Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion.
(CNN Español) – La contraofensiva ucraniana comenzó hace unos tres meses y no ha logrado un avance significativo contra las tropas rusas. La situación nos recuerda a la Primera Guerra Mundial tras la sangrienta batalla del Marne, cuando el frente occidental se estancó durante más de tres años, causando millones de muertos. Pero ¿podría Ucrania resistir tanto tiempo de inmovilidad?
Una respuesta está en las retaguardias, esas que proporcionan pólvora y municiones. Las de Alemania, Austria y Hungría en 1914 estaban a pocos kilómetros de distancia; las de Francia y Gran Bretaña también. Como hoy las del Ejército ruso. Pero las de Ucrania están principalmente en otros países. Porque esta guerra no es solo entre Ucrania y Rusia, sino también entre la OTAN y Rusia, por dos maneras de ver el mundo y su futuro. Si la contraofensiva ucraniana llegara a detenerse o a fallar completamente, si se mantiene por mucho más tiempo el fracaso de la contraofensiva de Kyiv, el desgaste de las fuerzas “democráticas” ucranianas dará la victoria a las “criminales” fuerzas rusas, superiores en número, armamento y capacidad de reaprovisionamiento.
Sin hacer la simplista evaluación de “quién tiene la razón”, la guerra se encuentra en un momento crítico. Los ucranianos han tenido al menos unas 100.000 bajas, según estimaciones del Pentágono en noviembre de 2022. En el frente de batalla no existen medios adecuados para retirar a los heridos en combate, más de seis millones de personas han abandonado el país y la reciente noticia de que se abrieron 112 investigaciones penales y que echaron a todos los reclutadores de las fuerzas ucranianas por corrupción (vendían exenciones para quienes no querían ir a la guerra) denota que el cáncer del soborno sigue vigente en Ucrania.
Todo esto arroja dudas sobre la capacidad real de Ucrania de continuar una guerra de desgaste contra el atrincherado oso ruso y lograr una victoria histórica echándolo de su territorio, como ha sido la visión idealista de la mayoría de los gobernantes y políticos que viajan a Kyiv para la deseada foto con el incansable y heroico Volodymir Zelensky.
Estados Unidos, como líder del mundo libre, junto a los demás países de la OTAN, tendrá que decidirse más temprano que tarde a ayudar a la valiente Ucrania, destrozada y jadeante.
Hasta ahora las negociaciones de paz –como las iniciadas el 10 de marzo de 2022 en Turquía entre Kyiv y Moscú, a los 14 días de iniciarse el conflicto— han fracasado. En aquella, Kyiv había aceptado la condición de neutralidad en su propuesta a Moscú, en su plan de paz de 10 puntos, entregado el 29 de marzo. Puso en cuestión la devolución de Crimea, anexada por Rusia nueve años antes. En mi opinión, parecía que la paz se aproximaba. Kyiv pidió un lapso de 15 años, hasta 2037, para decidir la devolución de Crimea. Para la firma del acuerdo, Kyiv propuso la participación de Rusia, Gran Bretaña, China, EE.UU., Francia, Turquía, Alemania, Canadá, Italia, Polonia e Israel como garantes. Pero a los diez días de haber entregado el plan de paz a Moscú, el 9 de abril de 2022, el primer ministro del Reino Unido Boris Johnson llegó por sorpresa a la capital ucraniana. Tal vez la visita fue la manera diplomática y más directa de manifestarle a Zelensky que Occidente dudaba seriamente del acuerdo de paz con Rusia. Y ofreció a Kyiv más sanciones contra Moscú, US$ 130 millones en armamento, además de otros US$ 500 millones.
Horas después de la visita, Zelensky advirtió en su discurso nocturno que “el objetivo de Rusia es todo el proyecto europeo” y llamó a “todas las democracias, a todo el mundo civilizado” a imponer un embargo al petróleo ruso para empujar a Moscú hacia un acuerdo de paz con Kyiv (con otras condiciones).
El 12 de abril Putin declaró que el plan de paz propuesto por Ucrania había llegado a su fin.
Puede que Johnson confiara en la debilidad militar y económica rusa. La visita del premier británico puso a Zelensky entre la espada y la pared. Sus aliados, Estados Unidos y Europa, posiblemente no garantizarían su iniciativa de paz con Moscú. Se quedaría como el pintor, solo, agarrado de su brocha.
Pero un año y cuatro meses después, parece que Johnson se equivocó. Él debió dejar el poder, mientras el “cocodrilo” Putin sigue dando fuertes dolores de cabeza a las libertades democráticas, y en especial a las de Ucrania. Sobre todo ahora que la contraofensiva ucraniana parece no haber avanzado significativamente.
Varios comentaristas han llamado a Zelensky un inconforme pedigüeño.
De ser un “nuevo Churchill” irá bajando tal vez su categoría, pero la democracia occidental le debe una explicación a Ucrania. Más que eso, una solidaridad sin barreras a partir de aquellas conversaciones de paz fracasadas desde sus capitales. Si la contraofensiva ucraniana sigue estancada, Estados Unidos y Europa deberán tomar una decisión crucial: negociar la difícil paz con Moscú o escalar la guerra con sus soldados, yendo en la dirección de la confrontación nuclear. ¿Qué piensa usted?