(CNN) – Las encuestas muestran que Donald Trump aventaja al gobernador de Florida, Ron DeSantis, su rival más cercano para la designación presidencial republicana de 2024, por unos 40 puntos. Se podría pensar que esto llevaría a los rivales republicanos del expresidente a atacarle en un intento de restarle ese apoyo, que se sitúa por encima del 50% de los votos en las primarias.
Sin embargo, la mayoría de sus oponentes parece indecisa, si no totalmente reacia, a hacerlo.
Las cifras revelan por qué. Los que han ido a por él vieron cómo se resentía su popularidad entre los votantes republicanos, mientras que los que han subido en las encuestas de las primarias o bien no mencionan a Trump o bien lo elogian.
No hace falta mirar más allá de Chris Christie, exgobernador de Nueva Jersey, para entender lo que ocurre cuando un candidato republicano se muestra muy crítico con el expresidente. Christie está batiendo récords de impopularidad dentro del partido.
Su índice neto de favorabilidad en la última encuesta de la Universidad Quinnipiac se sitúa en -44 puntos entre los republicanos. Un asombroso 61% de los votantes republicanos tiene una opinión desfavorable de él.
De hecho, Christie se hizo más impopular a medida que avanzaba la campaña presidencial.
Por lo que puedo ver, parece tener el índice neto de favorabilidad más bajo en este momento del ciclo de cualquier republicano que se presente a presidente desde al menos 1980.
Esto no significa que Christie no tenga una base de apoyo dentro del Partido Republicano. Una encuesta del New York Times/Siena College de julio ilustra bien este punto.
El exgobernador de Nueva Jersey lideró el campo republicano (con un 22%) entre los probables votantes de las primarias del Partido Republicano que votaron por Joe Biden en 2020. El problema es que este grupo representa menos del 10% del electorado de las primarias republicanas. Christie obtuvo solo alrededor del 1% de apoyo entre el 90% restante.
Christie no está solo en sus pobres índices de favorabilidad entre los candidatos presidenciales republicanos vistos como anti-Trump.
El exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson -que ha pedido al Partido Republicano que se aleje de Trump- fue el único aspirante presidencial durante el primer debate republicano de la semana pasada que no levantó la mano cuando se preguntó a los candidatos en el escenario si respaldarían al expresidente como candidato del partido incluso si fuera condenado en un tribunal de justicia. (Christie levantó la mano, pero después hizo un gesto con el dedo señalando, diciendo que la conducta de Trump no debería normalizarse. El expresidente se saltó el debate de Milwaukee).
Antes del debate, la mayoría de los republicanos (65%) no había oído hablar lo suficiente de Hutchinson como para formarse una opinión, según Quinnipiac. Los que tenían una opinión lo veían desfavorablemente en una proporción de más de 3 a 1 (26% desfavorable a 8% favorable, una calificación de favorabilidad neta de menos-18 puntos).
El exrepresentante de Texas Will Hurd, otro crítico de Trump, no subió al escenario del debate, y la gran mayoría de los republicanos (83%) no ha oído hablar de él lo suficiente como para formarse una opinión. Entre los que sí lo han hecho, Hurd tiene una tasa neta de favorabilidad similar a la de Hutchinson: un 4% lo ve favorablemente y un 11% desfavorablemente. Esto no es sorprendente, dado que Hurd ha señalado que no apoyaría a Trump si el expresidente fuera el candidato.
La popularidad duradera de Trump
Otros datos de encuestas confirman el dilema al que se enfrentan Christie, Hutchinson y Hurd. Más allá del hecho de que Trump goza sistemáticamente de una opinión favorable por parte del 80% de su partido -y de una opinión “muy favorable” por parte de más del 50%-, la mayoría de los republicanos sencillamente no quiere que los republicanos hagan campaña contra Trump.
Una encuesta de CBS News/YouGov realizada antes del debate del Partido Republicano reveló que el 91% de los probables votantes de las primarias republicanas quería que los candidatos presentaran sus propios argumentos para la nominación del Partido Republicano en el escenario. Solo el 9% quería que lo hicieran contra Trump.
Esa cifra del 91% deja claro por qué el senador de Carolina del Sur Tim Scott ha dudado en atacar a otros republicanos. Se le ha visto como una especie de guerrero feliz.
Como resultado, Scott ha subido en las encuestas y se sitúa en un consistente tercer puesto en Iowa. Su índice neto de favorabilidad entre los republicanos en la última encuesta nacional de Quinnipiac fue de más-41 puntos, con un 49% que tiene una opinión favorable de él y un 8% desfavorable.
Además de Trump y DeSantis, Scott ha sido uno de los pocos republicanos que ha logrado abrirse paso.
El otro republicano que lo ha hecho es Vivek Ramaswamy. El empresario de Ohio ha sido implacable en sus elogios a Trump, llegando incluso a prometer que indultaría al expresidente si era elegido para la Casa Blanca en caso de que Trump fuera condenado por un delito en un tribunal federal.
Ramaswamy fue uno de los principales objetivos del debate de la semana pasada. Tiene sentido si se tiene en cuenta que ocupa el tercer puesto en promedio en las encuestas nacionales.
Su índice neto de favorabilidad fue de más-30 puntos en la encuesta de Quinnipiac. El 39% de los republicanos tenía una opinión favorable de él, solo eclipsado por el 51% que ni siquiera podía formarse una opinión.
Por supuesto, la cuestión definitiva a la hora de ir contra Trump quizá pueda verse mejor en la encuesta de CBS News. Se preguntó a los partidarios del expresidente sobre la veracidad de lo que oyen decir a otras personas. La gran mayoría de ellos (71%) opinó que lo que Trump les cuenta es cierto, un porcentaje superior al de quienes dijeron lo mismo de amigos y familiares (63%).
Dado que Trump acapara la mayoría de los votos del Partido Republicano, los republicanos considerados demasiado negativos hacia él no irán a ninguna parte en las primarias.
Esto deja a los rivales republicanos de Trump con un enigma que incluso a Harry Houdini le resultaría difícil de resolver: cómo restar apoyo a Trump sin que se considere que intentan hundirle.