(CNN) – Morderse las uñas de forma compulsiva, pellizcarse la piel, arrancarse el pelo o morderse los labios y las mejillas, conocidos en inglés por las siglas BFRB, son algunos de los comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo que pueden convertirse en una fuente de angustia, pero una nueva investigación puede ofrecer esperanzas de alivio.
Aunque muchas personas pueden tener uno de estos hábitos en una forma menor, para un número más pequeño pero aún significativo de personas el comportamiento puede causar daños visibles en la piel, como parches de calvicie, cicatrices, llagas y lesiones, y afectar su salud mental, dijo Steffen Moritz, jefe de Neuropsicología Clínica en el departamento de Psiquiatría y Psicoterapia en el Centro Médico Universitario Hamburg-Eppendorf en Alemania.
“En realidad, la mayoría de la gente muestra alguno de estos hábitos a lo largo de su vida, sobre todo morderse las uñas, hasta cierto punto, pero todos pueden llegar a ser problemáticos cuando se hacen en exceso”, afirma Moritz, quien solía morderse las uñas.
“Y muchas de estas personas también tienen problemas (coexistentes), a menudo como consecuencia, porque se avergüenzan de su comportamiento”, dijo. “Evitan la intimidad, sobre todo en la tricotilomanía (arrancarse el vello corporal) o en pellizcarse la piel, y evitan quitarse la ropa delante de su pareja, por ejemplo”.
Aunque a menudo se perciben erróneamente como leves, estos comportamientos repetitivos en algunos casos extremos pueden llegar a ser potencialmente mortales. Los casos de sepsis, una reacción grave a una infección, se han relacionado con el pellizcarse la piel. Y arrancarse el pelo y comérselo han provocado graves problemas estomacales con complicaciones mortales.
La terapia cognitivo-conductual, guiada por un terapeuta, se considera el tratamiento de referencia para estos comportamientos problemáticos, señaló Moritz, pero un pequeño ensayo de prueba de concepto, cuyos resultados se publicaron en la revista médica JAMA Dermatology el 19 de julio, sugiere que una suave técnica de autoayuda puede tener algunos beneficios si un terapeuta no es una opción inmediata.
Toque suave
Los BFRB, a menudo envueltos en vergüenza y secretismo, no deben considerarse una forma de automutilación, autolesión u odio hacia uno mismo, afirma Moritz. Se entienden más bien como una forma de calmar y tranquilizar el sistema nervioso, sobre todo en situaciones de estrés, para aliviar el aburrimiento o para descargar emociones fuertes como la ira.
Los BFRB pueden ser automáticos, como cuando se ve la televisión o se estudia, o más intencionadas, por ejemplo cuando se está delante de un espejo.
“Yo mismo me he comido las uñas, así que me considero un experto por profesión, pero también por experiencia. (Los BFRB) producen cierto alivio, cierto placer, así que hay sentimientos encontrados”, explica.
“Así que surgió la idea de hacer algo que también sea repetitivo y autocalmante, pero que no sea disfuncional. Además, no llama la atención”.
La técnica de sustitución del hábito que idearon Moritz y sus colegas consiste en acariciar suavemente la piel de distintas maneras: haciendo círculos con los dedos índice y medio, golpeando los dedos índice y medio contra el pulgar, cruzando los brazos y acariciando los antebrazos, haciendo círculos con las yemas de los dedos sobre la palma de la otra mano, entre otras. Si te preocupa especialmente rascarte la piel, puedes hacerlo sobre tu ropa en lugar de tocar directamente el cuerpo.
Moritz y su equipo crearon un video para mostrar las distintas técnicas, y cada quien debe decidir cuál le funciona mejor.
Moritz afirma que otras formas de terapia de sustitución de hábitos suelen centrarse en un movimiento de “congelación”, como apretar el puño o sentarse sobre las manos cuando se siente el impulso de llevarse la mano al pelo o la piel, pero él quería introducir un elemento benigno que produzca calma.
En el estudio, Moritz reclutó a 268 personas con BFRB, incluidos participantes que mostraban conductas de pellizcarse la piel, tricotilomanía, morderse las uñas y morderse los labios y las mejillas, de edades comprendidas entre los 18 y los 80 años. A la mitad del grupo se le entregó un manual que describía la técnica ideada por Moritz y su equipo, mientras que a los demás se les dijo que estaban en lista de espera para el mismo programa.
Después de seis semanas, el 54% de las personas del grupo que utilizó las técnicas de sustitución de hábitos informó de una mejora en una escala ideada para medir la gravedad del comportamiento repetitivo centrado en el cuerpo, en comparación con el 20% del grupo de control. Los que se mordían las uñas parecían beneficiarse más de la técnica.
Sin embargo, el ensayo tenía limitaciones importantes: se realizó durante un breve periodo de tiempo sin seguimiento posterior, la gran mayoría de las personas que participaron eran mujeres blancas y los participantes se reclutaron a través de las redes sociales.
“No sabemos hasta qué punto se mantiene el efecto”, afirma Moritz. “No hicimos ninguna evaluación presencial adecuada”, añadió, y explicó que muchos enfermos no quieren pedir ayuda a un médico.
“Manta de espinas”
Stacy Nakell, psicoterapeuta y trabajadora social clínica especializada en el tratamiento de los BFRB, dijo que uno de los puntos fuertes del estudio era que los investigadores habían reconocido que la función de los BFRB tiene que ver con la regulación emocional, y pensó que la técnica de sustitución de hábitos podría ser útil.
“Me gusta que se incluya la idea de la autorregulación porque creo que algunas de las terapias cognitivo-conductuales han empezado con la idea de que tenemos que deshacernos de los BFRB y no han reconocido realmente el componente de autorregulación”, dijo Nakell, autora de “Treatment for Body-Focused Repetitive Behaviors: An Integrative Psychodynamic Approach”.
“Se puede pensar en … (los BFRB) como una manta con espinas”, añadió.
Sin embargo, dijo que cree que las técnicas de sustitución de hábitos son solo una parte de un rompecabezas más grande en el tratamiento BFRB.
“Tenemos que pararnos y comprobar qué emociones hay en la mezcla. Sigue siendo importante tratarlas a un nivel más profundo que encontrar un sustituto tranquilizador”, afirma Nakell.
“Si no se tratan las raíces, ocurre una de dos cosas: o la gente adopta otros comportamientos problemáticos o se siente muy decepcionada cuando desaparece el efecto a corto plazo de un tratamiento más centrado en los síntomas”.