(CNN) – El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aumentó la presión sobre su homólogo de México, Andrés Manuel López Obrador, para atender la compleja situación en la frontera que comparten los dos países por la cantidad sin precedentes de migrantes que han llegado. La gran oleada de personas ha puesto en aprietos a las autoridades de EE.UU. y ha exacerbado uno de los problemas políticos de larga data de Biden.
Biden habló con López Obrador la mañana de este jueves, mientras Estados Unidos busca asistencia adicional para reducir el número de migrantes que llegan a la frontera. La conversación ocurre en un momento políticamente delicado para Biden, quien ha debido lidiar repetidamente con oleadas de inmigrantes impulsadas por el deterioro de las condiciones en el hemisferio occidental.
En su llamada, los dos presidentes coincidieron en que “se necesitan urgentemente acciones policiales adicionales” para reabrir los puertos en la frontera entre EE.UU. y México, donde la oleada de migrantes ha puesto bajo presión los recursos federales y ha obligado al cierre de puertos, dijo a la prensa el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby.
“Tuvieron la oportunidad de hablar sobre los esfuerzos en curso para gestionar los flujos migratorios sin precedentes en el hemisferio occidental, sobre la base de la declaración de Los Ángeles para la migración y la protección”, dijo Kirby, en referencia a la llamada entre los dos líderes más temprano el jueves.
Altos funcionarios estadounidenses, entre ellos el secretario de Estado, Antony Blinken, el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, y la asesora de Seguridad Interior de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall, viajarán a México en los “próximos días” para discutir nuevas medidas con funcionarios mexicanos, dijo Kirby.
La seguridad fronteriza, que sigue siendo un punto vulnerable para Biden de cara a 2024, ha estado en primer plano este mes mientras los negociadores del Senado intentaban alcanzar un acuerdo sobre inmigración vinculado a la petición de suplemento de seguridad nacional del Gobierno. Esas conversaciones se estancaron, lo que impidió a Biden conseguir ayuda adicional para Ucrania e Israel antes del cierre de año. La petición de la Casa Blanca también incluía US$ 14.000 millones para seguridad fronteriza.
Por su parte, el expresidente Donald Trump ha intensificado su ya virulenta retórica antiinmigración y el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, ha intensificado su transporte de inmigrantes a ciudades lideradas por los demócratas, llevando en avión a inmigrantes a Chicago, que acogerá la Convención Nacional Demócrata el próximo verano.
En conjunto, la situación pone de relieve las dificultades a las que se enfrenta Biden ante las críticas de los republicanos, que lo culpan por la crisis fronteriza; de los demócratas, que argumentan que se puede hacer más para afrontar la oleada, y de los progresistas, que se oponen a medidas fronterizas estrictas.
Funcionarios del Gobierno de Biden han citado repetidamente el movimiento récord de migrantes a través del hemisferio occidental como un problema regional que requiere la ayuda de múltiples socios. Pero a pesar de una serie de medidas adoptadas por Estados Unidos para intentar frenar el flujo de migrantes, miles de ellos han llegado a la frontera sur estadounidense.
En los últimos días, más de 10.000 migrantes cruzaron ilegalmente la frontera entre Estados Unidos y México a diario, cifras que no se registraban desde días antes del levantamiento de una restricción de la era covid conocida como Título 42 que permitía a las autoridades devolver a los migrantes en la frontera. La falta de capacidad y recursos para hacerles frente se está convirtiendo en el tipo de escenario que las autoridades estadounidenses alguna vez planearon pero esperaban que no se materializara.
Bajo el gobierno de Biden, el Departamento de Seguridad Nacional consideró múltiples escenarios y se preparó para oleadas en la frontera sur de EE.UU. de entre 16.000 y 18.000 llegadas al día, antes del levantamiento de la restricción fronteriza de la era covid.
“Podríamos tener, y mantener, un par de días con 12.000 encuentros”, declaró a CNN un antiguo funcionario de Seguridad Nacional.
“Pero la realidad es que un flujo sostenido de 12.000 a 14.000 es lo que determinamos que haría colapsar el sistema. Todo lo que fuera más allá de eso suponía una importante presión sobre los recursos y las detenciones. En última instancia, sabíamos que estábamos superando las capacidades del DHS”, dijo el exfuncionario. “Se romperá”.
Lo que hace que este momento sea singularmente difícil, dijeron los funcionarios, es que múltiples sectores a lo largo de la frontera sur de EE.UU. están desbordados, lo que hace más difícil aliviar las zonas de la frontera que están afrontando grandes grupos de migrantes.
“Cuando tienes múltiples sectores y no puedes descomprimir porque los lugares a los que normalmente descomprimes están desbordados, es insostenible”, dijo el exjefe de la Patrulla Fronteriza de EE.UU., Raúl Ortiz.
Un funcionario de Seguridad Nacional subrayó que la situación en la frontera entre Estados Unidos y México, donde el personal se desplaza para intentar absorber el flujo de migrantes y miles de personas esperan a ser procesadas, se acerca a un “punto de quiebre”.
Las nacionalidades y la demografía de los migrantes también han supuesto siempre un reto para las autoridades porque no hay suficiente espacio de detención ni vuelos de repatriación para quienes no cumplen los requisitos para obtener asilo.
El aumento, según los funcionarios de fronteras, está siendo impulsado por agencias de viajes seudolegítimas y redes de transporte organizadas que anuncian viajes a la frontera sur de Estados Unidos y, en última instancia, conectan a los migrantes con los traficantes.
Esta semana había más de 26.000 migrantes bajo custodia del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, casi 10.000 personas por encima de su capacidad.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, aprovechó el creciente número de llegadas a la frontera para transportar a los migrantes procesados y puestos en libertad a la espera de sus trámites de inmigración a ciudades como Nueva York, Washington, Denver y Chicago. La medida, aunque impulsada por Abbott, ha sido un punto de discordia entre funcionarios demócratas y la Casa Blanca, ya que las ciudades se enfrentan a una afluencia de llegadas.
Abbott redobló sus esfuerzos este miércoles, cuando el estado transportó en avión a los inmigrantes a Chicago. El vuelo partió de El Paso con destino a Chicago con 120 pasajeros.
La Casa Blanca criticó a Abbott el jueves por volar a los migrantes a Chicago, llamándolo un “truco político” que “se suma a su cuenta de políticas extremas que buscan satanizar y deshumanizar a las personas”.
“Una vez más, el gobernador Abbott demuestra la poca consideración o respeto que tiene por los seres humanos”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Angelo Fernández Hernández, en un comunicado enviado a CNN.
“El gobernador Abbott deja a los migrantes a un lado de la carretera en pleno invierno, instala alambre de púas haciendo más peligroso el trabajo de la Patrulla Fronteriza y promueve leyes extremas que harán menos seguras a las comunidades en Texas. Al gobernador Abbott no le interesan las soluciones, solo busca utilizar a la gente como peones políticos”, añadió.