El caganer, figura típica del pesebre catalán, en su versión tradicional.

(CNN Español) – En los mercadillos navideños de Barcelona, en medio de la infinidad de representaciones de María, José, Jesús y todo el séquito de personajes tradicionales que pueblan los pesebres, destaca una figura que para quienes no la conocen resulta, como mínimo, sorprendente: el caganer.

El caganer es un hombrecito que en su versión original va de pantalón oscuro, camisa clara, faja y barretina roja, vestimenta del campesino catalán tradicional. Hasta allí todo normal. Pero resulta que tiene el trasero al aire y está… defecando. En ocasiones incluso puede estar además fumando una pipa o cigarro o leyendo el periódico.

Se trata de una “tradición muy nuestra, que nos hace gracia y que es un poquito el reflejo de una forma que tenemos de ser los catalanes”, explica a CNN en Español Marc-Ignasi, integrante de la Asociación de Amigos del Caganer que desde 1990 convoca a entusiastas de esta figura.

E incluso en una época en la que cada vez menos catalanes van a misa, dice, se trata de una tradición tan viva que “se está volviendo un ícono”.

En el pesebre, el caganer se coloca tras un pajar o en algún otro sitio donde quede medianamente oculto “porque sería una falta de respeto que la figura se situara en un lugar […] visible desde la cueva del nacimiento o por quienes van a adorar a Jesús”, escriben Jordi Arruga y Josep Mañà en el libro El caganer, citado por la Asociación de Amigos del Caganer.

Lo tradicional es que el caganer se esconde. La gente no tenemos costumbre de hacer deposiciones en público”, sintetiza Marc-Ignasi. Y esto lo convierte, a su vez, en un elemento lúdico: “Es cómo un juego, cuando vas a casa de alguien, buscar dónde está el caganer. Esto es lo habitual: que esté escondido y tú tienes que hacer un esfuerzo extra para encontrarlo”.

¿Qué significa el caganer?

“Hay muchas teorías de por qué existe el caganer”, explica Marc-Ignasi. Hay quienes lo remiten a una tradición pagana —en esta época del año, por cierto, los paganos celebraban importantes festivales y hoy los neopaganos siguen teniendo sus propios rituales— y quienes lo asocian a la fertilidad: en el campo el excremento se convierte en abono. En ese sentido, el caganer “cierra el ciclo biológico”.

También hay quienes lo decodifican desde un punto de vista más “carnavalesco”, dice Marc-Ignasi, “de protesta, de contrapunto, de desdramatizar lo que sería en nacimiento” de Jesús. “Por mucho que venga la divinidad, también tenemos la gente necesidades, porque que sepamos todo mundo va de vientre, incluso Jesús si era de carne y hueso tenía que hacer sus necesidades”.

En Cataluña es una tradición consolidada, pero afuera no necesariamente todos la entienden. Marc-Ignasi cuenta que la Asociación de Amigos del Caganer tiene socios de otros países que se han interesado por el asunto, por ejemplo uno de Italia, uno de Alemania, uno de Japón y uno de Estados Unidos. El estadounidense, dueño de un restaurante, montó una exposición de caganers y la tuvo que desmontar porque la gente, literalmente, no la entendió.

Marc-Ignasi cuenta con una colección de caganers que innovan no solo en los personajes sino en los materiales. Aquí se puede ver, de izquierda a derecha, uno de madera, uno hecho con una pequeña calabaza y otro de plata que se encuentra en un colgante.

En el libro El caganer, los autores explican que no se trata de una figura exclusiva de los belenes, sino que también se encontró tradicionalmente en otros espacios de la imaginería a partir del siglo XVI.

Marc-Ignasi cuenta que el caganer más antiguo que ha visto doumentado data del siglo XVII, en un relieve en mármol de la montaña de Monsterrat. La virgen está arriba y abajo, en un rincón a la derecha, se encuentra el sigular hombrecillo.

También se encontró esta imagen en baldosas típicas de Cataluña en las que se representaban distintos oficios.

Es posible que en los pesebres apareciera hacia finales del siglo XVII, dice El caganer, o principios del siguiente, en el período barroco, “un movimiento que se caracterizaba por el extremado realismo que abocó, sobre todo, a las naturalezas muertas y en las escenas costumbristas, todas muy relacionadas con la descripción de la vida del pueblo”. En esta época se “dignificaron” aspectos de la vida diaria que hasta entonces se habían “menospreciado” y entonces fueron temáticas artísticas válidas.

Y aunque en Cataluña brille en todo su esplendor, lo cierto es que no es exclusivamente catalán. Hay caganers en Nápoles y en Murcia, según el Ayuntamiento de Barcelona, y también en Portugal. Allí, explica Marc-Ignasi, tienen el “cagao” que no va en el pesebre navideño sino en la “caracasa”, un equivalente de pesebre, pero que se monta en la celebración de san Juan Bautista, coincidente con el solsiticio de verano.

De Messi a Yoda: el boom de los caganers

Este caganer de Leo Messi, con el equipo del Barcelona, data de 2010. Ahora, en tiendas en las áreas turísticas de la capital catalana, también se puede encontrar su versión con el rosado del Inter Miami.

“Últimamente ha habido como un gran boom, entonces cualquier personaje famoso tiene su caganer”, explica Marc-Ignasi. Y por cualquier hay que entender eso: cualquier. Desde Donald Trump a Harry Potter, pasando por Yoda, Leo Messi, la reina Isabel, el “Che” Guevara, el Dalai Lama, Fridha Kalo, Cristóbal Colón, Batman… hasta Ibai Llanos tiene un caganer.

Y también funcionan on demand. Hay artesanos, cuenta Marc-Ignasi, que si le envías la fotografía de una cara te hacen un caganer con esa cara.

La innovación no está solo en las formas sino en los materiales. Los caganers tradicionales están hechos de barro cocido, pero la imaginación y la destreza de los artesanos ha dado como resultado piezas en materiales tan diversos como madera, jabón, cristal de murano, chocolate y papel maché, entre otros.

No es la única tradición escatológica de los catalanes

Un artículo sobre Cataluña y las tradiciones navideñas no está completo sin referencia a otro personaje escatológico que adorna la celebración invernal: el tió de Nadal o tronco de Navidad.

Así explica Marc-Ignasi la tradición: se va a buscar al tronco al bosque y se lo alimenta. Luego. el día de Navidad o de san Esteban —uno de los primeros mártires del cristianismo—, que se celebra el 26 de diciembre, se lo tapa con una frazada, se le pega con un bastón y se le pide que… defeque regalos.

El tió de Nadal, cubierto con su frazada, preparado para dar regalos.

“Tradicionalmente se va a buscar al bosque o llega a la puerta de casa el día de santa Lucía (13 de diciembre) y cada noche se le dan los restos de la comida o bien galletas, barquillos o mandarinas y al día siguiente por la mañana los niños se dan cuenta de que solo ha dejado migajas o las cáscaras”, explica el Ayuntamiento de Girona. Anteriormente, los regalos que “entregaba” el tió eran dulces, turrones y otros comestibles para la fiesta. Hoy, la cartera de regalos es más amplia, pero las canciones que le cantan los niños conservan el espíritu: “Tió, tió, caga turrón de avellana y de piñón; si no quieres cagar te voy a dar un golpe de bastón”.