El soldado ucraniano conocido por el indicativo Karatsupa, comandante de la tripulación del Bradley en la 47° Brigada Mecanizada. Crédito: Pierre Bairin/CNN

Región de Zaporiyia, Ucrania (CNN)– La T0408 fue alguna vez un camino rural que conducía pacíficamente hacia el sur a través de los campos abiertos de la región ucraniana de Zaporiyia, desde Orikhiv a través de Robotyne y hacia Tokmak.

Ahora, los hombres de la 47° Brigada Mecanizada de Ucrania la rebautizaron como “el camino al infierno” y el panorama que pintan es apocalíptico: el cielo “negro de drones”, constantes bombardeos aéreos y de artillería, y los campos, antaño fértiles, atestados de minas, trincheras y búnkers rusos que hacen prácticamente imposible cualquier avance hacia el sur.

Sin embargo, eso es precisamente lo que buscan los soldados ucranianos bajo los indicativos de Karatsupa, Pan y Taba, que conducen sus vehículos de combate Bradley, de fabricación estadounidense, por un camino que, en su opinión, es también el camino hacia la victoria.

Cada día, bajo un fuego implacable, llevan tropas frescas y sacan a las que ya han batallado, con sólo 30 segundos para hacer el intercambio en el campo de batalla.

“Llevo sirviendo desde 2014 y nunca me he encontrado con semejantes campos de minas en ningún sitio. Hectáreas de ellos, a izquierda y derecha —dijo Karatsupa—. Muchas trincheras, búnkers. Y todo esto a lo largo de decenas de kilómetros. Incluso lanzan minas al territorio que tomamos. Sin las minas, ya estaríamos en Tokmak”.

Se ha hablado mucho de la importancia estratégica de Robotyne para la contraofensiva ucraniana de tres meses de duración en el sur. Pero su captura ha enfurecido aún más a los rusos, dicen los hombres de la 47° Brigada.

Los restos de lo que era un pueblo de 500 habitantes antes de la guerra siguen siendo bombardeados día y noche. No solo por la artillería y los bombardeos aéreos, sino sobre todo por los drones.

“El cielo está lleno de ellos —dice Pan—. Drones de vigilancia, drones de ataque, algunos ucranianos, otros rusos… es imposible saberlo. Los peores son los kamikazes, que te siguen y te destruyen”.

Y, tras un mes de combates, quedaba tan poco de la aldea que tomaron a finales de agosto que no podían creer lo que encontraron: civiles todavía agazapados en sus sótanos.

Después de que la infantería les dijera que recogieran sus cosas, se apresuraron a entrar en los Bradley bajo un fuego constante. Una mujer trajo a su gato, otro civil preguntó si podía traer el coche en el que se había gastado los ahorros de toda su vida antes de la guerra sacándolo en medio de dos Bradley.

“Las cosas en los territorios ocupados son diferentes”, dijo Pan, explicando que el vehículo era un viejo Zhiguli de US$ 300, pero que “las pertenencias allí tienen un significado diferente”. Tras algunas negociaciones, el auto se quedó atrás mientras se ponía en marcha la evacuación.

Pan (izquierda) y Taba (derecha) son mecánicos conductores de Bradley. Las tropas de la 47° Brigada Mecanizada de Ucrania luchan a lo largo de lo que han rebautizado como "el camino al infierno". Crédito: Pierre Bairin/CNN

“Los rusos empezaron a bombardearnos inmediatamente —dijo Karatsupa—. Les da igual quién esté allí: militares o civiles. Les da igual. Cuando cerramos la rampa del Bradley, la descarga de artillería comenzó de inmediato. Por suerte el vehículo es bueno y nos alejamos. Llegamos a la siguiente curva y los rusos volvieron a abrir fuego contra nosotros, a pesar de que sabían que llevábamos civiles”.

CNN no ha podido confirmar de forma independiente que los rusos supieran que el vehículo transportaba civiles.

En un bosque cercano, las tropas ucranianas descargaron a los hombres y mujeres, en su mayoría ancianos hambrientos y sucios tras pasar un mes bajo tierra, durante lo peor de los combates.

“Nos contaron que los rusos los habían tratado como esclavos —dijo Karatsupa—. Tenían que robar a los rusos para tener algo que comer”.

Pero incluso antes de la contraofensiva y de la batalla de un mes por el propio pueblo, sus vidas, dijo, se habían hecho insoportables por una ocupación rusa de la que ninguno tenía medios para huir.

Como tantas aldeas y pueblos de la región de Zaporiyia, Robotyne estuvo en desventaja desde el principio de la guerra por su geografía, ya que se encontraba justo al sur de donde se detuvo la invasión rusa en marzo de 2022 y, por tanto, fuera del alcance de cualquier ayuda.

“Los obligaron a hacer varios trabajos, no los dejaron salir de sus casas —dijo Karatsupa sobre los civiles—. Los trataban como a sirvientes. Y estas personas no tenían adónde ir. No querían ir a Rusia, pero no podían llegar a Ucrania. Se quedaron, aguantaron, se preocuparon. Se pusieron muy contentos cuando llegamos, cuando se dieron cuenta de que las Fuerzas Armadas de Ucrania habían llegado al pueblo”.

Pero sin los Bradley, dicen los hombres, nadie habría sobrevivido. Mostraron con orgullo a CNN algunos de los impactos directos de artillería que habían recibido los blindados de fabricación estadounidense, elogiándolos en repetidas ocasiones.

Su única desventaja, dice Karatsupa, es su característico silbido, que puede oírse a kilómetros de distancia. Esto tiene su lado positivo a la hora de infundir miedo a los rusos, añade, y de tranquilizar a la infantería ucraniana de primera línea, que sabe que la cobertura de fuego está en camino. Pero ningún vehículo, por notable que sea, es totalmente impenetrable.

Karatsupa, Pan y Taba llevan consigo no sólo el orgullo por lo que han conseguido, sino también el dolor por lo que han perdido.

Algunos de los hombres con los que capturaron Robotyne la semana pasada han muerto desde entonces en un ataque directo contra su Bradley. Un recordatorio de que, por muy importante que sea la conquista de Robotyne para la contraofensiva, hay muchas más pérdidas por delante… en el “camino al infierno”.