Gente en una noche de fiesta en una zona de bares de Hong Kong el 5 de octubre de 2023.

(CNN) – Mientras los dispersos clientes saltan de un bar desierto a otro, cuesta creer que las calles casi vacías por las que zigzaguean fueran antaño de las más animadas de Asia.

Es jueves por la noche, una noche normalmente ajetreada, pero no hay multitudes entre las que moverse ni juerguistas que se desparramen por las aceras ni necesidad de esperar para sentarse. En algunas de las paradas de este silencioso tour de bares, ellos son los únicos en la sala.

No siempre fue así. A juzgar por esta instantánea reciente, puede parecer inverosímil, pero Hong Kong fue en su día uno de los referentes de la vida nocturna en Asia, una ciudad famosa por su libertad, iluminada por luces de neón, que nunca dormía, donde Oriente se encontraba con Occidente y las multitudes salían de los bares durante toda la noche y hasta bien entrada la mañana, incluso en días laborables.

Estas imágenes dieron la vuelta al mundo en 1997, cuando Gran Bretaña cedió la soberanía de su preciada excolonia a China, y los habitantes y visitantes dieron la bienvenida a la nueva era con una fiesta de 12 horas en la que participaron Boy George, Grace Jones, Pete Tong y Paul Oakenfold.

El mensaje de China en aquel momento era que, aunque el cambio llegaba a Hong Kong, su espíritu de “todo vale” se mantendría. Se prometió a la ciudad un alto grado de autonomía para los próximos 50 años y se le aseguró que sus costumbres occidentales podrían continuar. O, como dijo el entonces líder chino Deng Xiaoping: “Los caballos seguirán corriendo, las acciones seguirán crepitando y las bailarinas seguirán bailando”.

Y mucho después de la marcha británica, el baile continuó. Hong Kong conservó no sólo el espíritu del capitalismo, sino muchas otras libertades desconocidas en el resto de China: no solo las apuestas en las carreras de caballos a las que aludía Deng, sino las libertades políticas de prensa, expresión y derecho de protesta. Incluso se toleraban los llamamientos a una mayor democracia, al menos durante un tiempo.

Pero a poco más de la mitad de esos 50 años, la promesa de Deng suena ahora hueca para muchos. Los espasmos de protestas masivas —contra la legislación de “educación patriótica” en 2012, el movimiento Occupy Central en 2014 y las manifestaciones a favor de la democracia en 2019— llevaron a China a restringir las libertades civiles con una arrolladora Ley de Seguridad Nacional. Desde entonces, cientos de figuras prodemocráticas han sido encarceladas y decenas de miles de residentes han decidido marcharse.

La represión y la pérdida de libertades en Hong Kong han sido bien documentadas, pero solo recientemente ha empezado a surgir un efecto secundario de la represión china del que se ha informado menos: en las calles y los bares, los clubes de moda y los restaurantes con estrellas Michelin, la ciudad que nunca durmió ha empezado a dormitar.

Un hombre pasa junto a un bar cerrado en una calle casi vacía del Soho de Hong Kong.

La caída

La vida nocturna de la ciudad se ha convertido en una pálida sombra de su apogeo como imán regional del descanso y la relajación, cuando su reputación se basaba en que era más fácil de recorrer que Japón, menos aburrida que Singapur y más libre que la China continental.

Ahora, aparentemente en paralelo a la disminución de las libertades políticas, el negocio de los antaño prósperos bares de la ciudad se está secando. Y aunque algunos discuten si la culpa es de la política o el covid, son pocos los que cuestionan el hecho de que hay que hacer algo al respecto.

Los bares ganaron unos US$ 88,9 millones en el primer semestre de 2023, un 18% menos que los US$ 108,5 millones ingresados en el mismo periodo de 2019, según datos oficiales.

En un esfuerzo por detener el declive, el gobierno de Hong Kong ha lanzado una campaña de “Vibras Nocturnas” con bazares en tres zonas frente al mar, derrochó millones en un reciente espectáculo de fuegos artificiales para celebrar el Día Nacional de China y reintrodujo una danza del dragón, iluminada con palos de incienso, en su barrio de Tai Hang.

Estos esfuerzos han suscitado una mezcla de críticas y burlas, y muchos han señalado la ironía de que la ceremonia de apertura de la campaña incluyera dos leones blancos, color asociado en la cultura china a los funerales. Mientras tanto, los bazares se han visto interrumpidos por una mezcla de tifones y preocupaciones de seguridad sobre el uso de fuegos artificiales.

Aun así, el jefe del Ejecutivo de Hong Kong, John Lee, insiste en el éxito de los acontecimientos, afirmando que al menos 100.000 personas han visitado los bazares y que 460.000 turistas de la China continental acudieron con motivo del Día Nacional. ¿Y los leones blancos? Las autoridades dicen que eran “fluorescentes”.

Un portavoz del gobierno de Hong Kong declaró esta semana a CNN que las actividades habían sido “bien recibidas por los residentes locales y los turistas”. El reciente Festival de Vinos y Cenas de Hong Kong atrajo a 140.000 clientes, y los centros comerciales que apoyaron la campaña “Vibras Nocturnas” afirmaron haber experimentado “un aumento del flujo de visitantes y del volumen de negocio”, añadió.

¿El covid o la mano dura?

Hay quien señala únicamente al covid como responsable.

“Es obvio que la situación es peor que antes. Es el efecto secundario del covid, que ha cambiado el modo de vida”, afirma Gary Ng, economista del banco de inversión francés Natixis.

Y pocos discutirían que el covid pasó factura. Durante la pandemia, Hong Kong se aferró a un enfoque de tolerancia cero al estilo de la China continental que, aunque no era tan draconiano, sí era lo bastante extremo como para hacer que un gran número de expatriados se marcharan, muchos de ellos a ciudades asiáticas rivales como Singapur, a Tailandia y Japón.

Hong Kong, donde los viajeros que llegaban pasaban semanas en cuarentena y las mesas de los restaurantes estaban limitadas a dos comensales, se convirtió de repente en la ciudad aburrida y Singapur, en una comparación reveladora, en la más animada.

Bajo las restricciones de Hong Kong por la pandemia, la música en directo estuvo prácticamente prohibida en los locales pequeños durante más de 650 días.

Pero otros afirman que Hong Kong está negando la realidad y que sus problemas de ocio nocturno van mucho más allá de la pandemia. Otros lugares se han recuperado, dicen, ¿por qué no Hong Kong?

Estos observadores señalan que la respuesta de la ciudad al covid debe verse a su vez a través del prisma de las libertades de la ciudad, que no dejan de desaparecer.

Meses antes de la aparición del virus, China había reforzado su control sobre Hong Kong en respuesta a las protestas prodemocráticas que se habían extendido por toda la ciudad.

Introdujo restricciones a las libertades —como las de expresión y prensa— que supuestamente estaban garantizadas.

Se prohibieron canciones y eslóganes que se consideraban relacionados con las protestas, se borraron de Internet los recuerdos de protestas anteriores, se censuraron películas delicadas y se acusó a los directores de periódicos de sedición y connivencia con fuerzas extranjeras.

El gobierno ha mantenido que la aplicación de la ley es necesaria para que Hong Kong recupere la estabilidad y la prosperidad e impida que lo que China considera “fuerzas extranjeras” se inmiscuyan en la ciudad.

“Desaprobamos enérgicamente y rechazamos con firmeza esos ataques infundados, calumnias y difamaciones contra la RAEHK sobre la protección de esos derechos y libertades fundamentales en Hong Kong”, declaró un portavoz, en referencia al nombre oficial de Hong Kong, en una respuesta a CNN.

Sin embargo, replican los críticos, nada de eso se presta a una atmósfera en la que la gente quiera sentarse, relajarse y charlar.

“La gente puede sentir que tiene que autocensurarse cuando charla en restaurantes o bares, porque quién sabe quién puede estar escuchando. Es mejor que se queden en casa, donde se sienten seguros”, afirma Benson Wong, uno de los cientos de miles de personas que han abandonado Hong Kong.

Wong, antiguo profesor asociado especializado en política local, afirma que solía disfrutar comiendo en los dai pai dongs —puestos al aire libre que venden clásicos cantoneses y (normalmente) mucha cerveza—, donde los clientes solían hablar libremente de todo, desde cotilleos de famosos hasta política.

Ahora, sin embargo, dijo, “uno no se siente feliz si tiene que vigilar todo lo que dice”.

Un hombre sentado en un bar de Lan Kwai Fong, el famoso centro de la vida nocturna de Hong Kong.

¿A dónde se han ido todos los bebedores?

Ya sea por el covid o por las medidas represivas, o por una combinación de ambas, en los últimos años se ha producido un éxodo de hongkoneses de clase media y expatriados.

El año pasado, la ciudad experimentó una salida neta de 60.000 residentes, su tercera caída en muchos años, lo que sitúa el número de residentes habituales en 7,19 millones a finales de 2022, un descenso de casi 144.000 respecto a finales de 2020.

Decenas de miles de ellos son hongkoneses que se han acogido a los visados especiales y a las vías para obtener la ciudadanía que ofrecen países occidentales como Gran Bretaña, Canadá y Australia a raíz de las medidas represivas de China.

Pero también ha habido un goteo constante de salidas de la población expatriada que, como una resaca poscolonial, había permanecido en la ciudad mucho después de la marcha británica. En su mayoría eran profesionales de las finanzas y el derecho con fama de trabajar duro y divertirse aún más, independientemente de la política.

Los medios de comunicación locales están ahora inundados de noticias sobre bancos y bufetes de abogados que trasladan sus oficinas, total o parcialmente, a centros financieros rivales, como el ya no tan aburrido Singapur.

Por desgracia para los propietarios de bares y restaurantes, los dos grupos demográficos que se marchan se encuentran entre sus principales clientes.

“Los expatriados se han trasladado, así como los hongkoneses con mayores ingresos. Su marcha, por supuesto, tendrá un impacto”, dijo Ng, de Natixis.

Cada vez más, estos dos grupos están siendo reemplazados por personas de China continental, que ahora representan más del 70% de los 103.000 visados de trabajo o graduados concedidos desde 2022, según el Departamento de Inmigración. Los nuevos migrantes dominantes, señalan los economistas, tienden a tener hábitos de gasto muy diferentes.

Yan Wai-hin, profesor de Economía de la Universidad China de Hong Kong, afirma que la sólida vida nocturna de la ciudad se sustentaba en gran medida en una base de expatriados y locales de clase media impregnados de la arraigada cultura de la bebida que consiste en disfrutar de una buena cerveza fría después de un largo día.

“La composición de la población ha cambiado”, afirma Yan. “Ahora tenemos más inmigrantes de la China continental, y a ellos les suele gustar más volver a la China continental a gastar”.

El reto de mantener los negocios

En el distrito nocturno más famoso de Hong Kong, Lan Kwai Fong, la música puede estar desapareciendo, pero no ha cesado del todo.

La zona fue durante mucho tiempo sinónimo de calles abarrotadas de juerguistas que salían de los bares mientras el aire se llenaba con el sonido de bulliciosas charlas, tintineo de copas y música de baile a todo volumen hasta altas horas de la noche.

Sin embargo, durante una reciente visita de CNN había poco que distinguiera la zona de cualquier otra calle.

“Hasta ahora ha sido muy difícil y no se ha vuelto a la normalidad ni mucho menos”, declaró Richard Feldman, que regenta el bar gay Petticoat Lane, en la California Tower de Lan Kwai Fong.

El presidente de la Asociación del Soho, que lleva más de tres décadas regentando negocios en la ciudad, dijo que el negocio iba ligeramente mejor entre el viernes y el sábado que entre semana y que los comercios con buena reputación se han visto menos afectados.

Sin embargo, en términos generales él también dijo que el número de caras occidentales estaba disminuyendo en lo que una vez fue un lugar favorito de los expatriados.

“Era una mezcla de expatriados y profesionales locales que salían a tomar algo y a bailar hasta tarde. Pero esa demografía ha disminuido bastante en el último año”, afirma Becky Lam, otra propietaria de un bar. “Cada vez tenemos más clientes continentales”.

Lam, cofundadora de varios bares y restaurantes hongkoneses, entre ellos el bar de vinos Shady Acres, en el centro de la ciudad, afirmó que, aunque los chinos continentales están dispuestos a gastar, tienden a ir más a restaurantes que a bares y es menos probable que se queden hasta tarde.

Los días laborables, explica, los bares que maneja reciben solo la mitad de clientes que antes de la pandemia.

“Se conforman con las Happy Hours y ya está. No estamos hablando de 2 a 3 de la madrugada”, explica.Contra viento y marea

Hay otros problemas que corroen el sector del ocio nocturno.

“Los hábitos de la gente han cambiado desde el covid, ya que muchos están muy acostumbrados a quedarse en casa viendo la tele y Netflix”, explica Feldman.

Durante la pandemia, Hong Kong impuso una larga prohibición de bares y servicios de restauración para frenar las reuniones sociales, en lo que muchos consideraron un guiño a la estrategia de “cero covid” de China continental.

Esto afectó a tiendas y centros comerciales, que redujeron sus horarios comerciales por la falta de clientes. En muchos casos, estos horarios reducidos se han convertido en la nueva normalidad. Tiendas que antes del covid cerraban a las 10:30 p.m. ahora cierran a las 09:00 p.m.

También conspira contra la vida nocturna de la ciudad la fortaleza del dólar de Hong Kong frente al yuan chino, que afecta al modo en que gastan su dinero tanto los hongkoneses como los turistas potenciales.

“Es menos probable que la gente de la China continental venga aquí a comprar, mientras que los hongkoneses van a Shenzhen a gastar su dinero”, afirma Marco Chan, responsable de investigación de la empresa inmobiliaria y de inversión CBRE.

Mientras que los turistas continentales se lo piensan ahora dos veces antes de venir a Hong Kong, muchos hongkoneses han estado pasando sus fines de semana en China continental, donde muchos servicios valen una fracción del precio de Hong Kong, dijo Chan.

“Era internacional, ahora es nacional”

Conocido como el “Padrino de Lan Kwai Fong”, Allan Zeman —el empresario que convirtió la pequeña plaza del distrito Central de Hong Kong en un renombrado centro de ocio nocturno— se muestra más optimista que la mayoría e insiste en que el negocio no va tan mal como parece.

Calcula que los clientes de China continental representan ahora el 35% de los clientes de Lan Kwai Fong y afirma que gastan mucho.

“Suben a un club, como el California Tower, en la azotea, y se gastan entre 400.000 y 550.000 dólares de Hong Kong (entre 51.000 y 70.000 dólares) solo en copas”, explica.

En su opinión, la fortaleza de la divisa hongkonesa y la relativa falta de vuelos en comparación con la época anterior al covid están frenando la recuperación de la ciudad. “Creo que es temporal”, afirmó.

Sin embargo, Lam, propietario de un bar, afirmó que Hong Kong necesita reexaminar su enfoque normativo si quiere volver a prosperar por la noche.

Lan Kwai Fong durante su apogeo en 2017.

Lam puso como ejemplo de este enfoque erróneo la campaña emprendida en los últimos años por las autoridades para eliminar las famosas luces de neón de la ciudad en nombre de la seguridad.

También dijo que a su bar, Shady Acres, se le había ordenado servir a los clientes solo en el interior y cerrar todas las puertas y ventanas después de las 9 p.m. como parte de su requisito de licencia.

“Este tipo de obstáculos son muy grandes en Hong Kong”, dijo Lam. “Pero miro a nuestras ciudades vecinas, como Bangkok, Shanghai y Taipei. Estas ciudades tienen una excitante vida nocturna, ya que realmente hacen que la noche sea divertida con música, arte callejero y restaurantes nocturnos”.

Feldman, de Petticoat Lane, tenía otra sugerencia. “Hong Kong solía ser un destino mucho más internacional. Ahora es un destino nacional”, afirmó.

La ciudad, dijo Feldman, debería “hacer todo lo posible para atraer a gente no solo de China, sino de todo el mundo”.