(CNN) – Los líderes mundiales acuden a Davos esta semana para hablar sobre los problemas más apremiantes del planeta.
Dos guerras importantes, una crisis marítima, ataques cibernéticos a instituciones estatales y evidencia aún más alarmante de la emergencia climática significan que no faltan temas de conversación.
Pero convertir las ideas en acción cuando los gobiernos deben una cantidad sin precedentes de US$ 88 billones (casi equivalente a la producción económica anual del mundo) será difícil.
La deuda pública se disparó durante la pandemia de covid-19 y es probable que este año el nuevo endeudamiento rompa récords en varias economías grandes, lo que dejará a los gobiernos menos capaces de responder a shocks como crisis financieras, pandemias o guerras.
Incluso en ausencia de una nueva crisis, los crecientes costos del servicio de la deuda limitarán los esfuerzos para abordar el cambio climático y atender a las poblaciones que envejecen. Los servicios públicos en muchos países ya están bajo presión después de sucesivos recortes presupuestarios.
Lo que es aún más preocupante es que, a medida que aumenta la carga de la deuda, los gobiernos podrían verse incapaces de endeudarse más para cumplir con sus obligaciones existentes y financiar adecuadamente los servicios básicos.
Un gobierno incapaz de financiar su deuda “se vería obligado a implementar abruptos y dolorosos” recortes de gastos o aumentos de impuestos, dijo Michael Saunders, exmiembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra.
“Y tal gobierno puede carecer de espacio fiscal para responder a futuros shocks adversos, impidiendo el apoyo fiscal cuando más se necesita”, dijo a CNN.
Saunders, ahora asesor económico senior de la consultora Oxford Economics, no cree que las economías ricas se estén acercando a lo que equivale aproximadamente a un límite de crédito personal y señala el apetito sostenido de los inversores por la deuda pública. Pero eso no quiere decir que el límite no se ponga a prueba “dentro de 10, 20 ó 30 años”.
Probando el límite
El Reino Unido –la sexta economía más grande del mundo– ofrece una advertencia sobre lo mal que pueden salir las cosas cuando los inversores rechazan el plan de endeudamiento de un Gobierno.
En septiembre de 2022, la libra y los bonos gubernamentales del Reino Unido, o gilts, se vendieron bruscamente, en parte como respuesta a los planes de la ex primera ministra Liz Truss de emitir más deuda para pagar los recortes de impuestos. Las tasas hipotecarias y otros costos de endeudamiento se dispararon a medida que los inversores exigieron primas mucho más altas por poseer deuda del Reino Unido.
En última instancia, el Banco de Inglaterra se vio obligado a intervenir y comprometerse a comprar bonos del Estado en “cualquier escala que fuera necesaria”.
“Si la disfunción en este mercado continuara o empeorara, habría un riesgo material para la estabilidad financiera del Reino Unido”, dijo en ese momento Dave Ramsden, un alto funcionario del banco central. “Esto conduciría a una reducción del flujo de crédito a la economía real”.
Si bien los bancos centrales pueden brindar apoyo temporal de emergencia, no pueden financiar los déficits gubernamentales en lugar de los inversores en bonos.
Basta con preguntarle a la Argentina, golpeada por la crisis, donde durante años el banco central imprimió pesos para ayudar al derrochador Gobierno del país a seguir pagando intereses sobre su deuda y evitar el default. Esa táctica provocó que el valor de la moneda cayera en picada y los precios se dispararan. La inflación anual superó el 211% el mes pasado, el nivel más alto en tres décadas.
Un año electoral arriesgado
Los presupuestos gubernamentales enfrentarán un nuevo escrutinio este año por parte de inversionistas en máxima alerta ante políticos tentados a hacer promesas en un intento por ganarse a los votantes.
La mitad de la población mundial va a las urnas. Esa serie de elecciones significa pocos incentivos para que las administraciones en funciones se ajusten el cinturón, al tiempo que aumenta la posibilidad de que los líderes entrantes busquen dejar su huella con nuevos planes impositivos y de gasto.
La deuda ya se perfila como un tema clave en las elecciones estadounidenses de este año, que culminarán con las elecciones presidenciales de noviembre. Los niveles récord de endeudamiento público se han convertido en un importante punto de discordia entre republicanos y demócratas, agravando los enfrentamientos sobre el presupuesto nacional que periódicamente amenazan con privar de fondos a las agencias federales e impedirles operar.
La creciente deuda y las arriesgadas políticas ya han pasado factura a la calificación crediticia de Estados Unidos, que normalmente afecta los costos de endeudamiento para el Gobierno, las empresas y los hogares.
Fitch rebajó en agosto pasado la calificación de la deuda soberana estadounidense a AA+ desde la máxima calificación AAA, citando la polarización política como un factor en su decisión. Mientras tanto, en noviembre, Moody’s advirtió que también podría eliminar la última calificación perfecta que le quedaba a Estados Unidos por parte de las tres grandes agencias de calificación.
“Uno de los elementos clave que sostiene la credibilidad de un país en cuanto a su capacidad para pagar (la deuda) es el consenso político”, dijo Raghuram Rajan, exgobernador del Banco de la Reserva de la India.
“No es inimaginable que si la democracia sufre un retroceso en Estados Unidos, si existe la sensación de que habrá una calamidad política”, el valor de los bonos soberanos estadounidenses caería, añadió. Y eso aumentaría los costes de endeudamiento del Gobierno.
¿La inteligencia artificial al rescate?
Incluso si se evitan los peores escenarios, el aumento del costo del servicio de la deuda después de un rápido incremento reciente de las tasas de interés oficiales, está desviando cantidades cada vez mayores de dinero de servicios públicos vitales y haciendo que sea más difícil abordar la crisis climática.
Según informes de los medios de comunicación del Reino Unido, el Partido Laborista, el principal partido de oposición de Gran Bretaña, ha reducido algunos de sus enormes planes de gasto ecológico debido a la preocupación de aumentar la carga de la deuda del país.
En el actual ejercicio financiero, que finaliza el 5 de abril, se espera que el Gobierno del Reino Unido gaste más en intereses de la deuda (94.000 millones de libras esterlinas o US$ 120.000 millones) que en educación o defensa, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, un organismo de control fiscal.
En Estados Unidos, los costos por intereses de una medida común se dispararon a US$ 659 mil millones en el año fiscal 2023, que finalizó el 30 de septiembre, según el Departamento del Tesoro. Eso es un 39% más que el año anterior y casi el doble que en el año fiscal 2020.
En 2023, el Gobierno gastó más en el servicio de su deuda que en vivienda, transporte y educación superior, según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, una organización sin fines de lucro.
El aumento de la deuda de las economías avanzadas que ilustran en parte esos elevados pagos de intereses coincide con una ralentización del crecimiento económico y un aumento del número de ancianos en relación con el de personas en edad de trabajar. En este contexto, no está claro cómo saldrá el mundo de su agujero de deuda.
“Lo que podría rescatarnos de forma relativamente indolora es una enorme mejora de la productividad sin pérdida de puestos de trabajo”, declaró a la CNN Rajan, profesor de Finanzas en la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, sugiriendo que la inteligencia artificial podría ser la clave.
Anna Cooban contribuyó con el reportaje.