La reina de España Letizia Ortiz.

Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN Español) – Quienes han leído la conocida novela de Alejandro Dumas, “El collar de la reina”, basada en el escándalo que derivó en el estallido en la corte de Luis XVI, recordarán que un collar de diamantes de 2.800 quilates fue el pretexto que decapitó la monarquía francesa. En octubre de 1793, María Antonieta, última monarca de Francia, con el cuello desnudo y las manos atadas a la espalda, cambió su collar por la filosa guillotina de la historia. En sucesos aparentemente simples, incluso frívolos e insulsos en apariencia, que cambiaron el curso de la historia, pensaba días antes de Navidad, cuando aparecieron, en diferentes soportes de la prensa española, los fragmentos de una mujer en el rompecabezas de un escándalo.

Un diluvio de alegaciones, que primero cobró cuerpo en el libro “Letizia y yo”, del periodista Jaime Peñafiel, donde el coprotagonista de este culebrón, Jaime del Burgo, hace recuento de su noviazgo con la otrora presentadora de noticias. Del Burgo cuenta a Peñafiel supuestos eventos y conversaciones a los que Letizia Ortiz nunca se ha referido, por ejemplo, que se decidió a pedirle matrimonio justo cuando la futura reina le comentara que había conocido al príncipe Felipe, con quien contrajo matrimonio en mayo de 2004.

Hasta ahí todo podía tratarse de una simple historia de amor a destiempo, si no fuera porque Jaime del Burgo decidió publicar en la plataforma X una imagen de Letizia frente al espejo. En la foto, que pudo también ser remitida a su hermana menor, Erika Ortiz, fallecida en febrero de 2007, o a Telma Ortiz, la mayor, con quien contrajo matrimonio Del Burgo en el año 2012, no aparece su nombre, pero el cuñado se empeña en reivindicar su rol de destinatario. El mensaje atribuido a Letizia dice: “Amor. Llevo tu pashmina. Es como sentirte a mi lado. Me cuida. Me protege. Cuento las horas para volver a vernos. Amarte. Salir de aquí. Tuya”.

La noticia llegó a la portada de París Match: “Letizia y Felipe de España: perfume de escándalo. Un libro acusa a la reina de adulterio”. Quienes nos hemos dedicado a buscar la noticia y su debate en los diarios españoles, hemos encontrado poco o nada sobre el tema ¿Por qué las grandes publicaciones de ese país optan por hacer silencio? ¿Por qué el debate dentro de España surge solo en los medios de menor alcance? ¿Será casual que tantos profesionales, expertos en la materia, de diversos medios eviten citar el tema? ¿A qué podemos atribuir el mutismo?

Más allá del hecho de estar a favor o en contra de las monarquías, de la alta responsabilidad que implica fungir como reina de España en los tiempos que corren, de atender con altura y coherencia su deber social, histórico, ético y cultural, está en juego el nombre de una persona pública que sirvió a su país como reportera en la guerra de Iraq, de una presentadora de noticias, una madre de familia, una mujer que hoy es reina de España.

¿Por qué atacar públicamente a Letizia Ortiz? ¿Acaso estas acusaciones afectan solo a la reina? ¿Qué le espera a la monarquía española tras este ataque frontal basado en especulaciones?

Jaime del Burgo, haciendo uso de su libertad de expresión, interviene a sus anchas en la intimidad de Letizia Ortiz, y a sabiendas de que su nombre forma parte simbólica de la historia de España, publica esta foto para ilustrar sus argumentos. En paralelo, estallan las acusaciones de los medios amarillistas, que mucho me recuerdan lo publicado durante los últimos años de la princesa Diana de Gales, quien murió en un dramático accidente de tráfico huyendo de la persecución de la prensa, acorralada entre el deber, el anhelo de lograr ser ella misma y la lealtad a una corona que jamás la entendió ni aceptó del todo. En esa corta distancia, entre la princesa y la plebeya, flota el imaginario de una mujer que jamás fue reina, pero sufrió en carne propia el peso de la corona.

El beso de la muerte, dentro del lenguaje ajedrecístico, lleva a los jugadores a colocar a la reina junto al rey contrario. La reina también debe ser protegida por otra pieza para que el rey no pueda capturarla. Cuando el rey se encuentre acorralado en el borde del tablero de ajedrez, ¡será jaque mate!

¿Leeremos un comunicado del Palacio de la Zarzuela sobre el tema? El bullying al qué está siendo sometida Letizia Ortiz no debería pasar desapercibido en una sociedad que persigue, juzga y condena el abuso y la violencia machista. El Estado que ella también representa ha creado instituciones como el Ministerio de Igualdad, que tiene entre sus funciones “(…) hacer real y efectiva la igualdad entre hombres y mujeres, la prevención y erradicación de las distintas formas de violencia contra la mujer y la eliminación de toda forma de discriminación por razón de sexo, origen racial o étnico, religión o ideología, orientación sexual, identidad de género, edad, discapacidad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social(…)”.

Letizia reina en un país que cuenta con un amplio listado de asociaciones que desde la delegación del gobierno colaboran contra la violencia de género. Con un extenso listado de organizaciones feministas y herramientas sociales que figuran y actúan de manera efectiva en el panorama social del Reino de España.

En el año 2019 su majestad, la reina de España, recibió el Premio del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, en la categoría “personalidad más destacada”, por su compromiso en la lucha contra la violencia doméstica, de género y su apoyo a las víctimas.

Me vienen a la mente las palabras de Letizia cuando le pidió a Felipe que no la interrumpiera, mientras él la presentaba ante el mundo como su prometida. “Déjame terminar”, dijo la joven periodista debutando en la realeza. En ese mismo tenor me pregunto: ¿Podrá la reina ejercer su derecho a réplica?