Nueva York (CNN) – Jean Carlos Marín-Espinoza tiene una sonrisa tan brillante como las luces de Nueva York. De pie, en una esquina del centro de Manhattan, habla de la generosidad que hasta ahora él y su familia han recibido: una habitación de hotel, comida y ropa.
Cuenta a CNN que él y su mujer huyeron de Venezuela para escapar de la pobreza, la violencia y la delincuencia que imperan bajo el régimen represivo del presidente Nicolás Maduro y dice que está contento de sentirse más seguro y más libre.
Pero entonces se le borra la sonrisa. “Tienes que sonreír para no llorar”, dice. “Porque si (lloras), entonces te desesperas”.
Él es uno de los miles de solicitantes de asilo de todo el mundo que han llegado a Nueva York este verano, poniendo a prueba los recursos locales y convirtiéndose en un signo visible de la afluencia humanitaria, a muchos cientos de kilómetros de distancia, en la frontera sur. Algunos de los que se ven charlando por las calles durante el día han sido transportados en autobús desde Texas y otros han llegado por su cuenta, pero en virtud de un mandato local, la ciudad debe ofrecer refugio a todos.
Así es como Marín-Espinoza y su familia consiguieron una habitación en el Hotel Roosevelt. Y gracias a la ayuda de la ciudad han podido comer y conseguir ropa nueva para reponer todas las pertenencias que, según él, perdieron al cruzar el río Grande de México a Texas.
La cama king-size, la televisión y el aire acondicionado de los que ahora disfrutan están muy lejos de las condiciones a las que se enfrentaron durante el mes que pasaron para llegar a Estados Unidos, cuando dormían cuando podían y pasaban hambre la mayor parte del tiempo. “Aquí, con la comida que me han dado, he engordado un poco”, afirma Marín-Espinoza, todavía delgado. “Antes estaba muy flaco”.
El alcalde Eric Adams ha dicho que el costo de la crisis migratoria podría “destruir” Nueva York a menos que haya más ayuda estatal y federal. Marín-Espinoza se muestra reticente cuando se le pregunta su opinión sobre la situación política más amplia, centrándose en las necesidades inmediatas. No tiene casa, su hijo de un año está enfermo y quiere conseguir un trabajo para mantener a su familia.
“Está bien, pero lo que más quiero es un trabajo”, dice, con una gorra de béisbol donada y una camiseta “I’m an NYC Vax Champ” que recuerdan la crisis de covid-19 en la ciudad. “Con tu propio trabajo, puedes ganar tu propio dinero”.
Dentro de la nueva Ellis Island
El Hotel Roosevelt que acogió a Marín-Espinoza tiene un vestíbulo gigantesco lleno de una majestuosidad y un glamour desvanecidos que antaño correspondían a su ubicación privilegiada entre las relucientes torres del Rockefeller Center y el edificio Chrysler, a una manzana de la estación Grand Central.
Cerrado a los visitantes desde 2020, ha pasado a manos de la ciudad de Nueva York y ahora es el principal centro de acogida de migrantes. En las plantas superiores todas las habitaciones están llenas, y el hotel alberga a unas 3.000 personas, según las autoridades. Y en el piso de abajo entran cada día entre 300 y 500 personas en promedio buscando ayuda, explica el Dr. Ted Long, de la agencia New York City Health + Hospitals, que ha llamado al Roosevelt “la nueva Ellis Island”, por el lugar del puerto de Nueva York por el que entraron en EE.UU. 12 millones de inmigrantes.
Los que llegan demuestran primero que tienen permiso para estar en EE.UU., mientras se tramitan las solicitudes de asilo, y luego empieza la ayuda.
Primero, se les ofrece un baño, comida, agua y provisiones para los niños. A continuación, se realizan pruebas de salud física y mental y se administran vacunas.
E igual de importante es la oferta de dignidad humana, dijo el vicealcalde de Comunicaciones, Fabien Levy, especialmente para los enviados a Nueva York por otros estados.
“Su primera interacción en el país fue un gobierno local que los envió sin comida, sin atención sanitaria adecuada, que los metió en autobuses a un lugar al que algunos no querían venir. Así que tenemos que volver a generar esa confianza”.
Hay mucho ruido dentro, con los sonidos de los niños llorando y jugando y preguntándose qué pasará después. Parece que hay algo de esperanza en el aire, pero también mucho cansancio, con familias que han llegado tan lejos, pero siguen estando tan lejos de un nuevo hogar seguro.
Long añadió: “En la ciudad de Nueva York, una de nuestras principales preocupaciones es asegurarnos de que todo el mundo reciba la atención médica, que es un derecho humano, que se merecen, y no corran el riesgo de transmitir enfermedades que se pueden prevenir a otras personas a su llegada. Lo solucionamos en cuanto la gente llega al centro de llegada”.
La atención médica era una de las principales preocupaciones de Leidi Caeza, que estaba dando el biberón a su bebé Mía, de 8 meses. Contó a CNN que habían abandonado Ecuador porque el padre de su hija no dejaba de amenazarlas con hacerles daño y discriminaba a Mía, que necesita tratamiento para una enfermedad.
“Me siento feliz porque estoy aquí con mi bebé, me siento segura aquí”, dijo.
“Tengo miedo de volver a casa por la forma en que nos amenazó”.
Mientras hablaba con CNN, Caeza, de 23 años, recibió buenas noticias. Se había abierto un espacio y pudo mudarse a una habitación para ella y Mía, lo que permitió que más personas entraran en el vestíbulo del Roosevelt para iniciar su propio proceso.
El costo de la atención
Long dijo que ofrecer tratamiento médico a los solicitantes de asilo no era una carga, sino simplemente una práctica normal de salud pública para proteger a todos de las enfermedades transmisibles que no reconocen fronteras. Pero había un precio.
“Estamos orgullosos de haber ayudado a cambiar la vida de más de 110.000 solicitantes de asilo. Pero lo estamos haciendo pagando la cuenta del resto del país. No podemos seguir haciéndolo si no recibimos ayuda”, dijo.
Levy añadió más detalles sobre lo que se ha gastado en los solicitantes de asilo: “Este año fiscal esperamos gastar casi US$ 5.000 millones. Para ponerlo en perspectiva, es casi el presupuesto del Departamento de Saneamiento, el Departamento de Parques y el Departamento de Bomberos juntos”.
La ciudad pregunta a todas las familias que llegan si tienen parientes o amigos a los que quieran ir y puede ayudarles consiguiéndoles un pasaje de autobús a otra ciudad. Aproximadamente 1 de cada 4 tiene esas conexiones y abandona Nueva York casi de inmediato, dijo Long.
Pero hay una diferencia clave entre los que llegan a la ciudad ahora y los que llegaron a través de Ellis Island hace más de un siglo: muchos no tienen una comunidad esperando para acogerlos y necesitan obtener permiso para trabajar, dijo Murad Awawdeh, director ejecutivo de la New York Immigration Coalition.
Eso significa que al principio necesitan ayuda, pero insiste en que contribuirán como lo han hecho antes generaciones de inmigrantes.
“La gente que ha venido aquí será el futuro de la ciudad y del estado”, dijo Awawdeh. “Tenemos una enorme necesidad de mano de obra. Tenemos grandes cantidades de personas que han abandonado nuestra ciudad y nuestro estado a causa del covid. Necesitamos la población. Tenemos que ver esto como una oportunidad, nuestro billete de oro para ayudarnos a avanzar hacia el futuro y superar los tiempos difíciles que se avecinan, porque lo vamos a pasar mal”.
Afluencia mundial
Entre las personas que entran por el Roosevelt hay muchas que han hecho el viaje a través de Centroamérica, pero también hay gente de todo el mundo.
Long dijo que un caso que se le ha quedado grabado fue el de una mujer de África Occidental que había sufrido mutilación genital cuando era bebé y acababa de dar a luz a una hija.
“Dijo que haría todo lo que estuviera en su mano para evitar que su hija sufriera la misma atrocidad que ella. Así que, nada más dar a luz, vino a Estados Unidos y se instaló en Nueva York”, explicó. “Nada se interpondría en su camino, ni siquiera con un bebé de dos semanas”.
En el crisol de culturas del Roosevelt, muchas de las familias son musulmanas, hasta el punto de que la ciudad se asegura de que todas las comidas ofrecidas sean halal. La comida italiana ha resultado ser la más popular, pero los bocadillos de roast beef fueron un fracaso, así que se retiraron del menú.
Para Marín-Espinoza y su familia, la posibilidad de comprar y cocinar su propia comida está cada vez más cerca. Le dieron un nuevo lugar donde alojarse, y el gobierno de Biden decidió permitir que los venezolanos que llegaron antes del 31 de julio obtengan permisos de trabajo.
Se aferró a un papel con la dirección de su nuevo refugio en Queens, Nueva York, junto con su tarjeta del metro. Un viaje en el metro de Nueva York se presentaba como la siguiente, si no la última, parte de su viaje.