Nota del editor: Frida Ghitis (@fridaghitis), exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora.
(CNN) – Cuando el dictador norcoreano Kim Jong Un llegó este martes a la región rusa del Lejano Oriente en el tren verde blindado de su abuelo, camino de reunirse con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, contribuyó a subrayar dos hechos importantes sobre la guerra no provocada de Putin contra Ucrania.
En primer lugar, Putin ha convertido lo que una vez fue un poderoso y respetado ejército, y país, en uno que se ve rebajado a pedir ayuda a un Estado empobrecido que apenas puede alimentar a su propio pueblo. Es un ejercicio humillante para un Putin disminuido, que se compara vanagloriosamente con el zar Pedro el Grande del siglo XVIII, y no es una gran imagen para una Rusia profundamente dañada.
En segundo lugar, la guerra de Rusia contra Ucrania está haciendo que el mundo entero sea más peligroso. Después de más de 18 meses, Rusia está cortejando a un régimen que ha agredido a su vecino en múltiples ocasiones y dispara regularmente todo tipo de misiles peligrosos en la región, el último hace tan solo unos días. Una nación marginada que es probable que ahora surja todavía más amenazante después de negociar con Putin.
El Kremlin se ha esforzado por desempolvar y reavivar su vieja relación de la Guerra Fría con la dinastía totalitaria de Pyongyang desde que fracasaron sus planes de conquistar Ucrania en pocos días. Ya el año pasado, Corea del Norte suministró proyectiles de artillería y misiles a Rusia, según funcionarios estadounidenses.
Pero, a medida que la guerra se prolongue, los arsenales rusos se seguirán agotando mientras las sanciones internacionales contra el invasor de Ucrania dificultan el aumento de la producción. Y esas son excelentes noticias para Kim.
Un Putin cada vez más aislado ha estado rebuscando armamento entre otras naciones parias. Irán se convirtió en un proveedor clave de los drones que matan rutinariamente a civiles ucranianos (Irán ha negado el suministro de armas a Rusia a pesar de las pruebas que demuestran lo contrario). Ahora, Corea del Norte puede estar a punto de desempeñar un papel más importante, ayudando potencialmente a Rusia en su guerra ilegal.
Parece que Putin está formando una especie de equipo de tiranos, una asociación ad hoc de regímenes represivos, gobiernos de países donde los ciudadanos se ven privados de muchos de los derechos que gran parte del mundo da por sentados. Lugares en los que los críticos reales y percibidos del régimen mueren en circunstancias misteriosas; tendiendo la mano a otros dictadores, uno por uno, mientras busca ayuda para aplastar la independencia de Ucrania.
China, por cierto, otro régimen represivo, está en general del lado de este incipiente bloque, pero ha desempeñado un papel reticente. Ha mantenido su apoyo, pero no ha entregado cantidades masivas de armas a Moscú. Para Corea del Norte, los crecientes vínculos con el Kremlin le brindan la oportunidad de presionar tácitamente a Beijing, su otro amigo, para que le preste más apoyo.
Lo que Moscú quiere de Pyongyang no es un misterio. Cuando el secretario de Defensa Sergei Shoigu viajó a Corea del Norte en julio, en la que fue la primera visita de un secretario de Defensa de Rusia en más de 30 años, recorrió una exposición de armas y dijo que los dos países celebrarían juegos de guerra conjuntos. “Son nuestros vecinos”, dijo, y añadió que “es mejor vivir en paz y armonía con tus vecinos” (quizás ignoraba lo que sus fuerzas han estado haciendo en Ucrania).
Shoigu sentó las bases para la visita de esta semana y para un gran acuerdo militar, o eso esperan los participantes.
La hipermilitarizada Corea del Norte cuenta con un gran arsenal. Al parecer, Rusia quiere principalmente proyectiles de artillería y misiles antitanque; más potencia de fuego para asaltar Ucrania.
Pero, ¿qué gana Kim? ¿Por qué se aventura a salir del país por primera vez en cuatro años, apenas la décima desde que heredó el poder en 2011?
La verdadera ventaja de esta reunión, como suele ocurrir, es para Pyongyang, y eso hace que el encuentro sea preocupante para Corea del Sur, para la región y para el resto del mundo.
La reunión en sí otorga a Kim el tipo de atención mundial que ansía, lo que le fortalece en casa y aumenta su prestigio en el extranjero. Pero hay algo más que simbolismo y un mensaje a China de que Pyongyang tiene opciones más allá de Beijing.
Kim es el tercer gobernante de la dinastía que ha gobernado Corea del Norte desde la Segunda Guerra Mundial, cuando su abuelo fue instalado bajo los auspicios soviéticos de la era de Stalin. Los Kim han reforzado sistemáticamente el control de su país hasta convertirlo en uno de los regímenes más represivos del mundo, con enormes campos de prisioneros donde se realizan trabajos forzados, se tortura y se pasa hambre. El régimen niega su bien documentada brutalidad.
Mientras la economía del país y su capacidad para mantenerse se marchitaban, los Kim prodigaron un gasto masivo en el ejército, trabajando obsesivamente para construir el arsenal nuclear del país, junto con la capacidad de utilizar armas atómicas.
Además de lo que hizo a su propia población, el régimen estableció un historial de agresión implacable, atacando y amenazando repetidamente a Corea del Sur. Hace solo unas semanas, Corea del Norte dijo que había lanzado un simulacro de ataque nuclear de “tierra quemada” y que estaba ensayando una ocupación de Corea del Sur. Sus maniobras militares no siempre han sido ensayos.
Las sanciones internacionales, incluidas las de la ONU respaldadas por la propia Rusia, y las alianzas militares, han reducido la capacidad de Kim para atacar a sus vecinos. Pero ahora Putin parece necesitarlo y no está claro hasta qué punto el líder ruso está dispuesto a ayudarle a sortear esas restricciones, ahora que los dos enemigos de Occidente tienen aún más en común, al estar en el filo de las sanciones internacionales.
La semana pasada, cuando los servicios de inteligencia estadounidenses revelaron que se estaba preparando una reunión entre los dos líderes, y el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan describió las conversaciones de Rusia con Pyongyang como “imbuidas… de una intensidad cada vez mayor”, los funcionarios estadounidenses advirtieron a Corea del Norte que no armara a Rusia. Sullivan afirmó que Corea del Norte “pagará un precio” si llega a un acuerdo armamentístico con Moscú. Pero es difícil imaginar qué influencia adicional tiene Washington para presionar a un país ya sometido a duras sanciones.
Se dice que Kim busca tecnología de satélites y submarinos nucleares, y puede que también quiera tecnología rusa para ayudar a acelerar el programa de misiles balísticos de Corea del Norte, que podría permitirle lanzar cabezas nucleares tan lejos como Estados Unidos.
En resumen, las nocivas repercusiones de la desesperada búsqueda de Putin por ganar su guerra totalmente innecesaria contra Ucrania, que ya ha agravado una crisis alimentaria en países pobres, han llegado ahora a Asia Oriental, y bien podrían convertir a uno de los países más peligrosos del mundo en una amenaza aún mayor para sus vecinos y el resto del planeta.
Para los países que creen que lo que ocurre en Ucrania es solo otro problema lejano, éste es un útil recordatorio de las crecientes consecuencias de la guerra de Putin.