(CNN) – Más del 10% de la población de Japón tiene ahora 80 años o más, según informó el Gobierno este lunes, el último hito preocupante en la crisis demográfica del país, que está envejeciendo rápidamente.
Según las cifras publicadas por el Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones, la proporción de ancianos en Japón, definidos como mayores de 65 años, también alcanzó una cifra récord, con un 29,1% de la población, la tasa más alta del mundo.
El Ministerio dio a conocer las cifras con motivo del Día del Respeto a los Mayores, festivo en el país, que también se enfrenta a una caída en picada de la tasa de natalidad y a una reducción de la población activa que podría afectar a la financiación de las pensiones y la asistencia sanitaria a medida que aumente la demanda de la población de edad avanzada.
La población japonesa no ha dejado de disminuir desde el boom económico de los años 80, con una tasa de fertilidad del 1,3, muy por debajo del 2,1 necesario para mantener una población estable en ausencia de inmigración. Las muertes han superado a los nacimientos en Japón durante más de una década, lo que plantea un problema cada vez mayor a los dirigentes de la tercera economía mundial.
El país tiene también una de las esperanzas de vida más altas del mundo, lo que contribuye al aumento de la población anciana.
Para hacer frente a la creciente escasez de mano de obra y con la esperanza de revitalizar una economía estancada, el gobierno japonés ha animado en la última década a más personas mayores y madres que se quedan en casa a reincorporarse al mercado laboral.
Hasta cierto punto, ese mensaje ha funcionado: ahora hay un récord de 9,12 millones de trabajadores mayores en Japón, una cifra que ha crecido durante 19 años consecutivos. Los trabajadores mayores de 65 años representan ya más del 13% de la población activa nacional, según informó este lunes el Ministerio del Interior.
La tasa de empleo de la tercera edad en Japón es una de las más altas de las principales economías, añadió.
Pero ni siquiera el fomento de los trabajadores de edad avanzada basta para contrarrestar las repercusiones sociales y económicas de la crisis demográfica. El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, advirtió en enero que Japón está “al borde de no poder mantener las funciones sociales”.
Añadió que el apoyo a la crianza de los hijos era la “política más importante” del Gobierno, y que resolver el problema “simplemente no puede esperar más”.
Cerca de allí, China, Corea del Sur, Singapur y Taiwán atraviesan crisis similares, luchando por animar a los jóvenes a tener más hijos, ante el aumento del coste de la vida y el descontento social.