(CNN) – El festival Burning Man, la confabulación del desierto que se convirtió en caos durante el fin de semana, ya no es la fiesta alocada y de espíritu libre que alguna vez fue.
Para muchos que observaban el desorden de Burning Man desde lejos, la lluvia y el barro que dejaron varadas a 70.000 personas rápidamente se convirtieron en un símbolo del alejamiento del festival de sus raíces.
O, más simplemente, de cómo los multimillonarios arruinaron el festival Burning Man.
El festival comenzó como una pequeña reunión en 1986 en una playa de San Francisco y eventualmente creció hasta convertirse en una valiente comunidad contracultural de “Burners” que evitan el comercialismo dentro de su ciudad improvisada, erigida anualmente en el lecho de un lago disecado conocido como la playa.
No hay dinero que se intercambie en la playa; eso es fundamental para el espíritu de “desmercantilización” de la comunidad. Pero cada vez hay más dinero en juego.
Ir al festival Burning Man es, en algunos círculos de élite, similar a haber escalado el Everest o haber tomado ayahuasca en un retiro de meditación: una experiencia espiritualmente transformadora, emprendida con una considerable red de seguridad de privilegios.
Elon Musk, la persona más rica del mundo, ha sido un habitual asistente del Burning Man y le dijo a Recode en 2014 que “si no has estado, simplemente no lo entiendes”. Mark Zuckerberg voló por un día en 2012 para servir sándwiches de queso asado e incluso montar su propia tienda de campaña, según su amigo y cofundador de Facebook, Dustin Moskovitz. En 2018, poco después de ser acusada de fraude federal, la fundadora de Theranos, Elizabeth Holmes, se retiró al desierto y quemó una efigie de su fallida startup, le dijo a The New York Times.
Uno de los 10 pilares de Burning Man es la “autosuficiencia radical”, y con ese espíritu la mayoría de los juerguistas acarrean su propia agua y alimentos no perecederos para la semana, y “confían en sus recursos internos” para sobrevivir, según al sitio web de la organización.
Sin embargo, para el uno por ciento de los asistentes, la autosuficiencia puede subcontratarse.
Se sabe que los ultrarricos viajan con chefs personales durante la semana y pagan hasta US$ 50.000 para acampar en tiendas de campaña lujosas, como informó The New York Post en 2019. Un periodista de Business Insider, de manera similar, escribió sobre llamados campamentos elegantes alrededor de la playa que contaban con candelabros, salas de fiestas y duchas al aire libre.
“Burning Man es el ejemplo perfecto de cómo muchos blancos ricos fabrican dificultades de forma recreativa porque son inmunes a ellas sistemáticamente”, escribió un usuario en X, antes Twitter, este fin de semana.
La infiltración del jet set es la fuerza impulsora detrás de la alegría por el mal ajeno que emana de las redes sociales en respuesta a imágenes de video de los asistentes al festival (algunos de los cuales pagaron US$ 2.750 por un solo boleto) pisando barro hasta los tobillos, sin poder salir del campamento después de una lluvia inusualmente intensa.
“Para mí es un pequeño emoji de violín”, escribió un usuario de TikTok.
Si bien algunos asistentes al festival encontraron la situación aterradora (una vibra de “El señor de las moscas”, como la describió un asistente), muchos Burners experimentados estaban tomando el mal clima y los cierres de carreteras con calma, ofreciendo comida y refugio a quienes lo necesitaban. Si bien una persona murió en el festival, la muerte “no tuvo relación con el clima”.
Andrew Hyde, uno de los asistentes al festival, dijo a CNN que la lluvia y el barro han devuelto el significado del evento a sus raíces.
“Vienes aquí para vivir un clima severo y te preparas para ello”.
– Nouran Salahieh y Holly Yan contribuyeron a este artículo.