(CNN) – Eric Ulis apenas tenía 5 años cuando un hombre elegante con traje y gafas de sol embarcó en un vuelo comercial en Portland, Oregon, pidió un bourbon y un refresco desde su asiento en el 18E y, a continuación, le entregó a una azafata una nota manuscrita en la que decía que llevaba una bomba.
Era el 24 de noviembre de 1971, y el hombre no identificado, que más tarde sería conocido como D.B. Cooper, tenía un pasaje de ida en el vuelo a Seattle.
Cooper abrió su equipaje de mano para mostrar un revoltijo de cables y palos rojos y exigió cuatro paracaídas y US$ 200.000 en efectivo. Después de que el avión aterrizara en Seattle, cambió a tres docenas de pasajeros por el dinero y paracaídas, y ordenó al piloto que volara a un nuevo destino: Ciudad de México.
Pero poco después de despegar, Cooper hizo algo insólito: saltó en paracaídas con el dinero atado a la cintura desde la parte trasera del avión y se adentró en la noche, desapareciendo sobre la inmensidad del noroeste del Pacífico.
Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada de Cooper. Su audaz hazaña lo convirtió en un héroe popular, desencadenó una investigación del FBI, llevó a reforzar la seguridad en los aeropuertos e inspiró docenas de libros y documentales de televisión. Sigue siendo el único secuestro sin resolver de la historia de la aviación estadounidense.
Cuando pasaron décadas sin nuevas pistas sólidas, el FBI cerró oficialmente el caso en 2016.
Pero Ulis sigue buscando pistas. Ahora, a sus 50 años, dice que ha pasado incontables horas revisando decenas de miles de documentos del FBI sobre Cooper en busca de cualquier detalle que los agentes federales puedan haber pasado por alto.
La historia de Cooper resuena entre mucha gente porque tiene un “elemento a lo James Bond”, dice Ulis.
“Es real. Él era real. No es una leyenda de Pie Grande”, afirma. “Nadie sufrió daños físicos. Por supuesto, la tripulación sufrió algo de estrés, pero incluso ellos admiten que era bastante educado, todo sea dicho. Demostró elegancia bajo presión”.
Ulis guarda un cuaderno junto a su cama en su casa de Phoenix, Arizona, por si le asalta un nuevo pensamiento sobre el caso en mitad de la noche.
Mientras tanto, sigue una pista: la corbata con clip de Cooper, que dejó en el avión, que cree que podría ayudar a los detectives aficionados como él a averiguar quién era Cooper.
Y para tener acceso a la corbata, decidió demandar al FBI.
Ulis dirige una CooperCon y lidera una búsqueda en el bosque.
Durante décadas, las fuerzas del orden y los investigadores aficionados se han preguntado quién era el misterioso secuestrador, si sobrevivió a la caída, si se llamaba realmente Dan Cooper, como indicaba su tarjeta de embarque, o era un alias inspirado en un héroe de cómic francocanadiense, como especuló más tarde el FBI, entre otras cuestiones.
Incluso el nombre de Cooper contribuyó a la intriga. Un periodista de la época lo escribió erróneamente como D.B. en lugar de Dan, y el nombre quedó grabado.
“Durante 52 años, todo el mundo ha seguido llamándole D.B. Cooper. D.B. es un nombre más rudo que Dan”, dice Ulis. “Por aquel entonces, no tenías que pasar por un detector de metales en el aeropuerto. No tenías que pasar ningún control. No tenías que presentar un carné de conducir para subir a un avión y comprar un pasaje. Podías dar un nombre falso”.
Ulis se describe a sí mismo como historiador del crimen y aficionado de la aviación. Durante la última década, ha dedicado gran parte de su tiempo a buscar respuestas a las muchas preguntas que rodean a D.B. Cooper.
Participó en una serie de Netflix de 2022 titulada “D.B. Cooper, Where Are You?” y ha presentado un programa de History Channel sobre la búsqueda de pruebas acerca de Cooper. También escribió un libro electrónico, “Silver Bullet: The Undoing of D.B. Cooper”, uno de los casi 40 libros sobre el esquivo secuestrador.
Desde 2018, Ulis también ha celebrado una CooperCon anual, en la que los fanáticos del secuestrador se reúnen para discutir elementos del caso a todo detalle.
Y el próximo mes dirigirá un equipo de buscadores voluntarios para explorar un área cerca de Tena Bar, un tramo de playa a lo largo del río Columbia en el estado de Washington donde se encontraron US$ 5.800 del dinero del rescate entregado a Cooper en 1980.
Ulis dice que ha pasado mucho tiempo en la zona, tratando de averiguar lo cerca que estaba el dinero del rescate del lugar donde Cooper pudo haber desembarcado. Ha visto imágenes de noticias antiguas, ha estudiado fotos del FBI y se ha familiarizado con los puntos de referencia para poder guiar a los buscadores a zonas concretas.
Espera encontrar pistas importantes, como el paracaídas que Cooper utilizó aquella noche.
“Creo firmemente que el paracaídas de D.B. Cooper se encuentra en algún lugar de la zona. Está escondido en algún lugar bajo unos arbustos de zarzamora o un matorral de árboles o algo por el estilo”, dice. “Lleva allí 52 años”.
Corbata con clip del secuestrador
Antes de convertirse en un experto en D.B. Cooper, Ulis dice que era un jugador profesional de blackjack, una habilidad que dice que le ayuda a centrarse en los hechos y evitar las teorías conspirativas.
“Ese es el mundo del que vengo. Y eso influyó mucho en mi forma de pensar”, afirma. “Porque es un mundo en el que uno se centra estrictamente en las matemáticas. Intentas eliminar las emociones en la medida de lo posible”.
Algunos amigos consideran su fascinación un “hobby excéntrico”, dice, pero él intenta no bombardearlos con minucias sobre el caso. Eso lo deja para cuando está con gente afín en la CooperCon y otros eventos.
Según Ulis, las colillas de Cooper se recuperaron en un principio, pero luego desaparecieron, una prueba crucial perdida que podría haber sido útil dados los avances actuales en la tecnología del ADN.
Pero recientemente se ha centrado en otra prueba: una corbata de JCPenney que Cooper dejó atrás antes de saltar del avión a casi 3.000 metros sobre el sur de Washington.
La corbata y el dinero del rescate son las pruebas físicas clave del caso, según Ulis. Aunque el FBI ya ha analizado la corbata en busca de restos de ADN, Ulis cree que el nudo de la corbata tiene un clip metálico que aún puede tener ADN por descubrir.
En marzo de este año, Ulis presentó una demanda contra el FBI para tener acceso a la corbata, que según él está almacenada en la sede del FBI en Washington. En su demanda, Ulis pide que se le permita a él y a un experto en ADN recoger muestras del clip.
Ulis dice que introduciría el ADN encontrado en bases de datos genealógicas con la esperanza de encontrar una coincidencia que ayude a desentrañar la identidad de Cooper.
“Eso es todo lo que estoy intentando conseguir: acceso a ese huso para abrirlo. Que el experto en ADN haga un raspado y veamos qué encontramos”, afirma.
El FBI no ha respondido a las repetidas peticiones de CNN para comentar sobre la solicitud de Ulis.
Larry Carr, un exagente del FBI que trabajó en el caso de Cooper, dijo a CNN que no cree que el FBI desmontara el clip para procesarlo. Pero cualquier ADN encontrado en la corbata puede estar comprometido, dice.
“La corbata nunca fue recogida y manipulada según los estándares actuales. Se recogió y manipuló según los estándares de 1971. Así que, ¿quién sabe de quién es el ADN de la corbata?”, dice Carr, ponente en la CooperCon de este año, que se celebrará en Seattle en noviembre. “Ese sigue siendo otro obstáculo a superar porque no sabemos si, de hecho, es el ADN de Cooper”.
Sin embargo, añade, “todo es posible”.
Los criminólogos de sillón llevan décadas especulando sobre el caso
La historia de Cooper ha generado una comunidad de criminólogos de sillón que llevan cinco décadas intercambiando teorías y especulando sobre su identidad.
El desconcierto público del FBI sobre el misterio no ha hecho más que avivar el interés.
El FBI barajó cientos de posibles sospechosos. ¿Se trataba de Richard McCoy, un hombre que secuestró un avión un año después y saltó en paracaídas sobre Provo, Utah, con US$ 500.000 en concepto de rescate? No, estaba en casa con su familia en la época del secuestro de Cooper, según averiguó más tarde el FBI. ¿Fue Duane Weber, quien afirmó en su lecho de muerte ser Cooper? Las autoridades federales utilizaron pruebas de ADN para descartarlo.
Carr, el exagente del FBI, enumera varias razones por las que cree que Cooper no sobrevivió al salto. No parecía ser un paracaidista experimentado y no sabía dónde estaba cuando saltó porque nunca pidió a los pilotos que le informaran de su ubicación ni les dio una trayectoria de vuelo. Además, estaba oscuro, había una tormenta y hacía frío, condiciones poco propicias para el paracaidismo.
Carr afirma que el caso Cooper es uno de los más populares en los que ha trabajado y que sigue pensando en él.
“Es una gran historia. Y la historia sigue sin contarse. Y por eso todo el mundo quiere saber cuál es el capítulo final”, dice. “Todos hemos leído el libro hasta el capítulo final, y está en blanco. Y eso es lo que vuelve loca a la gente. A mí me vuelve loco. Quiero saber cuál es el capítulo final, como todo el mundo”.
Esta falta de resolución sigue sacando de quicio a Ulis y a otros investigadores aficionados. Desde que el FBI puso fin a su investigación, sus archivos sobre el caso están a disposición del público en Internet, y Ulis dice que ha revisado unas 35.000 páginas de documentos del FBI.
Dice estar decidido a averiguar quién era Cooper en los próximos años. Y sospecha que la verdad está al alcance de la mano.
“Intento basarme en los hechos y hacerlo lo más sencillo posible”, dice. “Aplico la navaja de Ockham a la situación: la explicación más sencilla suele ser la más cercana a la verdad”.