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02:10 - Fuente: CNN

(CNN Español) – El sionismo es un movimiento nacionalista surgido a finales del siglo XIX en Europa, cuyo objetivo es el establecimiento de un Estado nacional judío en los territorios palestinos, el lugar que ellos consideran su tierra ancestral. Según la Jewish Virtual Library, el sionismo es “el movimiento nacional por el regreso del pueblo judío a su patria y por la reanudación de la soberanía judía en la Tierra de Israel”.

Así, el sionismo es distinto tanto al judaísmo como a los israelíes.

El sionismo reivindica el vínculo entre los judíos con la histórica región de Palestina, donde una de las colinas de la antigua Jerusalén era Sión, que es otro de los nombres por los que se conoce a la ciudad. No se trata de una relación caprichosa. Los judíos que vivían en la región bajo el imperio romano fueron expulsados de esas tierras alrededor del siglo II después de la era cristiana, lo que constituyó uno de los episodios de lo que se llamó la diáspora judía.

En el Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas de la Biblioteca de la Universidad Torcuato Di Tella, editado por Emecé, el rabino Daniel Goldman —quien además se identifica personalmente con el sionismo— ofrece una definición que abarca la dimensión religiosa y cuyos orígenes se remontan incluso antes del siglo XIX. “Aún con la existencia de una diáspora, que comenzó con la expulsión del pueblo hebreo en la época del imperio babilónico, el vínculo físico entre los judíos y la Tierra de Israel no se interrumpió en el transcurso de las generaciones”, dice Goldman.

Pero más allá del trasfondo religioso, el sionismo, tal cual lo conocemos en la actualidad, es un movimiento esencialmente político. Lo explica el especialista Ezequiel Kopel en su libro La disputa por el control de Medio Oriente, donde dice: “A pesar de que desde la destrucción del primer templo judío, en 586 a.C., y el posterior exilio en Babilonia, los judíos soñaban con regresar a Sion —lo que se veía reflejado en sus plegarias y en varias corrientes mesiánicas— el movimiento sionista moderno, en cambio, fue un grupo secular en línea con los movimientos nacionales creados en el siglo XIX en Europa”. Y añade: “Su raíz se encuentra en los límites y problemas que tuvo la comunidad judía en su asimilación en Occidente y el constante antisemitismo en muchas de esas sociedades”.

Theoror Herzl, el padre del sionismo

El periodista austriaco Theodor Herzl considerado por muchos como el padre del sionismo

El fundador del sionismo fue Theodor Herzl, un periodista austríaco “sin interés en temas judaicos o en la autodeterminación del pueblo hebreo” —como dice Kopel— y que aspiraba a la asimilación pero que, a las vistas del antisemitismo, sacó la conclusión de que la única solución era abandonar la diáspora y establecer un territorio judío independiente donde gozar de soberanía política. De acuerdo con diferentes reportes, uno de los episodios determinantes para Herzl fue el caso en Francia contra Alfred Dreyfus, en 1894. Aunque la Revolución francesa había prometido la igualdad para los ciudadanos, Dreyfus fue perseguido por su condición de judío, acusado falsamente de alta traición y condenado, aunque luego fue luego exonerado.

En 1896, Herzl publica “Der Jundestaat”, que se traduce como “El Estado Judío”, considerado “la pieza fundamental del sionismo político”. Así lo explica Pedro Brieguer, sociólogo y periodista, en su libro El conflicto palestino-israelí: “Dado que los fundadores del sionismo eran intelectuales influenciados por el nacionalismo europeo, consideraban que la única manera de combatir el antisemitismo era mediante la creación de un Estado propio, un Estado judío”. Otro elemento a destacar sobre el movimiento, al menos hasta la Primera Guerra Mundial, como indica Britannica, es que “el sionismo sólo representaba a una minoría de judíos, en su mayoría procedentes de Rusia pero liderados por austríacos y alemanes”.

Después de su surgimiento comenzó a celebrarse con regularidad un Congreso Sionista. De acuerdo con el rabino Goldman, esos encuentros fueron el espacio donde comienza a cristalizarse el movimiento sionista “alrededor de partidos políticos y organizaciones que van desde movimientos religiosos hasta movimientos seculares (desde revisionistas hasta socialistas)”. Según su definición, el movimiento sionista alberga sectores de todo el espectro político, de la izquierda a la derecha, socialistas, liberales y religiosos.

El 22 Congreso Sionista mundial, celebrado en Basilea, Suiza, en 1946

En ese entonces, Herzl comenzó a trabajar un sistema de alianzas que, tras algunos fracasos, derivó en el apoyo del Reino Unido a la causa, aunque ese respaldo no siempre se expresó de la misma manera. De hecho, en 1903 el gobierno británico ofreció 15.500 km cuadrados de Uganda deshabitada para la colonización, pero los sionistas rechazaron la propuesta e insistieron con Palestina.

En 1917, el secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Arthur James Balfour, firmó una declaración que pasó a la historia con su nombre, a través de la cual su gobierno se comprometía a “favorecer el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. Después de varios siglos de control sobre la región del imperio otomano, el Reino Unido ocupó Jerusalén entre 1917 y 1948. La declaración de Balfour, así, se convirtió en el primer reconocimiento al proyecto sionista.

Desde entonces, el sionismo impulsó un proceso de colonización diferente al que se conocía hasta el momento, que consistía en la radicación de judíos en los territorios palestinos. Así lo explica Brieguer: “Su objetivo con la inmigración masiva fue crear una sociedad solamente de judíos, incluso a sabiendas de que allí eran minoría (…). Los judíos que llegaron a cuentagotas a fines del siglo XIX y por miles durante los años 1920, 1930 y 1940 del siglo XX crearon ciudades (Tel Aviv, en 1909) y granjas colectivas (los famosos kibutz) solo para judíos”.

El Holocausto y la votación de la ONU a favor de dos Estados

Sin embargo, el episodio determinante en ese proceso llegó con el nazismo y el Holocausto, que impulsaron como nunca antes la migración de judíos europeos y la búsqueda de un nuevo lugar para vivir. Los dramáticos episodios de la Segunda Guerra Mundial le dieron fuerza a un proceso que hasta entonces era minoritario tanto entre los judíos de Europa como en los territorios palestinos.

Pero eso también agudizó las tensiones con la población local, erosionando el dominio británico sobre los territorios. Fue entonces cuando los representantes del movimiento sionista apostaron a la alianza con Estados Unidos, una de las potencias emergentes de la guerra.

En 1947, las flamantes Naciones Unidas formaron una comisión especial para abordar el conflicto, que terminó con la partición del territorio el 29 de noviembre de ese mismo año a través de la resolución 181. La votación fue impulsada por EE.UU. y la Unión Soviética. El Estado de Israel fue proclamado, finalmente, el 14 de mayo de 1948.

Muchos autores se refieren al sentimiento de culpa experimentado por las potencias occidentales después de la Segunda Guerra Mundial y lo vinculan al respaldo hacia el proyecto sionista.

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“El movimiento sionista había aprovechado la inusual situación de entendimiento entre estadounidenses y soviéticos respecto del futuro de Palestina junto al sentimiento de culpa de las naciones occidentales por el Holocausto (las que, sin lugar a dudas, no habían hecho lo suficiente para limitar o detener la tragedia que sufrieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial) para obtener el beneplácito internacional sobre la instalación de un Estado para el pueblo judío en Medio Oriente”, explica Kopel en su libro.

Brieger lo pone en los siguientes términos: “Fue el genocidio de seis millones de judíos el que afectó profundamente al mundo occidental y dejó huellas imborrables. Mientras se perpetraba el genocidio nazi, varios países limitaron la cuota de ingreso de judíos e incluso algunos rechazaron recibir en sus puertos a barcos repletos de almas desesperadas por encontrar un refugio (…). Después de la guerra, se propagó una especie de sentimiento de culpa entre los europeos por no haber hecho lo suficiente para evitar la masacre de judíos. La simpatía y el apoyo hacia el Estado que nacía en 1948 era una forma de compensación por lo sufrido”.

Sionistas, judíos e israelíes

Así como el sionismo es un movimiento político y quienes forman parte de él o reivindican sus ideas defienden la existencia de un Estado nacional judío, los israelíes son los ciudadanos del Estado de Israel, un término que sin connotaciones étnicas ni religiosas. Pero hay más variantes: no todos aquellos que se reivindican sionistas tendrían por qué estar de acuerdo con el Gobierno israelí, y tampoco es cierto que todo sionista se oponga a la existencia de un Estado palestino. En efecto, hay sionistas que abogan por la llamada Solución de dos Estados ante el conflicto en la región.

Un judío, por su lado, es cualquier persona cuya religión sea el judaísmo. “En el sentido más amplio del término —aclara Britannica— judío es cualquier persona perteneciente al grupo que constituye, por descendencia o por conversión, una continuación del antiguo pueblo judío, que a su vez era descendiente de los hebreos de la Biblia (Antiguo Testamento)”.

Agrega sobre esto el rabino Daniel Goldman: “‘Judío’ hace alusión a aquel que abraza y forma parte de la comunidad judía. Esto implica valores religiosos, pero también culturales y comunitarios. Es la pertenencia a una civilización, algo que ocurre cuando uno se identifica y forma parte de la cultura y de determinados valores de una civilización”.

Dos hombres caminan junto a un muro del lado israelí del barrio dividido Abu Dis, en Jerusalén

Sin embargo, y pese a las diferencias entre sionistas y judíos, hay un término que los emparenta: la Aliyah. La Aliyah es la inmigración de judíos que se encuentran en la diáspora hacia la Tierra de Israel. Se trata de un concepto importante tanto para la cultura judía como para el sionismo, y de hecho, está vinculado a la Ley de Retorno, la cual concede a cualquier judío el derecho legal a la inmigración asistida y al asentamiento en Israel, así como a la ciudadanía israelí, según la Jewis Virtual Library. Esto significa que aunque no todos los judíos sean israelíes, tienen potencialmente el derecho de serlo. Además, explica Goldman, tanto la Aliyah como la Ley de Retorno son dos conceptos que se entrelazan con la existencia del Estado de Israel, y por tanto, con el sionismo.

A la pregunta sobre si todos los judíos adhieren al proyecto sionista, Brieger responde que una gran mayoría de los judíos se identifica con el Estado de Israel nacido en 1948, pero que eso no era así antes de esa fecha. Entonces, la idea del Estado judío era rechazada tanto por los judíos religiosos como por los judíos que adherían a las ideas socialistas. “Si bien hasta la creación del Estado de Israel en 1948 numerosas corrientes religiosas judías se oponían al sionismo la mayoría de ellas, una vez creado el Estado, cambiaron de postura y lo aceptaron”, dijo.

Goldman es más cauteloso en relación a lo que pasaba con el sionismo previo a 1948. Si bien admite que comenzó como un movimiento pequeño que fue ganando fuerza durante la primera parte del siglo pasado, afirma que no se trataba de un fenómeno “marginal”, y dice que tampoco era rechazado por las distintas corrientes religiosas.

A su vez, así como existen judíos que no apoyan el proyecto sionista ni la existencia del Estado de Israel —muchos de los cuales han protagonizado manifestaciones en distintos lugares del mundo en las últimas semanas en apoyo a los palestinos, pero también otros, ligados a la ortodoxia religiosa—, también existen personas y organizaciones no judías que se autoperciben sionistas, como podrían ser los drusos, o incluso algunas comunidades evangélicas en EE.UU.

“Es posible ser no judío y ser sionista; basta con que una persona se autoperciba como tal. No se trata de una filiación a un partido, sino que es la adscripción a un movimiento ideológico”, concluye Goldman.