(CNN) – Cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, una gran cantidad de empresas occidentales se marcharon en protesta. Pero algunas de las firmas más grandes del mundo, incluidas Nestlé, Heineken y el fabricante de refrigerios Mondelez, se quedaron.
Más de un año después, las empresas que optaron por permanecer en Rusia se encuentran en una posición cada vez más difícil: irse se ha vuelto más costoso y complejo, mientras que quedarse se ha vuelto más riesgoso.
Las empresas ahora se encuentran atrapadas entre las sanciones occidentales y la indignación pública por un lado, y un gobierno ruso cada vez más hostil por el otro. El Kremlin está dificultando que las empresas occidentales vendan sus activos rusos, e imponiendo grandes descuentos e impuestos punitivos cuando lo hacen.
La experiencia del fabricante de yogur francés Danone y la cervecera danesa Carlsberg proporciona un ejemplo escalofriante del tipo de intervención estatal de gran alcance que podría ocurrirle a otras empresas extranjeras que esperan vencer una retirada de Rusia.
Ambas empresas habían estado finalizando las ventas a compradores locales cuando el presidente Vladimir Putin firmó una orden para nacionalizar sus activos locales a principios de este mes.
Carlsberg dijo que el desarrollo significaba que las perspectivas para la venta de Baltika Breweries, una de las compañías de bienes de consumo más grandes de Rusia, ahora eran “altamente inciertas”.
Danone dijo este miércoles que registraría una amortización de 200 millones de euros (US$ 221 millones) en su negocio de Rusia, que se suma a un cargo de 500 millones de euros (US$ 554 millones) informado anteriormente. Agregó que, si bien seguía siendo el “propietario legal”, “ya no retiene el control de la gestión” de las operaciones.
La “ventana de oportunidad para salir de Rusia está casi cerrada”, dijo a CNN Maria Shagina, experta en sanciones del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. “Las empresas occidentales ahora están atrapadas entre la espada y la pared”.
Decisiones difíciles para las empersas occidentales
Más de 1.000 empresas extranjeras abandonaron o suspendieron sus operaciones en Rusia desde que estalló la guerra, según investigadores de la Universidad de Yale.
Alentados por las amplias sanciones occidentales, las compañías petroleras, los fabricantes de automóviles, las firmas de tecnología, las consultorías y los bancos lideraron la ola inicial de salidas. McDonald’s vendió más de 800 restaurantes locales, cancelando más de US$ 1.000 millones en el proceso.
BP, por su parte, asumió un cargo de US$ 24.400 millones por ceder su participación del 19,75% en Rosneft, la compañía petrolera más grande de Rusia. La medida también le quitó un mordisco a las reservas de petróleo y gas del gigante energético británico.
Pero incluso después del éxodo masivo de las grandes corporaciones, los investigadores de Yale estiman que más de 200 empresas de todo el mundo continúan haciendo negocios como de costumbre en Rusia.
Otras 178 empresas están “ganando tiempo”, lo que significa que han suspendido nuevas inversiones y reducido sus operaciones, pero aún tienen presencia en el país.
Unilever, Nestlé, Mondelēz y Procter & Gamble, las empresas de bienes de consumo más grandes del mundo, entran en esta categoría.
Si bien las razones exactas que da cada empresa para quedarse varían, los temas comunes incluyen la preocupación por el bienestar de los empleados y sus familias en Rusia, así como las obligaciones con los socios locales, incluidos los agricultores. Las compañías también dicen que están entregando suministros vitales a la gente común y algunos argumentan que abandonar sus activos rusos solo aumentaría el cofre de guerra del Kremlin al darle fácil acceso a nuevas fuentes de ingresos.
Sin duda, la venta no es sencilla y conlleva fuertes sanciones. Las empresas están obligadas a vender sus activos con un 50% de descuento sobre el valor de mercado y pagar al Kremlin una tarifa considerable. Las empresas estadounidenses necesitarían permiso del Tesoro para pagar dicha tarifa, según la guía emitida por la Oficina de Control de Activos Extranjeros en marzo.
Las sanciones occidentales contra casi 2.000 personas y entidades complican aún más el panorama, lo que dificulta encontrar compradores legítimos.
La opción ‘menos mala’
“No tenemos la intención de contribuir más a la capacidad del Estado ruso”, dijo este martes a los periodistas el CEO de Unilever, Hein Schumacher.
Con ese objetivo en mente, la empresa —que pagó 3.800 millones de rublos (US$ 42,2 millones) en impuestos al gobierno ruso en 2022— no había podido encontrar una “solución viable” que involucrara la venta de sus operaciones en el país, agregó.
Abandonar su negocio en Rusia, que tiene 800 millones de euros (US$ 884 millones) en activos, incluidas cuatro fábricas, solo aumentaría el riesgo de nacionalización, lo que deja a Unilever sin otra opción que seguir operando, dijo Schumacher.
“Ninguna de las opciones es realmente buena pero… operar de manera restringida es la menos mala”.
Un portavoz de Nestlé, que tiene seis fábricas y alrededor de 7.000 empleados en Rusia, le dijo a CNN que había “reducido drásticamente” su gama de productos en el país para proporcionar solo “alimentos esenciales y básicos para la población local”.
Procter & Gamble no respondió a una solicitud de comentarios, pero la compañía dijo anteriormente que “se centraría en los artículos básicos de salud, higiene y cuidado personal que necesitan las muchas familias rusas que dependen de ellos en su vida diaria”.
Mondelez dijo en junio que planeaba “tener el negocio de Rusia independiente con una cadena de suministro autosuficiente” para finales de año. “Si suspendiéramos todas nuestras operaciones, correríamos el riesgo de entregar todas nuestras operaciones a otra parte que podría usar la totalidad de los ingresos para sus propios intereses”, agregó.
Pero las acciones del Kremlin hacia Danone y Carlsberg, y antes de ellos la empresa energética alemana Uniper y la finlandesa Fortum Oyj, cuyas empresas de servicios públicos rusas fueron incautadas en abril, ponen de relieve que incluso las empresas que se quedan podrían ser objeto de nacionalización.
Para el profesor de Yale Jeffrey Sonnenfeld, quien dirige el equipo que rastrea las respuestas de las empresas extranjeras a la guerra, irse es la única opción legítima. “La idea es aumentar el nivel de incomodidad, para que [el pueblo ruso] comience a preguntarse quién es el autor de su desgracia”, dijo Sonnenfeld a CNN a principios de este mes.
– Olesya Dmitracova y Anna Chernova contribuyeron con este reportaje.