Nota del editor: Valerii Zaluzhnyi ha sido comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania desde 2021. Este artículo fue escrito antes del esperado anuncio de su despido. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Lee un análisis detallado en inglés de CNN de este artículo aquí y el ensayo completo aquí.
(CNN) – La Segunda Guerra Mundial llegó a su fin hace casi 80 años, pero su legado en la definición de la visión estratégica de la guerra persiste hasta el día de hoy.
Por más avances notables que haya habido en los campos de la aviación, la tecnología de los misiles y los recursos espaciales, por ejemplo, el concepto de victoria permanece sin cambios: destruir al enemigo y capturar o liberar territorio.
Y, sin embargo, cada guerra es única.
Y, en mi opinión, no hay mayor desafío al que se enfrenta el comandante militar que comprender —a su debido tiempo— cómo cada guerra tiene una forma diferente.
En primer lugar, por el progreso tecnológico, que determina el desarrollo de armas y equipos.
Y, en segundo lugar, por las condiciones políticas internas y externas y el entorno económico.
La victoria necesita una estrategia única y sigue una lógica única.
Ya es bien sabido que un factor central de esta guerra es el desarrollo de sistemas de armas no tripulados.
Están proliferando a un ritmo vertiginoso y el alcance de sus aplicaciones es cada vez más amplio.
Fundamentalmente, son estos sistemas no tripulados —como los drones— junto con otros tipos de armas avanzadas, los que proporcionan la mejor manera para que Ucrania evite verse arrastrada a una guerra posicional, donde no poseemos la ventaja.
Pero si bien el dominio de dichas tecnologías es clave, no es el único factor que influye en la estrategia actual.
Debemos lidiar con una reducción del apoyo militar de aliados clave, lidiando con sus propias tensiones políticas.
Las reservas de misiles, interceptores de defensa aérea y municiones de artillería de nuestros socios se están agotando debido a la intensidad de las hostilidades en Ucrania, pero también a la escasez mundial de cargas propulsoras.
Rusia, tomando nota de cómo los acontecimientos en Medio Oriente han distraído la atención internacional, podría intentar provocar más conflictos en otros lugares.
La debilidad del régimen de sanciones internacionales significa que Rusia, en asociación con algunos otros, todavía puede desplegar su complejo militar-industrial en pos de una guerra de desgaste contra nosotros.
Debemos reconocer la importante ventaja de la que disfruta el enemigo en la movilización de sus recursos humanos y cómo eso se compara con la incapacidad de las instituciones estatales en Ucrania para mejorar los niveles de personal de nuestras fuerzas armadas sin el uso de medidas impopulares.
Por último, seguimos paralizados por las imperfecciones del marco regulatorio de nuestro país, así como por la monopolización parcial de la industria de defensa. Esto conduce a cuellos de botella en la producción —de municiones, por ejemplo— que profundizan aún más la dependencia de Ucrania del suministro de los aliados.
Nuestra experiencia de combate, particularmente desde 2022, es única, pero en aras de la victoria, debemos encontrar constantemente nuevas formas y nuevas capacidades que nos ayuden a obtener una ventaja sobre el enemigo.
Quizás la prioridad número uno aquí sea el dominio de todo un arsenal de vehículos no tripulados (relativamente) baratos, modernos y altamente efectivos, junto a otros medios tecnológicos.
Estos medios ya permiten a los comandantes monitorear la situación en el campo de batalla en tiempo real, de día y de noche, y en todas las condiciones climáticas.
Pero no solo eso.
Proporcionan inteligencia en tiempo real, lo que permite ajustar el fuego las 24 horas del día, sin pausa, lo que nos brinda la capacidad de lanzar ataques de alta precisión contra objetivos enemigos en posiciones avanzadas y en profundidad.
En resumen, esto significa nada menos que un rediseño total de las operaciones en el campo de batalla y el abandono del pensamiento anticuado y estereotipado.
Las nuevas operaciones podrían incluir la creación de campos digitales, el control del entorno radioelectrónico o una operación combinada que utilice drones de ataque y activos cibernéticos.
Dichas operaciones serán coordinadas y realizadas bajo un solo concepto y plan.
Fundamentalmente, el objetivo no siempre será centrarse únicamente en el combate.
Podría buscar reducir las capacidades económicas del enemigo, aislarlo o desgastarlo.
Las operaciones de ataque pueden tener objetivos psicológicos.
Dicho esto, por el momento la prioridad sigue siendo mejorar la situación en el campo de batalla.
Y aquí la tecnología ostenta una superioridad indudable sobre la tradición.
El control remoto de estos activos significa que hay menos soldados en peligro, lo que reduce el nivel de pérdidas humanas.
Ofrece la oportunidad de reducir (aunque ciertamente no eliminar) la dependencia del material pesado en las misiones de combate y la conducción general de las hostilidades.
Y abre la posibilidad de infligir ataques masivos repentinos contra instalaciones de infraestructura críticas y centros de comunicaciones sin desplegar costosos misiles o aviones tripulados.
Con el tiempo se irán haciendo evidentes otras ventajas, aunque, por supuesto, el enemigo siempre estará buscando formas de defenderse de tales operaciones y de tomar o recuperar la iniciativa.
Por lo tanto, los sistemas de defensa también necesitan una mejora constante, al igual que las contramedidas dirigidas al uso de nueva tecnología por parte del enemigo.
No se puede subestimar el desafío que tienen por delante nuestras fuerzas armadas.
Se trata de crear un sistema estatal completamente nuevo de rearme tecnológico.
Teniendo todo en cuenta en este momento, creemos que la creación de dicho sistema podría lograrse en cinco meses.
Nuestros socios opinan lo mismo.
Este tiempo se dedicará a crear una estructura organizativa adecuada, cubrir y equipar puestos, brindar capacitación y apoyo, construir la infraestructura y la logística de apoyo y desarrollar un marco doctrinal.
En conclusión, en 2024 debemos centrar nuestros principales esfuerzos en tres áreas.
Crear un sistema para proporcionar a nuestras fuerzas armadas activos de alta tecnología.
Introducir una nueva filosofía de entrenamiento y guerra que tenga en cuenta las restricciones en los activos y cómo se pueden desplegar.
Y dominar nuevas capacidades de combate lo antes posible.
Ya poseemos capacidades para eliminar al enemigo y garantizar la existencia de un Estado.
Nuestro objetivo debe ser aprovechar el momento: maximizar nuestra acumulación de las últimas capacidades de combate, lo que nos permitirá comprometer menos recursos para infligir el máximo daño al enemigo, poner fin a la agresión y proteger a Ucrania de ella en el futuro.