(CNN) – Hay un elemento en común que une las dos mayores protestas sindicales de Estados Unidos en estos momentos: los trabajadores quieren un salario digno tras años de sueldos estancados o a la baja, mientras que al otro lado de la mesa de negociación se sientan ejecutivos cuya remuneración ha crecido salvajemente año tras año.
Los exorbitantes sueldos de los CEO son una frustración compartida tanto por los creativos de Hollywood como por los trabajadores de la industria automotriz de Detroit.
No es que alguien espere que los jefes cobren lo mismo que los demás, sino que el abismo entre la alta dirección y los trabajadores de a pie se ha ido ensanchando a un ritmo alarmante durante décadas, con los salarios de los trabajadores normales a menudo estancados o cayendo cuando se ajustan a la inflación.
Desde 1978, la remuneración de los CEO de las 300 empresas más grandes de Estados Unidos ha aumentado 1.460%, mientras que el salario de un trabajador normal apenas ha crecido 18% (ambos ajustados a la inflación), según el Economic Policy Institute (EPI), un grupo de reflexión progresista.
En el mismo período, la retribución de esos CEO creció 37% más rápido que el crecimiento del mercado bursátil, según el EPI.
Esa frustración es especialmente aguda en la industria automovilística estadounidense, que estuvo a punto de hundirse en 2008 antes de que el gobierno federal inyectara US$ 80.000 millones de los contribuyentes en las quebradas Chrysler y GM.
En aquel momento, el presidente Barack Obama hizo hincapié en cómo la ayuda gubernamental garantizaría “un nuevo comienzo para una gran industria estadounidense” que crearía nuevos puestos de trabajo y desencadenaría “una nueva prosperidad”.
Para salvar a la industria automotriz, los trabajadores sindicalizados aceptaron congelar temporalmente los salarios y renunciar a ciertas prestaciones de jubilación y de salud.
¿Su recompensa? Los ingresos promedios por hora de los trabajadores de la industria automovilística han caído cerca de 19%, ajustados a la inflación, escribió la semana pasada Adam S. Hersh, economista jefe del EPI.
En el mismo periodo, los sueldos de los CEO de las tres grandes empresas automovilísticas de Detroit (GM, Ford y Stellantis, matriz de Chrysler) han aumentado en promedio 40%, lo que equivale aproximadamente al aumento que exigen ahora los trabajadores en huelga.
La CEO de GM, Mary Barra, la ejecutiva mejor pagada de las tres grandes, ganó US$ 29 millones el año pasado, lo que representa un aumento de 34% en los últimos cuatro años.
En entrevista con Vanessa Yurkevich, de CNN, Barra trató el viernes de defender su remuneración, señalando que “92% se basa en el rendimiento de la empresa”.
Ese comentario se refiere al hecho de que la mayor parte de su remuneración está vinculada a las acciones de GM y a los incentivos de bonificación establecidos por el consejo de administración del fabricante de automóviles. (Barra tiene un salario base de US$ 2 millones). Los críticos de la retribución de los ejecutivos basada en el rendimiento dicen que esas métricas son poco objetivas.
Por ejemplo, un CEO puede recibir una bonificación multimillonaria como recompensa por alcanzar un objetivo de ganancias (como hizo Barra en 2021). Pero las ganancias de una empresa no solo dependen de la obtención de ingresos sustanciosos, sino también de mantener bajos los costos, incluidos los salarios de los trabajadores.
Entre los otros tres grandes: Carlos Tavares, CEO de Stellantis, ganó US$ 24,8 millones el año pasado, un 22% más que el año anterior. Y Jim Farley, CEO de Ford, cobró US$ 21 millones de compensación el año pasado, una cifra que casi se duplicó desde 2020, cuando fue ascendido al cargo desde el puesto de director de operaciones.
Del mismo modo, el salario promedio de los altos ejecutivos de Hollywood subió a US$ 28 millones en 2021, 53% más que en 2018, según un análisis de Los Angeles Times. El sindicato de guionistas de Estados Unidos, que ha estado en huelga desde mayo, dice que el salario promedio de los guionistas ha caído 14% cuando se ajusta a la inflación en los últimos cinco años.
El presidente de la United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, argumentó que los trabajadores del sindicato automotriz simplemente piden un aumento similar que refleje el rendimiento de las empresas en los últimos años.
“En los últimos cuatro años, el precio de los autos ha subido 30%. El sueldo de los CEO ha subido 40%… Nadie se ha quejado de ello, pero Dios nos libre de que los trabajadores pidan lo que les corresponde”, declaró la semana pasada a Jake Tapper, de CNN.
Este año, se espera que las tres grandes obtengan más de US$ 32.000 millones en ganancias colectivas.
Las empresas argumentan que esas ganancias son necesarias para financiar el mayor cambio en la industria en casi un siglo: el cambio a los vehículos eléctricos.
Los vehículos eléctricos representan una pequeña parte de las ventas actuales de cualquiera de estos tres fabricantes, pero prevén un aumento de la demanda en los próximos años y un endurecimiento de la normativa medioambiental impuesta por los gobiernos en todo el mundo.
También lo ven como una vía para ser más rentables, en parte porque un vehículo eléctrico tiene muchas menos piezas móviles que un automóvil de gasolina, con sus complejos motores y transmisiones. (El montaje de un coche eléctrico requiere 30% menos mano de obra que el de uno de gasolina, según estimaciones del sector).
Además, los fabricantes de automóviles están a punto de recibir incentivos de los contribuyentes para apoyar su transición a los vehículos eléctricos.
Los líderes sindicales están de acuerdo en que los vehículos eléctricos forman parte del futuro, pero les preocupa que las tres grandes empresas se limiten a trasladar la fabricación de vehículos eléctricos a los estados del sur de Estados Unidos, que en su inmensa mayoría no están sindicalizados. Ford, por ejemplo, ya invirtió miles de millones de dólares en centros de producción en Kentucky y Tennessee, donde se fabricarán baterías para vehículos eléctricos y camiones.
“A pesar de todos los trucos empresariales, hay dinero más que suficiente para que realicen inversiones en vehículos eléctricos, paguen a sus trabajadores una parte justa y mantengan ganancias saludables”, escribió el economista Hersh. “Sus intereses estarían mejor servidos si resolvieran rápidamente estas negociaciones, construyendo nuestro futuro del transporte con sus propios trabajadores plenamente comprometidos con una visión compartida”.
-Chris Isidore, de CNN, contribuyó a este artículo.