Miembros de las Fuerzas Armadas patrullan una calle durante una operación para proteger la seguridad civil en Quito, el 10 de enero de 2024. Crédito: STRINGER/AFP vía Getty Images

Nota del editor:Jorge Dávila Miguel es Licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Ostenta posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Es de nacionalidad cubana y ha recorrido casi todos los niveles y labores de su profesión, desde reportero hasta corresponsal extranjero en prensa plana y radial, así como productor ejecutivo en medios televisivos. Como columnista, Dávila Miguel ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Hispanoamericanos y la Sociedad Interamericana de Prensa. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. 

(CNN Español) – Ecuador se encuentra en una guerra contra el crimen organizado. El nuevo presidente del país, Daniel Noboa, firmó un decreto que establece el estado de excepción y declara la existencia de un conflicto armado interno. El cáncer del crimen organizado, que amenaza la estabilidad del país y su población, no es nuevo, empezó a dar señales contundentes desde la presidencia de Guillermo Lasso, quien tuvo que declarar más de diez estados de excepción en el país. Lasso dejó el cargo el pasado 23 de noviembre, oprimido entre la oposición cerril del Congreso ecuatoriano y su incapacidad de resolver el conflicto. Así se abría el parto forzado para una nueva presidencia en 2023, el año más sangriento en el país, con 7.592 muertes violentas.

Ecuador era un país caracterizado por la paz ciudadana. Pero su situación geográfica entre Colombia y Perú facilitó que el narcotráfico fuera penetrando sus fronteras, hasta hacer del puerto de Guayaquil, y otros, una excelente salida para la droga hacia Europa y otros destinos. La presencia de los narcos se fue fortaleciendo en el país hasta que se inició la primera gran crisis en el año 2021, con el asesinato de 65 personas en la Penitenciaría del Litoral. Siguió el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, la muerte de 60 civiles en 2023, y finalmente, el ataque a una estación de televisión y muerte de 13 civiles entre el 8 y 9 enero. Noboa declaró la guerra al narco.

Para gran parte de la opinión pública ecuatoriana, asediada por la tensa situación actual, Rafael Correa es el principal responsable de la tragedia. Recién electo presidente en el 2007, Correa inició una política de diálogo con las pandillas nacionales. Echó a andar un inédito programa latinoamericano de reeducación para delincuentes. Legalizó las pandillas buscando su inserción social, y pasaron a ser “grupos juveniles urbanos”. En su cuenta de X, Correa ha negado que su política de diálogo con las pandillas haya devenido en la situación actual e incluso respaldó las medidas de Noboa para enfrentar la amenaza de las bandas criminales.

Muchos de esos pandilleros se sumaron a movimientos políticos correístas como Alianza País, de acuerdo con un reporte de la BBC. Incluso, un exmiembro de la pandilla Latin Kings, Ronny Aleaga, llegó a ser congresista nacional.  Correa seguía, tal vez ingenuamente, algo parecido al concepto del “buen salvaje” que, teniendo valores morales intrínsecos, es deformado por una sociedad injusta que los margina. La mayoría de los jóvenes ecuatorianos de entonces y de ahora, sin trabajo, educación, ni expectativas de desarrollo, eran, y siguen siendo, el vivero donde el crimen se alimenta. Correa dice en su defensa que no pueden compararse aquellas pandillas nacionales, con las actuales y organizaciones criminales del narcotráfico. Y es verdad, estas son más poderosas y peligrosas. Pero aquellos polvos trajeron estos lodos, junto a una desigualdad social que los nutre y la ambición criminal en que se desarrolla. Admítalo, señor expresidente, usted fue, cuando menos, el ingenuo causante de lo que sucede hoy en Ecuador.

Un nuevo presidente

Noboa, presidente ecuatoriano desde hace apenas dos meses, ha traído un nuevo talante a la lucha contra el crimen. Precipitado por los recientes y repetidos actos de guerra de los narcos contra el estado ecuatoriano, ha declarado lo que tantas veces declaró Lasso, pero ahora más en serio. En el decreto presidencial No. 111 reconoce que la incidencia del crimen organizado junto a la paulatina descomposición institucional ha sido el resultado de la ausencia de políticas públicas en pro de la seguridad ciudadana; y cataloga a 21 organizaciones agresoras de la seguridad ciudadana como organizaciones terroristas. La lucha abierta contra el narco en Ecuador ya tiene fundamentos legales para proceder y un nombre: guerra contra el terrorismo.

El presidente Noboa sigue los pasos de su homólogo Nayib Bukele, dice prudentemente que Ecuador no tiene que proceder igual que El Salvador, pero la guerra en serio contra las bandas criminales del narco recién comienza, y no sabemos a qué acciones deberá llegar el mandatario ecuatoriano en defensa de la población. Por lo pronto ya hay proyectos para dos megacárceles en el país, como construyó Bukele. Y ha pedido, recientemente ayuda internacional. Estados Unidos, la República Popular China y Argentina están entre los países que se la han brindado. ¿Ayudará Nayib Bukele a Ecuador? El presidente salvadoreño sufre de las acusaciones de varias organizaciones internacionales, como Amnistía Internacional y la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, que le han solicitado que termine con el estado de excepción y responda a las demandas presentadas. Nayib Bukele responde apelando a la soberanía salvadoreña y a su gran apoyo popular.

No es comprensible la actitud del presidente salvadoreño, quien acaba de responder a una supuesta amenaza de las maras de que agredirán a ciudadanos salvadoreños al azar. Bukele, iracundo, los retó a que se atrevan porque si lo hacen dejará sin comida a los presos de la megacárcel de Tecoluca. “Sin un grano de comida”, dijo. Y lo juró por Dios. Bukele les ha servido una ventajosa mesa a los criminales para que lleven a su Gobierno a una inescapable situación: ¿dejará morir de hambre a los miles de recluidos en su megacárcel?

Las guerras son siempre salvajes y peligrosas en muchos sentidos, no solo en el frente, sino en la retaguardia. Y Noboa deberá saber manejarla mejor que Bukele porque los disparos mortales no siempre son en el frente, sino a menudo desde la retaguardia.