Estudiantes de Corea del Sur realizan el examen nacional de acceso a la universidad en una escuela de Seúl el 17 de noviembre de 2022.

(CNN) – Criar a un niño en Corea del Sur no es tarea fácil. Cuando los niños empiezan a andar, muchos padres ya comienzan a buscar centros preescolares privados de élite.

¿Su objetivo? Que, para cuando cumplan 18 años, se hayan convertido en estudiantes capaces de superar el exigente examen nacional de acceso a la universidad -conocido como Suneung, de ocho horas de duración- y ganarse una plaza en una prestigiosa universidad.

Pero llegar a este punto supone un arduo y costoso viaje que pasa factura tanto a los padres como a los hijos. Se trata de un sistema al que investigadores, políticos, profesores y padres culpan de una larga serie de problemas, desde la desigualdad en la educación hasta las enfermedades mentales de los jóvenes, pasando por la caída vertiginosa de la tasa de fertilidad del país.

Con la esperanza de resolver algunos de estos problemas, el Gobierno surcoreano tomó esta semana una medida polémica: facilitar el examen de acceso a la universidad.

Las autoridades eliminarán las llamadas “preguntas asesinas” del Suneung, también conocido como Prueba de Aptitud Académica Universitaria (CSAT, por sus siglas en inglés), dijo el ministro de Educación del país, Lee Ju-ho, en una rueda de prensa celebrada este lunes.

Estas preguntas, notoriamente difíciles, a veces incluyen material que no está incluido en los planes de estudio de las escuelas públicas, dijo Lee, lo que da una ventaja injusta a los estudiantes con acceso a clases particulares. Añadió que, si bien es “una elección personal” de padres e hijos acudir a clases particulares, muchos se sienten obligados a hacerlo debido a la intensa competencia por obtener buenos resultados en el examen.

El Ministerio “pretende romper el círculo vicioso de la enseñanza privada, que aumenta la carga de los padres y, por consiguiente, erosiona la equidad en la educación”, prometió Lee.

Familias rezan por el éxito de sus hijos en el examen de acceso a la universidad el 17 de noviembre de 2022 en el templo Jogyesa de Seúl.

Preguntas alucinantes y un examen que cambia la vida

Cuando los adolescentes surcoreanos entran en el instituto, gran parte de sus vidas gira en torno a los resultados académicos y la preparación para el CSAT, una fecha que se considera decisiva para su futuro.

Tienen motivos para estar ansiosos: las “preguntas asesinas” van desde el cálculo avanzado que provoca dolor de cabeza hasta oscuros extractos literarios.

El Ministerio publicó esta semana varios ejemplos de preguntas, extraídas de exámenes CSAT anteriores y simulacros de examen, para ilustrar los tipos de problemas que se eliminarían en las futuras pruebas.

Una pregunta, que combinaba conceptos matemáticos como la diferenciación de funciones compuestas, se consideraba “más complicada que las que se estudian en las escuelas públicas, lo que puede causar carga psicológica a los examinandos”, escribió el Ministerio. Otra pregunta de ejemplo pedía a los examinandos que analizaran un largo pasaje sobre la filosofía de la conciencia.

Una mujer adhiere una tarjeta con su nombre deseando buenos resultados para los estudiantes en el examen de ingreso a la universidad en Corea del Sur, en un templo en Seúl el 18 de noviembre de 2021.

Ante estas dificultades, la mayoría de los estudiantes coreanos se inscriben en tutorías o clases extra en escuelas privadas conocidas como “hagwons”. Es habitual que los alumnos pasen directamente de sus clases normales a las sesiones nocturnas de los hagwon, y luego sigan estudiando por su cuenta hasta altas horas de la madrugada.

Como resultado, la industria de los hagwon en Corea del Sur es enorme y rentable. En 2022, los surcoreanos gastaron un total de 26 billones de wones (casi US$ 20.000 millones) en educación privada, según el Ministerio de Educación.

Es casi tanto como el PIB de naciones como Haití (US$ 21.000 millones) e Islandia (US$ 25.000 millones).

El año pasado, el estudiante promedio de primaria, secundaria y bachillerato gastó 410.000 wones coreanos (unos US$ 311) al mes en educación privada, según Lee, la cifra más alta desde que el Ministerio de Educación empezó a registrar datos en 2007.

Ciclo de desigualdad

Los hagwons se han vuelto tan frecuentes en Corea del Sur que el año pasado el 78,3% de todos los estudiantes de primaria a secundaria participaron en la educación privada, según el Ministerio de Educación. Esto supone una enorme presión para las pocas familias y estudiantes que no pueden permitirse las clases extra.

Y la competencia para acceder a la universidad es mayor en un país donde casi el 70% de los estudiantes acceden a la enseñanza superior, una proporción mayor que en otras naciones ricas, con Estados Unidos en el 51% y el Reino Unido en el 57%, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Por eso muchos padres surcoreanos, de distintos niveles de ingresos, invierten sus recursos en la educación de sus hijos, por miedo a que se queden rezagados.

Pero este sistema profundiza y perpetúa la desigualdad educativa, argumentan los expertos. La carga es significativamente mayor para las familias más pobres, que tienden a gastar una proporción mucho mayor de sus ingresos en la educación de sus hijos en comparación con los hogares más ricos. Y aun así, el terreno de juego sigue siendo desigual, con estudios que muestran una clara brecha en el rendimiento de los estudiantes entre las familias de ingresos bajos y altos.

Niños estudian en una academia privada hagwon en Seúl, Corea del Sur, el 10 de agosto de 2016.

El lunes, el ministro de Educación criticó a los hagwons, acusándolos de ser “cárteles de la enseñanza privada” que se aprovechan de la ansiedad de padres y alumnos.

“Padres, profesores y profesionales de la educación quieren que el gobierno adopte un papel activo para que la educación privada pueda ser absorbida por la educación escolar (pública)”, dijo Lee, prometiendo hacer que el sistema sea justo y “erradicar” la cultura hagwon.

Para ello, el gobierno creó un centro de llamadas temporal para que los residentes denuncien las malas prácticas de los hagwons y las academias privadas, dijo.

Añadió que el gobierno también ofrecerá más programas extraescolares y de tutoría dentro del sector público, y proporcionará mejores servicios de guardería para evitar que los estudiantes se vean “acorralados” a asistir a hagwons.

El coste de la excelencia

Esta carrera de ratas educativa también se cobra un alto precio tanto en los estudiantes como en los padres.

Los críticos sostienen desde hace tiempo que la carga que soportan los estudiantes es uno de los factores que provocan una crisis de salud mental en el país, que tiene la tasa de suicidios más alta de los países de la OCDE.

El año pasado, el Ministerio de Salud advirtió de que la tasa de suicidios estaba aumentando entre los adolescentes y los jóvenes veinteañeros, en parte debido a los efectos persistentes de la pandemia.

Una encuesta gubernamental de 2022 agravó el sombrío panorama. De los casi 60.000 estudiantes de secundaria y bachillerato encuestados en todo el país, casi una cuarta parte de los varones y una de cada tres mujeres declararon sufrir depresión.

En un informe anterior, casi la mitad de los jóvenes coreanos de 13 a 18 años citaron la educación como su mayor preocupación.

La educación también pesa mucho a los padres. Los expertos creen que los asombrosos gastos son uno de los principales factores que explican la creciente reticencia de los surcoreanos a tener hijos, junto con otras cargas como las largas jornadas laborales, el estancamiento de los salarios y los elevadísimos costes de la vivienda.

Corea del Sur se clasifica regularmente como el lugar más caro del mundo para criar a un niño desde el nacimiento hasta los 18 años, en gran parte debido al coste de la educación. Muchas parejas sienten que deben concentrar sus recursos en un solo hijo, si es que tienen hijos.

El año pasado, la tasa de fertilidad del país, que ya era la más baja del mundo, cayó a un mínimo histórico del 0,78, ni siquiera la mitad del 2,1 necesario para una población estable y muy por debajo incluso de la de Japón (1,3), actualmente la nación más longeva del mundo.

“Los costes de la crianza de los hijos son elevados y representan una gran parte del presupuesto de las familias con bajos ingresos. Sin ingresos adicionales, tener un hijo conduce a un nivel de vida más bajo, y las familias de bajos ingresos se enfrentan a un riesgo de pobreza”, dijo la OCDE en un documento de 2018, y agregó que “renunciar o posponer la maternidad es una forma de evitar la pobreza”.

El propio gobierno ha lidiado durante mucho tiempo con este problema, diciendo en 2008 que las familias estaban “muy agobiadas por el gasto excesivo” en cuidado infantil y educación. Sin nuevas políticas para reducir esta carga, el país corre el riesgo de “exacerbar aún más el problema de las bajas tasas de natalidad en nuestra sociedad”, advirtió.

¿Un paso en la dirección correcta?

Hasta ahora, los esfuerzos por solucionar el problema han resultado en gran medida ineficaces. El gobierno ha gastado más de US$ 200.000 millones en los últimos 16 años para animar a la gente a tener hijos, pero los resultados han sido escasos.

Los activistas afirman que Corea del Sur necesita cambios más profundos, como desmantelar las arraigadas normas de género e introducir más ayudas para los padres que trabajan.

Algunos esperan que la CSAT sea un paso en esa dirección. Algunos grupos, como la organización cívica El Mundo sin Preocupaciones por la Educación Privada, celebraron la decisión, afirmando que era necesaria para evitar que los niños se vieran “inmersos en una competencia excesiva”.

Una madre reza por su hijo antes de los exámenes de ingreso a la universidad de Corea del Sur en un templo budista en Seúl el 12 de noviembre de 2015.

Pero a otros no les convence, y algunos críticos en internet la califican de solución superficial a un problema más complejo, que llega en un momento en que el gobierno busca apoyos de cara a las elecciones generales del año que viene.

Y muchos estudiantes de bachillerato, que se preparan para el examen de noviembre, se han quejado de sentirse sorprendidos por el brusco cambio después de pasar años estudiando material que pensaban que estaría incluido. Algunos coinciden en que el sector de la enseñanza privada necesita una reforma, pero dudan de la eficacia de esta medida.

“Desde el punto de vista de un estudiante de último curso de bachillerato, no creo que las clases particulares disminuyan solo porque se eliminen las preguntas asesinas”, publicó un usuario en Instagram.

Otro escribió en Twitter: “Creo que la forma de acabar con la moda de la educación privada no es eliminar las preguntas asesinas o bajar la dificultad del CSAT, sino mejorar el entorno del mercado laboral donde, independientemente de tu nivel educativo, puedas trabajar en un lugar seguro, recibir un salario suficiente y tener garantizados los derechos humanos.”

Gawon Bae, de CNN, contribuyó a este artículo.