CNNE 1431169 - las implicaciones del caso judicial contra trump
Fiscal Smith vs. Trump: las implicaciones del caso judicial contra el expresidente de EE.UU.
05:16 - Fuente: CNN

(CNN) –  Millones de estadounidenses están inmersos en un mundo retorcido en el que el lenguaje utilizado para describir a los autócratas se está aplicando a las instituciones democráticas de Estados Unidos.

La retórica draconiana, antes reservada para tiranos y dictadores, se ha convertido en lugar común en los medios de derecha cuando se refieren al presidente Joe Biden y al gobierno electo que dirige. El lenguaje oscuro y siniestro, normalizado en las principales plataformas conservadoras como Fox News, se ha hecho patente esta semana durante la cobertura de la tercera acusación contra Donald Trump.

La Casa Blanca de Biden es llamada el “régimen de Biden”. Las fuerzas de seguridad federales son referidas como la “Gestapo” y la “fuerza policial personal” de Biden. Instituciones como el Departamento de Justicia son llamadas como “el Departamento de Injusticia”. Las acusaciones contra Trump son referidas como “crímenes de guerra políticos” y un “asesinato”.

Hablar de encarcelar a políticos demócratas, e incluso a sus familias, en actos de venganza está a la orden del día. Incluso insinuar la ejecución directa de Biden, como Charlie Kirk hizo recientemente, se acepta en el mundo deformado de medios partidarios de Trump, donde la audiencia ha sido programada a través de años de condicionamiento para dar la bienvenida a tal retórica vil en sus hogares.

Nada de esto es una exageración. Es la realidad de lo que se está transmitiendo en millones de hogares en todo el país.

Todo forma parte de una tendencia mayor que ha desfigurado dramáticamente a los medios conservadores desde que Trump ascendió al poder. Con el objetivo de retratar a los progresistas como una fuerza maligna en Estados Unidos, las figuras y los medios más populares de la derecha han añadido casualmente términos despóticos a Biden y su Gobierno.

La jerga extremista con frecuencia pasa desapercibida, provocando miradas de exasperación de quienes no pertenecen a este universo alternativo y recibiendo escasa atención mediática. Pero no debería ser así. El lenguaje conlleva graves consecuencias. Y transmitir repetidamente a millones de personas que su líder electo democráticamente es un tirano que utiliza nefastamente la fuerza del gobierno para perseguir y encarcelar a su oposición política conlleva un gran riesgo.

“Creo que es difícil exagerar los peligros: este lenguaje va más allá de la mera demonización porque sugiere la necesidad de una resistencia violenta”, me dijo este jueves Charlie Sykes, antiguo locutor de radio conservador y redactor jefe de The Bulwark. “Es un lenguaje que socava la integridad, las instituciones democráticas y el propio sistema judicial. Y hay una escalada constante sin preocuparse mucho de adónde conduce o quién podría actuar con la idea de que nuestros oponentes no solo están equivocados, sino que son malvados, peligrosos e ilegítimos”.

Sykes señaló inteligentemente: “No se discute, debate o discrepa con la Gestapo”. En lugar de eso, “se va a la guerra contra ellos”.

Cada día hay más pruebas de que la repetición que desafía los hechos está funcionando. Una encuesta de CNN publicada este jueves reveló que casi el 70% de los republicanos y de los que se inclinan por los republicanos dijeron que creían que la victoria presidencial de Biden no era legítima, una mayoría asombrosa a pesar de que no hay pruebas de fraude electoral generalizado. Y lo que es más alarmante, cerca de la mitad de los republicanos afirman que no confían en absoluto en que las elecciones reflejen la voluntad del pueblo.

Podría decirse que la retórica que satura hoy los principales medios de comunicación de derecha es más extrema que la hipérbole utilizada en las semanas previas a la insurrección en el Capitolio de Estados Unidos. En esas semanas, al igual que ahora, las fuerzas mediáticas de derecha prepararon el escenario y reunieron la leña para Trump, que estuvo encantado de encender una cerilla a la leña empapada de gasolina que se reunió ante él el 6 de enero.

Como mínimo, el veneno vertido en el discurso nacional ha mutilado el sentido compartido de los principios democráticos de Estados Unidos y ha contribuido a una profunda polarización, dividiendo a vecinos, amigos y familias. Pero tras la tercera acusación de Trump, por un intento de derribar la democracia estadounidense, y una retórica cada vez más intensa, esperemos que la historia no se repita.