaderamente, con multitud de secuencias cinemáticas en las que se desarrolla a los personajes y su mundo.
El principal problema que se encuentra en “Final Fantasy XVI” es a nivel narrativo y afecta a diferentes elementos y mecánicas. Buena parte del elenco de personajes son planos, poco carismáticos o caen en clichés y frases manidas. Hay personajes que, al terminar la historia, aún no sabes muy bien sus motivaciones o siquiera si tenían sentido sus actos. Clive es un protagonista bien definido e interpretado que permite empatizar con él y que los momentos dramáticos ganen peso. Pero el resto de secundarios quedan muy por debajo. Solo algunos de ellos llegan a destacar como son Jhasua, Cid y, sobre todo, Dion, siendo este último el protagonista de uno de los mejores segmentos del juego.
Los creadores del juego han citado a “Juego de Tronos” como inspiración para esta trama geopolítica y de conflicto entre reinos, pero este argumento se ve diluido cuando de nuevo todo eso queda en un segundo plano y la historia se torna arquetípica y todo es un combate por evitar que un gran mal impere en el mundo.
El juego también ha querido tener un marcado tono más sombrío y sangriento mostrando más violencia, desmembramientos y palabras malsonantes, pero en ocasiones parece una falsa madurez impostada. “Final Fantasy” no necesita decapitar enemigos para mostrarse como un juego adulto o evocar reflexiones profundas como ya ha hecho la saga desde hace más de 30 años.
El otro gran problema es el ritmo. La obra brilla en los momentos en los que lleva al jugador a enfrentarse a los eikons o a los jefes finales de cada parte. Sin embargo, las conexiones entre estos momentos no terminan de funcionar. Se pasa de un momento álgido a un momento valle que se extiende demasiado. El juego plantea diferentes misiones de preparación que suelen seguir el mismo esquema: llegar a un nuevo reino, hacer misiones de recadero que no aportan apenas a la trama general mientras se combate con algunas bestias/bandidos/caballeros deseando que se acaben rápido para poder llegar al siguiente gran combate contra los eikons.
A su vez, puedes optar por realizar misiones secundarias, pero la mayoría son muy pobres: aportan poco conocimiento sobre la historia del mundo y la cultura local y consisten en hacer de recadero o eliminar a determinado enemigo. Es gratificante realizarlas para obtener recursos (hay recompensas en misiones secundarias que son fundamentales como la montura), experiencia y sobre todo, porque el sistema de combate es muy bueno. El mundo de “Final Fantasy XVI” es artísticamente precioso, pero la decisión de que sean niveles en lugar de un gran mundo abierto y de que solo está ahí para luchar contra enemigos y completar misiones secundarias y cacerías de poderosos enemigos deja una sensación de amargura por imaginar lo que pudo haber sido.
“Final Fantasy XVI” ha continuado la tradición de la saga de innovar. Y lo ha hecho con un título que tenía muy claro que quería ser espectacular, especialmente en su combate. Argumental y narrativamente, no llega al nivel de otras entregas de la franquicia, pero sus magníficos combates y los momentos dramáticos con los eikons si entran al panteón de lo mejor que ha dado la misma.