(CNN) – Se suponía que sería un lugar seguro: una nueva vida para quienes buscan refugio de las turbulencias de la guerra.
Pero cuando decenas de miles de ucranianos huyeron a Israel tras la invasión rusa, no tenían idea de lo que les depararía el futuro.
Dado que a los hombres de entre 18 y 60 años se les prohibió salir de Ucrania, los refugiados eran en su mayoría mujeres, niños y ancianos. Entre ellos, cuatro adolescentes que llegaron solos a Israel para empezar una nueva vida tras el ataque de Moscú a su tierra natal el 24 de febrero de 2022.
Poco más de un año y medio después, estos jóvenes se vieron inmersos en otro conflicto, mientras estudiaban en un internado a sólo 12 kilómetros de Gaza.
“El día anterior había sido muy pacífico”, recordó Artem Karpin, de 18 años, sobre el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre. “Recuerdo que pensé que no había terminado mi tarea y me preguntaba cómo posponer mis deberes”.
Karpin vive y estudia en Kfar Silver, una aldea juvenil cerca de Ashkelon, cerca de donde los combatientes de Hamas se infiltraron en la frontera ese sábado por la mañana. Es uno de los cerca de 40 refugiados ucranianos que se inscribieron allí desde que Rusia invadió su país.
Dirigida por la organización benéfica educativa mundial World ORT, la “aldea” es en realidad un complejo en expansión para 1.090 niños de entornos difíciles, incluidos 250 internos.
Originario de la ciudad de Odesa, en el suroeste, Karpin había estado visitando a familiares en Israel cuando Rusia invadió Ucrania. Su padre no le dejó otra opción que quedarse ahí.
“Comencé a llorar cuando comprendí que no iba a regresar”, le dijo a CNN en Kfar Silver. “Me sentí traicionado. No pensé que fuera una decisión sabia dejarme aquí”.
A más 3.200 kilómetros de sus padres, Karpin, que entonces tenía 16 años, se matriculó en Kfar Silver, donde pronto comenzó a aprender el idioma, hacer amigos y establecerse. Eso fue hasta que su vida volvió a cambiar el 7 de octubre.
“Esa mañana todos corrimos desde los dormitorios hasta el refugio de la escuela”, dijo. “Estaba asustado pero no aterrorizado. Estaba tratando de ser racional y realmente me ayudó”.
Karpin era uno de los 63 alumnos presentes ese día, al igual que Michael Reider, de 18 años.
Originario de Kyiv, Reider llegó a Israel en marzo de 2022 tras un agotador viaje desde su tierra natal a Polonia, donde pasó una semana solo antes de volar.
En ese “Shabat negro” del 7 de octubre, dijo: “Me desperté y había muchas sirenas sonando y cohetes volando”.
“Ya había vivido una invasión y ahora ésta era la segunda. No sé cómo explicarlo; realmente no tenía miedo. Me sentí un poco enojado y como si tuviera energía para luchar”.
Los alumnos y el personal permanecieron en el refugio durante horas mientras un terror sin precedentes arrasaba a su alrededor.
Amos Gofer, quien sirvió en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) durante 25 años antes de convertirse en director ejecutivo de Kfar Silver, dijo a CNN: “Durante mi servicio militar pasé un tiempo en el Líbano, Gaza y los territorios ocupados. Vi algunas cosas, pero el 7 de octubre fue el día más difícil de mi vida profesional”.
“Estábamos aterrorizados. Sabíamos muy pronto que la situación era muy mala, que había muchos terroristas”.
“Miles de cohetes”
El viernes había finalizado una festividad religiosa de una semana, por lo que afortunadamente muy pocos alumnos estaban en la escuela, dijo Gofer. La mayoría de los estudiantes ucranianos, sin embargo, no tenían otro lugar donde estar.
“Estaba seguro de que los terroristas vendrían aquí para matarnos”, dijo Gofer, que guarda en su escritorio los restos de un cohete que explotó en el terreno de la escuela.
“Tenía a tres personas con pistolas personales, lo cual no era nada comparado con la munición pesada que tenían los terroristas”.
“No vimos helicópteros, ni policías, ni militares. Todavía no entiendo por qué tardó tanto”, dijo Gofer, refiriéndose a los informes generalizados del 7 de octubre de que el ejército y las fuerzas de seguridad tardaron horas en reaccionar ante las incursiones.
Gofer le dijo a CNN que “miles de cohetes” volaron sobre la aldea, mientras que se produjeron incendios en todas partes a su alrededor.
Sin respuesta a sus repetidas llamadas al ejército y a los servicios de emergencia, que estaban lidiando con ataques en curso en múltiples lugares, Gofer finalmente llamó al gerente de una compañía de autobuses que conocía.
“Me dijo que ninguno de los conductores de su autobús estaba dispuesto a venir… todos estaban aterrorizados”.
Dos conductores de la compañía de autobuses finalmente se ofrecieron como voluntarios para evacuar a los niños a otra aldea más al norte, añadió. “Me dijeron que si no salían de aquí en dos o tres minutos, se irían sin los estudiantes”.
Karpin recuerda: “Tuvimos algunos minutos para hacer las maletas y correr hacia los autobuses. Guardé lo más esencial y listo. En una o dos horas estábamos en Netanya”.
Cuatro días después, los padres de Karpin, desde Ucrania, insistieron en que abandonara Israel con otros familiares hacia Europa.
“Después de tres semanas comencé a sentir que quería regresar (a Israel)”, dijo sobre su estancia en Grecia y Alemania. “Extrañaba mis estudios y a mis amigos. Israel se estaba volviendo un poco más seguro, así que convencí a mi familia de que necesitaba regresar”.
“Tenía miedo”
Al igual que otros huéspedes extranjeros, María, de 17 años, que pidió no dar su apellido por razones de privacidad, se estaba quedando con una “familia anfitriona” cercana debido a la festividad religiosa cuando Hamas lanzó su ataque el 7 de octubre.
“A las seis de la mañana estábamos todos corriendo hacia el refugio y se oían las sirenas”, dijo.
Originarios de la ciudad de Járkiv, en el este de Ucrania, María y su hermano menor se habían mudado a la casa de su padre en Kyiv después de la invasión rusa. Finalmente, los dos hermanos abandonaron el país vía Moldavia y volaron a Israel.
“Cuando estalló la guerra en Ucrania fue como si la vida se desmoronara y esta vez fue muy similar, recordé muchas cosas”, dijo. “Tenía miedo, pero también pensé que si intentaba distanciarme lo más posible todo estaría bien”.
Permaneció con la familia, que vive en Ashkelon, durante varios días antes de dirigirse al norte para unirse a los evacuados, incluido su hermano. Allí permanecieron hasta el mes pasado cuando regresaron al colegio.
“Mi madre estaba preocupada por nosotros”, dijo, y agregó que su madre sugirió que regresaran a Ucrania.
“Me dije a mí misma que podía regresar, pero que volvería a la guerra y no podría saber si sería más seguro. Al mismo tiempo, no quería dejar Israel. Pensé ‘¿tengo que huir de nuevo para empezar vida otra vez?’”.
Después de largas discusiones familiares, los hermanos decidieron quedarse.
“En cierto modo prefiero estar aquí”, dijo María. “Solo deseo que mi familia se reúna nuevamente en paz”.
Su compatriota ucraniano Sviatoslave Kulyk, de 17 años, dijo a CNN que “no había tenido miedo en absoluto” de dejar a su familia para ir a Israel en 2022.
“Comprendí que era mejor vivir en un país sin guerra”, dijo.
Todo eso cambió cuando se despertó en la casa de su amigo en Ashkelon el 7 de octubre.
“Tuve recuerdos de Ucrania, especialmente cuando veíamos en la televisión lo que estaba sucediendo”, dijo Kulyk, quien le dijo a CNN que había visto a las fuerzas rusas entrar en su calle desde su casa en Kharkiv.
“Mi madre tenía mucho miedo de que estuviera en Ashkelon, pero estaba tratando de explicarle que tenía un refugio antiaéreo aquí”, dijo, añadiendo que los hogares ucranianos no están equipados con las llamadas habitaciones seguras. Todas las casas israelíes construidas después de 1993 deben tener un refugio de este tipo, diseñado para proteger a los residentes de los ataques con cohetes.
“Todos están en alerta máxima”
Ahora que la aldea está “95% operativa”, según Gofer, hay consejeros, trabajadores sociales y psicólogos disponibles para ayudar a los alumnos mientras navegan por las consecuencias mentales y emocionales de la guerra.
Kulyk dijo que se siente seguro pero admitió que “a veces me resulta muy difícil vivir en Israel”. Sin embargo, añadió: “No estoy seguro de volver a Ucrania. Mi principal objetivo es terminar la escuela ahora mismo”.
Inmediatamente después del ataque de Hamas, “cientos de terroristas quedaron atrapados en la zona”, dijo Gofer, quien dijo a CNN que alrededor de 35 alumnos de Kfar Silver tenían familiares que fueron asesinados o secuestrados.
Muchas familias y personal siguen evacuados de sus hogares, mientras que algunos profesores prestan servicio en las reservas de las FDI.
Los cohetes siguen volando, aunque con menos frecuencia, mientras que parte del personal, incluido Gofer, ahora tiene acceso a rifles de largo alcance.
“Todo el mundo está en alerta máxima”, dijo. “La gente no le teme a las sirenas, le teme a los terroristas”.
Y, sin embargo, la situación no ha afectado al optimismo y la determinación de estos cuatro jóvenes.
Tanto María como Kulyk están interesados en estudiar relaciones internacionales, algo para lo que seguramente están más calificados que la mayoría de los adolescentes.
Reider tiene otras ideas. “Cuando comenzó la guerra aquí había un relativo silencio en Ucrania y mi familia se sintió más segura”, dijo.
“Estaban muy preocupados (por mí) pero yo no quería volver. Soy judío e Israel es mi país. Si Israel me llama al ejército, iré”. Un periodo de servicio militar es obligatorio para la mayoría de los israelíes cuando cumplen 18 años.
Karpin planea estudiar ingeniería eléctrica en Israel.
“Quiero volver a casa una vez que tenga dos títulos universitarios para poder trabajar en la reconstrucción y mejora de la infraestructura ucraniana y hacer de mi país un lugar mejor y seguro”, dijo.