Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

Tromsø, Noruega (CNN)– Hay algo de sobrenatural en el Ártico. Durante la noche polar, que puede durar meses, el sol se mantiene por debajo del horizonte, dejando la región en una oscuridad continua interrumpida por periodos de crepúsculo con un carácter casi místico.

En las noches despejadas, se puede ver la aurora boreal danzando por el vasto cielo, con sus remolinos verdes y azules que contrastan con el blanco absoluto de las inmesurables extensiones de nieve.

Pero entonces, en el puerto de Tromsø, en el extremo más septentrional de Noruega, el paisaje natural se rompe con el gris militar metálico de una fragata de la Marina noruega. Es un súbito recordatorio de que el Ártico no es inmune a las tensiones que acosan al resto del planeta.

De hecho, las temperaturas aquí están subiendo casi cuatro veces más rápido que en el resto del planeta, y eso es si tomamos simplemente la lectura del termómetro. En materia de geopolítica, la región más fría del mundo corre el riesgo de convertirse en la más caliente.

En un reciente discurso ante el Consejo Ártico, el organismo intergubernamental encargado de coordinar la administración de la región, el almirante Rob Bauer, jefe de la Comisión Militar de la OTAN, advirtió: “No podemos ser ingenuos e ignorar las intenciones potencialmente nefarias de algunos actores de la región”.

“El conflicto”, dijo, “puede presentarse en cualquier momento, en cualquier dominio, incluido el Ártico”, añadió, ominosamente.

No era una hipérbole. La creciente militarización de la región, alimentada por el aumento de las tensiones internacionales, está agravando la presión para aprovechar el potencial estratégico y económico del Ártico. El deshielo también está creando nuevas rutas marítimas y abriendo los recursos naturales a la explotación, lo que hace que el control estratégico del Ártico sea cada vez más atractivo.

Una fragata de la Marina noruega en el puerto de Tromsø, en el extremo septentrional del país, captada por la columnista de opinión de CNN Frida Ghitis. Crédito: Frida Ghitis

A unos cientos de kilómetros del puerto de Tromsø, la península rusa de Kola alberga la Flota del Norte rusa, donde se concentran múltiples submarinos lanzamisiles balísticos, cruceros, destructores, fragatas, concentraciones de tropas, aeródromos y otros activos militares cerca de la frontera de la OTAN.

El pasado fin de semana, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, lanzó una amenaza apenas velada a Finlandia, uno de los ocho países del Ártico y el miembro más reciente de la OTAN, advirtiendo que “habrá problemas” entre ambos países ahora que Helsinki se ha unido a la alianza. Rusia, dijo, pronto concentrará unidades militares cerca de la parte norte de la frontera que comparten ambos países.

Apenas unas semanas antes, Finlandia cerró sus pasos fronterizos con Rusia, acusando a Moscú de lanzar una “operación híbrida”: convertir en armas a los migrantes desesperados ayudándoles a alcanzar la gélida frontera europea en el Ártico, en un esfuerzo por desestabilizar a la Unión Europea.

En una entrevista con los medios de comunicación estatales, Putin afirmó que los dos países no tenían problemas antes de que Finlandia entrara en la OTAN, ya que habían resuelto sus disputas territoriales en el siglo XX. Pero Finlandia recuerda cómo se “resolvieron”: con una invasión rusa y una feroz Guerra de Invierno entre 1939 y 1940 que dejó a Rusia en posesión de partes de Finlandia.

Cuando Rusia invadió Ucrania el año pasado, Finlandia decidió que la neutralidad no garantizaba la seguridad. Necesitaba la protección de pertenecer a la OTAN.

Las tensiones a lo largo del Ártico han crecido exponencialmente desde la invasión no provocada de Ucrania por Rusia en 2022, pero los problemas venían creciendo desde mucho antes.

Durante décadas, la región situada en la cima del globo parecía un lugar especial, donde las potencias mundiales podían reunirse por el bien común. El Consejo Ártico parecía un modelo de convivencia: un foro creado en 1996, durante aquel breve interludio de optimismo en las relaciones entre la Rusia postsoviética y Occidente.

El grupo, formado por los ocho países con territorio en el Ártico y pueblos originarios (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos), pretendía promover la paz, la estabilidad y el desarrollo sostenible, salvaguardando la región.

Sin embargo, con el cambio de siglo, las relaciones con Rusia y, más tarde, con China, cuyo papel en la región está emergiendo ahora, dieron un giro negativo.

En retrospectiva, algunos observadores sostienen que Rusia explotó esa percepción de “excepcionalismo” ártico con el mantra de “Alto Norte, baja tensión”, proclamando públicamente su compromiso con la cooperación pacífica, al tiempo que lanzaba una gigantesca escalada militar.

En octubre de 2021, Rusia asumió la presidencia rotatoria del Consejo. En su discurso ante la Asamblea anual del Círculo Polar Ártico, celebrada en Reikiavik (Islandia), Nicolay Korchunov, un alto funcionario ruso del Ártico, esbozó los planes de Moscú. Durante la presidencia rusa, explicó, “seguiremos fomentando la cooperación constructiva, manteniendo la paz y la estabilidad”.

Unos meses después, Rusia invadió Ucrania. El trabajo del Consejo Ártico se congeló. Su propio futuro se puso en duda.

Poco después, Rusia aceleró sus actividades militares y comerciales en la región.

Haciendo caso omiso de las normas de seguridad medioambiental, Rusia empezó a utilizar petroleros de casco delgado, en lugar de los de clase hielo, para transportar crudo por la región. Uno se estremece al imaginar lo que un gran vertido de petróleo provocaría en esta cima virgen del mundo.

Durante una cumbre celebrada en marzo entre Putin y el líder chino Xi Jinping, ambos países acordaron centrarse en el Ártico, lo que parecía abrir un nuevo frente contra Occidente. Según algunos cálculos, China ha invertido US$ 90.000 millones en la región.

Moscú y Beijing colaboran en la construcción de una “Ruta de la Seda Polar”, con objetivos económicos, geopolíticos y militares. China está elaborando subrepticiamente un argumento para convertirse en un actor en la región, declarándose un “estado cercano al Ártico”.

Según el almirante Bauer, todo esto resulta preocupante para la OTAN, “porque mientras que las intenciones de Rusia en el Ártico han quedado claras en los últimos años”, las de China “siguen siendo opacas”.

Moscú, por su parte, ha censurado la expansión de la OTAN hacia el este. Y ahora, la adhesión de Finlandia, y posiblemente de Suecia a la alianza, dejaría a Rusia como la única nación ártica fuera de la OTAN.

Si, como sostienen algunos, Rusia consiguió engañar a sus vecinos del Ártico, su invasión de Ucrania terminó con ello. “Puede que resulte difícil comprender lo profunda que ha sido la paz en Noruega”, declaró la viceministra de Defensa de Noruega, Anne Marie Aanerud. “Literalmente sentíamos que nada podía ir mal durante generaciones”.

Ahora, el Ártico noruego no es solo el lugar donde observar a las manadas de ballenas en busca de arenques entre los fiordos helados. Las fuerzas militares de la OTAN también realizan visitas frecuentes, en respuesta a las maniobras de provocación de la enorme presencia militar rusa.

En septiembre, los habitantes de Tromsø vieron emerger de sus aguas un submarino de la Marina francesa. Días después, un submarino estadounidense también fue recibido aquí.

Aanerud recordó un ejercicio militar ruso hace unos meses, que parecía practicar el corte de la península escandinava.

En respuesta, Escandinavia acogerá en breve el enorme ejercicio militar “Nordic Response”, con la participación de unos 20.000 soldados de 14 países.

El Ártico, la extrema latitud septentrional, con sus paisajes sobrecogedores, sus exóticos fenómenos atmosféricos y su naturaleza aún virgen, puede parecer un refugio seguro frente a un planeta tempestuoso.

Pero este oasis aparentemente sobrenatural es muy de este mundo. Las turbulencias que sacuden el planeta se están abriendo paso hasta la cima del globo, y es probable que las tensiones en el Alto Norte aumenten incluso después de que se disipen algunos de los conflictos que acaparan los titulares de la actualidad.