(CNN Español) – Montoneros fue una de las organizaciones guerrilleras que surgieron y ganaron protagonismo entre las décadas de 1960 y de 1970 en Argentina, al calor de las revueltas e insurrecciones populares contra los gobiernos militares que se sucedieron entre 1966 y 1973 en el país. En sus orígenes, impulsado por jóvenes provenientes de la derecha católica y nacionalista, se autodefinía como continuadores de la “resistencia peronista” —el movimiento popular que sostuvo al peronismo, proscripto desde 1955—. Su irrupción en la escena política argentina ocurrió el 29 de mayo de 1970, a través del secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, expresidente de facto y a quien consideraban uno de los responsables directos de esa proscripción.
De acuerdo con Julieta Pacheco, investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani, esa primera acción definió dos cuestiones que fueron decisivas en la naturaleza de la naciente organización: “El desarrollo de una estrategia armada y la adhesión a un programa peronista”. Así lo afirma en su texto académico “Acerca del programa de la organización Montoneros: ¿reformistas o revolucionarios?”, publicado en 2014.
La periodista y escritora María O’Donnell, autora del libro Aramburu. El crimen político que dividió al país. El origen de Montoneros (Editorial Planeta), afirma que el asesinato del militar marcó un antes y un después en la historia argentina. “De la noche a la mañana aparece una organización de jóvenes tan jóvenes y prácticamente sin ningún antecedente, (y que) lo único que habían hecho era un entrenamiento de guerrilla urbana”, dijo en 2020, durante una entrevista en la Televisión Pública.
No pasó mucho tiempo hasta que Montoneros sufriera su primer contragolpe por parte de la policía. Según Pacheco, tras el intento fallido de tomar la ciudad de La Calera, en la provincia de Córdoba, varios miembros de la organización fueron encarcelados, algunos debieron pasar a la clandestinidad y otros fueron asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado, lo que implicó una desarticulación que le tomaría tiempo revertir.
En su artículo académico, Pacheco sostiene que, además de las actividades armadas, el grupo pretendía impulsar lo que ellos llamaban “lucha de masas”, para lo cual apostaron a la construcción y desarrollo de organizaciones sindicales y estudiantiles que tenían como fin la transformación social. A esa dualidad se refirió el escritor e historiador Marcelo Larraquy en una entrevista con CNN Radio: “Montoneros fue la única guerrilla latinoamericana que apoyó el acto electoral en el que (Héctor) Cámpora, primero, y después Juan Perón ganan las elecciones en 1973, pero aun así continuaron con las armas”.
La relación con Juan Perón
Con el comienzo de la transición democrática, Montoneros trabajó por la victoria electoral del peronista Héctor J. Cámpora, que se concretó finalmente en marzo de 1973. Fue entonces cuando comenzaron las tensiones, debido a que el ala derecha del peronismo comenzó a ampliar su poder dentro del gobierno a la sombra del presidente interino Raúl Lastiri y de su suegro, el ministro de Bienestar Social, José López Rega. Tras la renuncia de Cámpora y un nuevo llamado a elecciones, Juan Domingo Perón se impondría por tercera vez en unos comicios presidenciales sellando su regreso al país, que había concretado en noviembre de 1972 tras 17 años en el exilio.
En la mencionada entrevista, María O’Donnell aborda el tema de la relación entre Montoneros y Perón y la define como un vínculo marcado por la tensión. Mientras que el secuestro de Aramburu los colocó como interlocutores del líder del movimiento que se encontraba en el exilio, ese diálogo se enturbió a partir del regreso de Perón al país. “No es que la relación entre ellos choca con el regreso de Perón, cuando él los echa de la plaza ese 1 de mayo. Sino que es una relación que está en tensión desde el minuto uno”, afirma O’Donnell.
En los últimos meses de 1973, las tensiones siguen en aumento, con Montoneros resistiéndose a dejar las armas e insistiendo en el objetivo de la “patria socialista”, aun cuando entonces el llamado de Perón era el de la pacificación nacional y la reconstrucción democrática. Por eso son tan elocuentes las palabras de Perón el 1 de mayo de 1974, cuando echa a los Montoneros de la Plaza de Mayo y, frente a sus cuestionamientos, los llama “estúpidos” e “imberbes”, una forma de acusarlos de inexpertos.
La reticencia a abandonar las armas era una de las razones de Perón para llamarlos así, pero también hechos de violencia como el asesinato en septiembre de 1973 del líder sindical José Ignacio Rucci, además de la brecha abierta por el descabezamiento de cuatro gobernadores cercanos a Montoneros, dos de ellos mediante intervenciones federales, uno con un golpe palaciego y otro por un alzamiento policial.
Perón falleció el 1 de julio de 1974, lo que habilitó la asunción presidencia de su esposa y vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón, también conocida como “Isabelita”. Eso inclinó el Gobierno aún más a la derecha bajo la influencia de López Rega, quien por entonces ya era el asesor de mayor confianza de la presidenta. El resultado fue el desplazamiento de la izquierda tanto de las esferas del Gobierno como del sindicalismo y la profundización la grieta entre Montoneros y el peronismo en el poder.
En simultáneo su desplazamiento de la estructura partidaria, el grupo incrementó las acciones armadas violentas: “La persistencia en las acciones armadas (…) se sustentó en el intento de disputar poder al interior del movimiento gobernante, lograr la aceptación del líder y jalonar la contienda política hacia el ‘socialismo nacional’”, explica Hernán Confino, doctor en Historia, en su libro “La Contraofensiva: el final de Montoneros”.
Esta tendencia a las acciones armadas solo se profundizó en los años siguientes, hasta el intento de copamiento del Regimiento de Infantería de Monte 29 en Formosa, en octubre de 1975, un evento destacado por su envergadura y sus trágicos resultados (más de 20 personas murieron).
La ruptura entre el peronismo en el gobierno y la conducción de Montoneros agudizó la violencia política, en un escenario polarizado, por un lado, por la guerrilla peronista y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y por el otro por la Alianza Anticomunista Argentina, una organización parapolicial también conocida como Triple A, que estaba ligada a López Rega. En medio de crecientes rumores de malestar militar, después del asalto al cuartel de Formosa el gobierno de Isabel Perón declaró ilegal a Montoneros, y poco más tarde los incluyó entre el enemigo a combatir en los montes de la provincia de Tucumán, donde ya actuaba la guerrilla del ERP.
Así lo resume Confino: “Durante los gobiernos de Perón y de Martínez de Perón, se construyó en el país un estado de excepción que fundamentó un recorte de libertades individuales y un endurecimiento de la legislación represiva y la censura en el discurso hipercrítico del ‘flagelo de la violencia’ y de la ‘infiltración del enemigo marxista’. Este proceso fue justificado por grandes operaciones armadas, tanto de Montoneros como del prt-erp, y se completó cuando el Poder Ejecutivo Nacional autorizó a través de sendos decretos, en febrero y octubre de 1975, a que las Fuerzas Armadas tomaran en su poder la seguridad interna del Estado con el fin de ‘aniquilar el accionar de los elementos subversivos’”.
La Contraofensiva
Con la llegada del gobierno de facto encabezado por Jorge Rafael Videla tras el golpe de marzo de 1976, los militares acorralaron tanto al ERP como a Montoneros, ambos con fuerzas muy disminuidas. La cúpula de Montoneros se fue al exilio, como también lo hicieron los militantes que pudieron eludir a la represión. En 1979, desde el exilio, los líderes montoneros lanzan la primera ola de lo que se dio en llama La Contraofensiva, que tendría dos olas igualmente trágicas, y que consistió en enviar a varios contingentes con la misión de desplegar acciones militares y propagandísticas.
“La jefatura montonera pronosticaba un aumento de la conflictividad sindical para 1979 y pretendía dirigirlo disponiendo la entrada clandestina de las y los militantes desde el extranjero para realizar atentados y acciones de propaganda en el país. Entre 1979 y 1980, más de 200 montoneros y montoneras ingresaron en secreto con el objetivo de alimentar el descontento social que, suponían, existía con el régimen militar que gobernaba en Argentina desde el golpe de Estado del 24 marzo de 1976. Cerca de noventa de ellos resultarían asesinados y desaparecidos en la clandestinidad”, relata Confino en su libro.
Y concluye: “La Contraofensiva no alcanzó los resultados pronosticados. Fue el escenario de las últimas dos disidencias que padeció Montoneros en 1979 y 1980 y acabó sellando trágicamente el final del proyecto de la organización”.
Con la apertura de la transición a la democracia en Argentina luego de la Guerra de las Malvinas, los antiguos militantes montoneros, incluyendo parte de los jefes, comenzaron a regresar al país. Varios más de esos líderes caerían o pasarían a la lista de desaparecidos en el último año de la dictadura, y otros se reincorporaron al Partido Justicialista. En diciembre de 1983, el flamante presidente democrático Raúl Alfonsín ordenó el enjuiciamiento simultáneo de las cúpulas militares y de las organizaciones guerrilleras, incluyendo los jefes montoneros Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Perdía y Rodolfo Galimberti, entre otros. El desfile de estos ante la justicia, con diversos resultados, tuvo un momento notable cuando recibieron el indulto del presidente Carlos Menem en 1990, aunque los problemas no terminarían para ellos.