(CNN) – Todo empezó con una ley sobre bombas de calor y terminó con pedradas contra los políticos y un aumento de la popularidad de la extrema derecha.
Para ver un ejemplo de cómo el cambio climático se convierte cada vez más en un punto álgido de la guerra cultural, Alemania es un buen punto de partida.
Una ley defendida por el Partido Verde —que es parte del gobierno de coalición— tenía como objetivo prohibir casi todos los nuevos sistemas de calefacción que funcionan con petróleo y gas en favor de bombas de calor, más eficientes energéticamente.
Las críticas fueron rápidas y severas. Ya presionados por el aumento en los precios de los alimentos y la energía, muchos alemanes temían que la ley se tradujera en enormes costos iniciales para los propietarios de viviendas; temores avivados y utilizados en su favor por el partido populista de extrema derecha Alternativa para Alemania, o AfD.
Al llamarla Heizhammer (“martillo calefactor”), la AfD presentó la ley como un lujo inasequible impulsado por la elite desconectada “que se muda a tu casa y decide lo que puedes y no puedes hacer”, dijo Miranda Schreurs, profesora de política ambiental y medio ambiente en la Universidad Técnica de Munich.
“Hubo muchas noticias falsas”, dijo a CNN.
La ira se transformó en protestas y luego en violencia. En septiembre, políticos verdes fueron apedreados durante un acto electoral en el sur de Alemania. El mes siguiente, la AfD ganó terreno en las elecciones estatales. A pesar de que finalmente se aprobó una versión debilitada de la ley, fue un desastre para el Gobierno.
A medida que las soluciones y políticas climáticas pasan de lo abstracto a lo personal ––nuestros automóviles, nuestra comida y cómo mantenemos nuestros hogares con calefacción–– se ha cultivado un terreno fértil para la ira y el miedo, y se han avivado las llamas de una guerra cultural que lleva mucho tiempo gestándose.
Quienes impulsan estas narrativas suelen dividir el mundo en “virtuosas” personas comunes y corrientes por un lado, y “élites” corruptas e indiferentes por el otro, dijo Stephan Lewandowsky, profesor de psicología cognitiva en la Universidad de Bristol.
Por ejemplo, Rishi Sunak, el primer ministro del Reino Unido que renunció a objetivos climáticos clave en septiembre, se rebautizó a sí mismo como defensor de los conductores contra el “celo ideológico” de los defensores del clima.
“Estoy poniendo un freno a la guerra contra los conductores”, dijo Sunak en un video publicado en X, mientras retrasaba la prohibición de vender automóviles nuevos a gasolina y diésel.
En otras partes de Europa se ha utilizado una retórica similar. En las semanas previas a las recientes elecciones de Polonia, el partido populista de derecha Ley y Justicia afirmó que la oposición quería prohibir la carne y obligar a la gente a comer gusanos.
Mientras tanto, el partido de extrema derecha español Vox prometió defender al país contra “la nueva religión climática”.
Pero para entender por qué el cambio climático y las guerras culturales se han entrelazado tanto a nivel mundial, los expertos dicen que probablemente una de las claves esté en Estados Unidos.
“Una agenda para controlarte”
En septiembre, frente a una plataforma petrolífera en el oeste de Texas, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, aspirante a la candidatura presidencial republicana, describió las políticas climáticas y de energía limpia de los demócratas como un asalto total a la libertad.
“Todo esto es parte de una agenda para controlarte y controlar tu comportamiento”, aseveró DeSantis. “Están tratando de limitar tus opciones como estadounidense, están tratando de circunscribir tus ambiciones”.
Esta retórica es oscura, pero no es nueva. El mismo discurso lo habría podido pronunciar un conservador estadounidense décadas atrás, dijo Aaron McCright, sociólogo y experto en clima de la Universidad Estatal de Michigan. “¿Y por qué se ha quedado todo este tempo? Porque es eficaz y asusta a la gente”.
Los orígenes de la guerra cultural en torno al cambio climático en Estados Unidos se remontan a principios de la década de 1990, cuando un nuevo impulso a la acción climática global chocó con un gran cambio geopolítico, dijo McCright.
En 1992, más de 100 países acordaron enfrentar la contaminación que calienta el planeta en un tratado que fue ampliado por el Protocolo de Kyoto de 1997, lo que obligó a las principales naciones desarrolladas a reducir su contaminación procedente del carbón, el petróleo y el gas.
Casi al mismo tiempo, la Unión Soviética colapsó, dejando un vacío para un nuevo enemigo común de los estadounidenses.
“La amenaza comunista contra la que la gente de la derecha estadounidense había peleado durante décadas desapareció, y ya no había ningún hombre tenebroso al que temer”, dijo McCright. La agenda ambiental fue, en muchos sentidos, un reemplazo perfecto.
El cambio climático “se convirtió en el sustituto de todo lo que está mal de un gobierno”, dijo. “‘No puedes decirme qué puedo y qué no puedo hacer en mi tierra. Gobierno federal: manténte alejado de mí’”.
Al mismo tiempo, las compañías de combustibles fósiles, que conocían el impacto climático de sus productos desde la década de 1970, según una serie de estudios, inyectaron enormes cantidades de dinero para socavar las ciencias ambientales, relató Lewandowsky. “Comenzaron una campaña de propaganda desde muy temprano”.
Estos acontecimientos terminaron con un breve momento de consenso bipartidista sobre el cambio climático. Los políticos republicanos, que anteriormente habían estado mayoritariamente alineados con los demócratas en estos temas, comenzaron a votar en masa contra la acción climática.
El público siguió a los republicanos
En 1992, había una brecha de sólo 5 puntos porcentuales entre republicanos y demócratas en el apoyo a la protección del medio ambiente, según un estudio de 2012 del Pew Research Center. En 2012, esa brecha se había disparado a 39 puntos porcentuales.
“Si entraste en coma en 1988 y te despertaste en 1995”, dijo McCright, “probablemente pensarías: ‘¿Qué diablos pasó?’”.
Cuando se trata de las opiniones de los estadounidenses sobre el impacto climático actual, “nada importa más que el partidismo”, dijo a CNN Alec Tyson, el encuestador principal en una estudio reciente de Pew. Esa encuesta encontró que el 86% de los demócratas esperaba que los efectos climáticos negativos se agravaran a lo largo de su vida, mientras que sólo el 37% de los republicanos dijeron lo mismo.
En diciembre de 2022, un Congreso controlado por el Partido Demócrata aprobó la Ley de Reducción de la Inflación, el mayor proyecto de ley climático en la historia de Estados Unidos. Se trataba en gran medida de un paquete de incentivos fiscales para animar a la gente a comprar coches eléctricos con descuento, cocinas eléctricas, paneles solares y sistemas de calefacción y refrigeración energéticamente eficientes: todo zanahoria y nada de garrote.
Ningún republicano votó a favor.
Un imán para los medios de derecha
Según los expertos, los medios conservadores han desempeñado un papel enorme a la hora de alimentar las narrativas de la guerra cultural.
Cuando la representante progresista Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York y el senador Ed Markey de Massachusetts presentaron el Green New Deal en 2019 (una resolución no vinculante destinada a abordar la crisis climática) la propuesta se convirtió en un imán para los medios de derecha.
“La propuesta política más radical y peligrosa de la historia moderna”, “esclavitud económica”, una propuesta “ecofascista”: estas fueron sólo algunas de las respuestas en publicaciones y cadenas de televisión de derecha.
La cobertura de Fox News sobre el Green New Deal daba a pensar que “no ibas a poder comer hamburguesas, tus viajes iban a ser radicalmente restringidos, te estaban quitando tu libertad de movimiento”, dijo Allison Fisher, directora del programa sobre clima y energía del grupo progresista de vigilancia de medios Media Matters.
El Green New Deal desencadenó un aumento en la retórica de los medios de derecha, dijo Fisher a CNN.
Fox ha “estado sentando las bases necesarias para posicionar las políticas climáticas como un eje de la guerra cultural durante mucho tiempo”, dijo. El mensaje de la cadena ha sido simple y eficaz, añadió: La “idea de que la izquierda radical ha inventado la crisis climática para tomar el control de todos los aspectos de la vida estadounidense”.
CNN contactó a un portavoz de Fox News quien no respondió las solicitudes de comentarios sobre estas caracterizaciones.
Esta narrativa utiliza un miedo que define a la gente de la derecha política, dijo Lewandowsky, el profesor de psicología. “Si eres conservador o libertario, entonces crees que el cambio climático es un infierno”, dijo, porque lidiar con él significa impuestos, regulación y un Gobierno más grande, y para algunos, “eso es extremadamente complejo a un nivel profundo, emocional e intelectual”.
Incluso en países como el Reino Unido, que tienden a estar menos polarizados y donde suele haber menos hostilidad hacia los grandes gobiernos, los medios conservadores también han estado avivando la división existente en torno al cambio climático, dijo Ed Matthew del centro de estudio climáticos E3G.
Hubo un “aumento significativo” en los artículos de los periódicos del Reino Unido que piden al gobierno que abandone los objetivos climáticos y que los acusa de “tratar de crear miedo”, dijo a CNN.
El objetivo es hacer que la acción climática sea controvertida, añadió Matthew, “y ese es un juego muy peligroso”.
Ganar aceptación social
Si bien hay muchas encuestas en Estados Unidos y Europa que muestran que la mayoría de las personas cree que el cambio climático es una amenaza y que apoyan ampliamente la acción climática, todavía existe un “abismo increíble” entre reconocer el problema y hacer algo sustancial al respecto, dijo Jennie King, experta en desinformación climática del grupo de expertos del Institute for Strategic Dialogue.
Este abismo se ha hecho más amplio a medida que el costo de vida se dispara, muchos países se tambalean al borde de la recesión y existen temores genuinos sobre quién pagará por dicha acción climática.
El “kilómetro final” –es decir, las políticas que afectan directamente la vida de las personas– es “donde ahora se consolida la guerra de información”, dijo King a CNN.
Los gobiernos que intentan aprobar leyes climáticas se encuentran en un aprieto: impulsar agendas audaces a riesgo de sufrir críticas y protestas (alimentadas por aquellos que se benefician avivando el miedo y la oposición) o ir lentamente y desviar aún más al mundo de su objetivo de limitar el catastrófico calentamiento global y asegurar un clima habitable.
Alemania, en donde una bomba de calor amenazó con destrozar al gobierno, funciona como una especie de advertencia, dijo Matthew de E3G. El país intentó “introducir regulación tan rápido que la gente no estaba preparada”, dijo, dando a los partidos de extrema derecha la oportunidad de explotarla y obtener apoyo.
La clave para transformar rápidamente las economías y reducir la contaminación que calienta el planeta será “atraer a la sociedad y ganar aceptación social”, dijo Schreurs. Pero añadió que “no será fácil”.