Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista de The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion.
(CNN) – Elon Musk, que dedica gran parte de su tiempo a proyectos futuristas, dio el lunes un paso hacia la historia. Con su hijo en hombros, Musk visitó un sombrío monumento al pasado más oscuro de la humanidad: los restos del campo de exterminio de Auschwitz, donde los nazis mataron a 1,1 millón de personas durante la Segunda Guerra Mundial, casi un millón de ellas judías.
Musk, a quien muchos han acusado de promover el antisemitismo en su plataforma X, antes Twitter, acudió al monumento más importante en memoria de las víctimas del Holocausto, en sí mismo el cenit del odio industrializado, que acabó con la vida de 6 millones de judíos hace tan solo ocho décadas.
¿Por qué fue Musk a Auschwitz?
¿Fue una peregrinación de autorreflexión y expiación? A pesar del aumento del antisemitismo en todo el mundo, el viaje de Musk parece haber sido más un movimiento de relaciones públicas destinado a reparar su reputación e impulsar un negocio en declive.
Las agresiones, el vandalismo, el acoso e incluso los ataques físicos contra judíos habían ido en aumento durante meses, incluso antes del asalto de Hamas dentro de Israel el 7 de octubre y el posterior contraataque feroz de Israel dentro de Gaza.
Una vez iniciada la guerra, los judíos, independientemente de sus opiniones o conexiones con Israel, han sido blanco de ataques hasta un punto que nunca habían experimentado en Estados Unidos, un país que, en apariencia, parecía estar mayoritariamente libre del virus antisemita, quizá un refugio duradero para una minoría que ha sido perseguida en otros lugares durante miles de años.
Pero de repente el antisemitismo empezó a salir de las sombras en la extrema derecha y en la izquierda.
Al igual que en otras entidades en las que un recrudecimiento de la actividad antisemita empezó a aparecer en los titulares, Musk estaba llevando a cabo una acción performativa en Auschwitz. Era un esfuerzo por aparentar que actuaba sin hacer nada.
Después de su visita al campo de exterminio, Musk apareció en una conferencia sobre antisemitismo en la cercana Cracovia, en Polonia. Allí defendió su plataforma de redes sociales. X, dijo, tiene menos contenido antisemita que otras plataformas. No dio ninguna prueba para respaldar esa afirmación. Pero eso, al parecer, era irrelevante.
No hay nada en sus declaraciones que sugiera que vaya a hacer algo para solucionar el problema.
Nada sugiere que vaya a cambiar las directrices, ni siquiera que vaya a hacer cumplir las ya existentes. Un experimento reciente del Center for Countering Digital Hate (Centro para la lucha contra el odio digital), un grupo de control de Internet, descubrió que el 98% de los mensajes denunciados con contenido antisemita, islamófobo o antipalestino escandaloso no se modificaban. (X ha rechazado el trabajo del centro por considerarlo un intento de ahuyentar a los anunciantes y ha interpuesto una demanda contra él. El centro dice que la demanda es un intento de silenciar a la organización).
En el momento en que Musk compró Twitter, restableció las cuentas suspendidas y despidió al personal de moderación de contenidos. Desde entonces la plataforma estalló en discursos de odio, como han documentado organizaciones independientes de vigilancia de Internet. La invectiva verbal convergió con ataques en el mundo real contra los judíos, tal como los catalogó la Liga Antidifamación.
Las propias palabras de Musk amplificaron el auge de las teorías conspirativas antijudías. Cuando alguien publicó “Hitler tenía razón”, acusando a los judíos de “odio contra los blancos”, Musk publicó: “Has dicho la pura verdad”.
Más tarde se disculpó, calificando el comentario como el “más tonto” de su vida. Pero no fue su primer momento incendiario. Anteriormente, Musk había declarado que el financiero judío George Soros “odia a la humanidad”. Ted Deutch, director del Comité Judío Estadounidense, lo describió como “Los Protocolos de los Sabios de Sión para la era de Internet”. Los protocolos son uno de los textos de incitación antisemita más importantes de la historia.
A pesar de que Musk se disculpó por su apoyo al post “Hitler tenía razón”, los anunciantes huyeron de X. La estampida se aceleró después de que Media Matters dijera que los anuncios en X aparecían junto a posts pronazis y de sumpremacistas blancos. Cuando Apple, Disney e IBM dejaron de anunciar en la plataforma, Musk los acusó de intentar chantajearlo. X demandó a Media Matters.
A los anunciantes que se fueron por su contenido antisemita, les dijo: “que se j****”.
X iba en picada. Los ingresos por publicidad habían colapsado. Era el momento de tomar medidas.
Por desgracia, no hay señales de que nada vaya a cambiar en el antiguo Twitter, que se ha convertido en un bastión para los antisemitas de extrema derecha y gente como Tucker Carlson, que recientemente declaró en X que los judíos ricos están financiando un “genocidio blanco”.
Es más fácil presentarse en una conferencia o en un campo de concentración, o crear un comité, que hacer cambios reales.
Pensemos en la Universidad de Harvard.
La universidad saltó a los titulares a raíz de una cadena de acontecimientos de gran carga política. A la presidenta Claudine Gay le preguntaron en el Congreso si los llamamientos al genocidio contra los judíos infringían las normas de Harvard contra la intimidación y el acoso. Dijo que dependía del contexto y más tarde se disculpó. Pero después de que salieran a la luz acusaciones de plagio, la asediada administradora dimitió de su cargo.
Muchos estudiantes judíos dijeron que no querían que perdiera su puesto. Querían que Harvard se centrara en abordar el antisemitismo con la misma convicción con la que rechaza el racismo u otras formas de prejuicio. Eso no parece estar ocurriendo.
Varios estudiantes ya han presentado una demanda contra la escuela, describiéndola como un bastión de odio y acoso rampante y antijudío. Las pruebas son difíciles de pasar por alto.
Cuando Hamas atacó Israel el 7 de octubre, prendiendo fuego a familias enteras en sus casas, masacrando a más de 1.200 personas y secuestrando a cientos más en el peor ataque contra judíos desde el Holocausto, 31 grupos de estudiantes de Harvard respondieron ese mismo día, diciendo que consideraban a Israel “totalmente responsable” y culpando a Israel del pogromo incluso antes de que Israel iniciara su respuesta militar, mientras las llamas prendidas por Hamas aún humeaban.
Desde entonces, el personal y los estudiantes judíos han implorado ayuda a la universidad para que haga cumplir sus propias normas mientras soportan un acoso incesante. Un rabino de Harvard dijo que el antisemitismo está “prosperando” allí, y que después de 26 años en la universidad “nunca se ha sentido tan solo”.
La popular teoría de la “interseccionalidad” ha sido utilizada como arma contra los judíos, afirmando increíblemente que la minoría más perseguida de la historia forma parte de una clase opresora blanca. Esa opinión parece impregnar ahora los campus universitarios.
En todo el país, el 73% de los estudiantes judíos dicen que han visto o experimentado antisemitismo desde el comienzo del año escolar 2023-2024. Casi la mitad dicen que no se sienten seguros en el campus.
Bajo presión, el presidente interino de Harvard, Alan Garber, acaba de anunciar el nombramiento del hombre que copresidirá su nuevo grupo de trabajo sobre antisemitismo. (Se está creando otro grupo de trabajo sobre islamofobia).
Era el momento de encontrar un líder sin cargas polémicas. Uno que ayudara a calmar las desavenencias y que hiciera un verdadero esfuerzo por abordar el problema. En su lugar, Garber nombró a un hombre que hace poco declaró que el problema del antisemitismo en el campus se ha exagerado.
Derek Penslar dirige el Centro de Estudios Judíos de Harvard. Sean cuales sean sus cualificaciones académicas, es una pésima elección para este nuevo cargo. El principal problema no es que haya hecho algunas declaraciones sorprendentes sobre la “civilización judía” o que, como feroz crítico de Israel, haya utilizado el lenguaje de los enemigos de Israel para atacar al país.
El problema más grave del nombramiento de Penslar, que se describe a sí mismo como “de centro-izquierda”, es que no parece pensar que el problema que se le ha encomendado resolver sea terriblemente grave. En su opinión, los de fuera han “exagerado” el problema. Y le preocupa que prestar atención al antisemitismo esté ocultando las vulnerabilidades de los estudiantes propalestinos.
El expresidente de Harvard Larry Summers dijo que la universidad empeoró su problema de credibilidad al nombrar a Penslar.
La Liga Antidifamación (ADL) calificó el nombramiento de Penslar de “absolutamente inexcusable”.
Desde Musk, en la extrema derecha, hasta Harvard, en la izquierda, se está dando un pase a las fuerzas antisemitas. Gran parte de lo que estamos viendo son relaciones públicas, teatro, una pretensión de acción con poco ímpetu real para resolver lo que es sin duda un problema difícil, pero uno para el que pasos útiles, como la mejora de la moderación de contenidos en las redes sociales y líderes imparciales en el esfuerzo por desarraigar el antisemitismo, están a la vista.