Llamado a la Tierra es una serie editorial de CNN comprometida con reportar los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta, además de mostrar las soluciones a esos retos. La Iniciativa Perpetual Planet de Rolex se ha asociado con CNN para crear conciencia y educación sobre los asuntos de sostenibilidad claves y para inspirar acciones positivas.
(CNN) – Un oso negro gigante se escabulle por un hueco bajo una casa abandonada en South Lake Tahoe, California. Su pelaje brilla con el flash de la cámara, de un color intermedio entre el de los pinos secos y el de la pintura roja oxidada de la casa que hay detrás.
Al fotógrafo Corey Arnold le habían dicho que había un oso en la madriguera y colocó su cámara, equipada con sensores de movimiento, a la espera de que apareciera. Lo que no sabía era lo enorme que sería el oso. Una serie de imágenes mostraban cómo, lenta pero inexorablemente, sacaba su abultada barriga del agujero para buscar la cena. Más tarde, esa misma noche, la cámara captó cómo volvía a meterse en su casa.
El tamaño del oso se debe a su dieta de basura humana, dice Arnold. En algunas partes de EE.UU., donde los osos negros viven en las ciudades y sus alrededores, tanto su comportamiento como su forma han cambiado. Según estudios realizados tanto en el lago Tahoe como en Asheville, en Carolina del Norte, los osos urbanos son menos activos que los que viven en la naturaleza y se alimentan de comida humana azucarada. Como consecuencia, a veces pesan el doble.
Para bien o para mal, los animales salvajes tienen que adaptarse para sobrevivir en zonas de creciente urbanización, y son estos animales los protagonistas de la serie “Cities Gone Wild” de Arnold. Encargado inicialmente por National Geographic y publicado el año pasado junto a un artículo de la periodista Christine Dell’Amore, el proyecto fue reconocido en los Sony World Photography Awards 2023, obteniendo el primer puesto en la categoría de vida salvaje y naturaleza.
Su objetivo eran los osos negros, los coyotes y los mapaches, especies cuyas poblaciones tienden a crecer en las zonas urbanas, dice Arnold. “Son los que han aprendido a adaptarse realmente bien a los paisajes construidos por el hombre, como las ciudades y los suburbios”, explica a CNN.
Durante tres meses, siguió a los animales en varias ciudades de EE.UU. en su vida cotidiana: dónde dormían, cómo encontraban comida y su relación con los humanos. Los resultados fueron esclarecedores: mapaches que anidan en los estrechos huecos entre edificios, osos que salen de los contenedores y oseznos que juegan en columpios de neumáticos.
En Chicago, Arnold trabajó con científicos en el seguimiento de coyotes con collares. Le asombró cómo habían aprendido a navegar por la aglomeración urbana y evitar el tráfico de vehículos (su principal asesino) a través de una extensa red de vías de ferrocarril. “Se despertaban en un solar vacío, corrían por las vías del tren, hacían una parada y buscaban conejos o ratones en un solar, y luego volvían a las vías y bajaban”, explica.
A pesar de la densidad de la ciudad, seguían teniendo territorios específicos, sabían dónde encontrar pareja y eran listos para encontrar escondites a los que los humanos no tenían acceso. “La mayor parte del tiempo, cuando rastreábamos a los que llevaban collar, apenas se les veía. Yo sabía exactamente dónde estaban pero, de alguna manera, simplemente navegaban por las sombras utilizando el sigilo para estar ahí fuera”, añade.
Sin embargo, estos animales no siempre se mantienen alejados de los humanos. A menudo causan estragos: buscan en los cubos de basura y dejan los desperdicios esparcidos por la calle, anidan en los sótanos o áticos de la gente y dejan mal olor, y a veces incluso atacan a las personas o a sus mascotas.
Una de las fotografías de Arnold no muestra a un animal salvaje, sino a un pequeño perro llamado Misto en el jardín delantero de una casa de San Francisco. Lleva lo que parece un accesorio punk-rockero, pero en realidad es un pincho disuasorio para coyotes. El dueño lo compró tras los relatos de coyotes que arrebataban perros pequeños de la calle en la ciudad.
En Asheville, algunos residentes cazan osos negros en determinadas épocas del año, atrayéndolos con cebo e incluso comiéndose la carne después. Otros ponen alpiste en el jardín para alimentarlos. Arnold cuenta cómo una mujer dejaba un bebedero gigante fuera de su propiedad para que los osos recorrieran su jardín. Año tras año, la misma osa se acercaba con una nueva camada de crías y esta persona interactuaba con ellas a través de su ventana, dice.
La compleja relación entre humanos y animales siempre ha fascinado a Arnold. Cuando era pequeño y crecía en una granja de aguacates del sur de California, encontraba animales perdidos, los llevaba a casa y los cuidaba hasta que recuperaban la salud, pero también iba a pescar los fines de semana con su padre, donde tiraban la “morralla” sin pensárselo dos veces.
“Cuando me hice un poco mayor, empecé a pensar en la extraña relación que tenemos (con los animales): los admiramos, los queremos y también nos los comemos. ¿Por qué no nos comemos a nuestras mascotas, pero sí a otros animales? ¿Por qué les disparamos a algunos animales porque se comen nuestra comida y a otros les damos golosinas en nuestro patio y nos encanta verlos?”, dice.
Esta curiosidad ha dado forma a gran parte de su obra fotográfica, desde la documentación de la pesca comercial y la vida en el mar hasta una creciente colección de imágenes que muestran toda una serie de encuentros entre seres humanos y animales salvajes, desde alguien bañando a una cobaya hasta una mujer con un abrigo de piel con estampado de leopardo.
Como fotógrafo, Arnold cree que es importante no juzgar las distintas relaciones.”Soy alguien que puede dar un paso atrás y ver el panorama general, ya se trate de la caza o de la protección del medio ambiente”, afirma. “Trato de encontrar un equilibrio e intento escuchar las opiniones de todos sobre cómo debemos tratar a nuestros animales”.
El proyecto “Cities Gone Wild” ilustra los peligros potenciales a medida que crecen las ciudades, se destruyen los hábitats autóctonos y los seres humanos y los animales viven en mayor proximidad. También arroja luz sobre la vida de estos animales e insinúa que cuanto más los comprendamos, más probabilidades tendremos de encontrar formas de llevarnos bien con ellos.
“Siempre habrá un poco de conflicto”, dice Arnold.”Solo tenemos que encontrar un término medio en el que no los exterminemos, sino que aprendamos a convivir con ellos y mantengamos las distancias”.