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Kambia, Sierra Leona (CNN) – El cuerpo de Salamatu Jalloh yace sobre una estera de paja en el suelo de una pequeña habitación de color tierra. Tras la muerte de la niña de 13 años, la policía advirtió a los aldeanos que no la enterraran antes de que se realizara la autopsia. Pero cuatro días después, bajo un calor abrasador, el cadáver sigue aquí, envuelto en una tela azul y rosa, con un pie asomando por un extremo.

“Abran las ventanas”, dice un agente de policía con una mascarilla quirúrgica blanca al entrar en la habitación. El olor es asfixiante. Un enjambre de moscas zumba incesantemente sobre el rostro de la niña, perturbando su lugar de descanso temporal.

El corto camino de tierra que atraviesa el pueblo de Kabilor, en el distrito de Kambia, al noroeste de Sierra Leona, está prácticamente desierto. Los aldeanos observan solemnemente desde las escaleras de sus casas de adobe cómo la policía vuelve al lugar de los hechos, esta vez acompañada por CNN, el padre de la niña y una conocida activista, Rugiatu Turay.

“Ver su cuerpo en descomposición, con moscas por todas partes y el olor, me deja devastado”, dice el padre, Mohamed Jalloh, llorando desconsoladamente.

El cuerpo de Salamatu Jalloh, de 13 años. Crédito: CNN

La policía local informó a CNN que se cree que Jalloh murió a causa de una hemorragia excesiva en el Bondo bush, un lugar donde tiene lugar una iniciación secreta de semanas de duración y un rito de iniciación a la feminidad (y a la pertenencia a la Sociedad Bondo). En Sierra Leona, esta iniciación comienza con la mutilación genital (MGF) o ablación genital femenina.

Según los policías, la madre y la abuela de Jalloh la llevaron a la iniciación. Ahora están detenidas, junto con la Sowei, la mujer que dirige el ritual y realiza la cruda operación.

Su padre está furioso. “Nunca quise que mi hija pasara por Bondo. Me opongo a ello”, afirma. “Nunca me informaron al respecto. Lo hicieron por su cuenta. Lo único que me dijeron fue lo de su muerte y su cadáver”.

Cuando recibió la llamada sobre una niña muerta, CNN estaba reunida con Turay en su ciudad natal, a una hora al sur del lugar de los hechos. Turay es la fundadora de una organización que trabaja para acabar con la mutilación genital femenina en Sierra Leona, no solo denunciando sus perjuicios, sino reconociendo el valor del ritual y ofreciendo a la comunidad un rito de iniciación alternativo. Por ello, es bien conocida por los activistas locales contra la MGF, que la alertaron de otra trágica muerte.

“El cuerpo sin vida de Salamatu lleva aquí casi cinco días y a nadie le importa”, cuenta Turay a CNN con los ojos llenos de lágrimas. “Cada vez que oigo que alguien -una niña o una mujer- ha muerto a causa de la mutilación genital femenina, me siento tan desolada, tan rota. Tenemos que seguir hablando para salvar a otras”.

200 millones de niñas y mujeres de todo el mundo han sido sometidas a la MGF

CNNE 1579225 - ¿es posible acabar con la mutilacion genital de ninas?
La mujer que busca poner fin a la mutilación genital de niñas en Sierra Leona
04:17 - Fuente: CNN

La MGF consiste en la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos. Existen cifras divergentes entre los distintos organismos de la ONU (debido a la inconsistencia en la recopilación de datos en los países) sobre las tasas de prevalencia, pero el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Uncief) calcula que al menos 200 millones de niñas y mujeres de 31 países han sufrido alguno de los cuatro tipos de MGF. Se dice que esta práctica se da en todos los continentes, aunque es más frecuente en los Estados árabes y en África.

Aunque los resultados de la MGF dependen de muchos factores, desde la habilidad del practicante hasta los niveles de higiene del lugar donde se realiza y la salud general de la niña o mujer sometida al procedimiento, la ablación puede provocar una serie de complicaciones. Entre ellas: hemorragias graves, problemas para orinar, trastornos menstruales, infertilidad y parto prolongado que puede provocar la muerte del feto.

Sierra Leona tiene la séptima tasa más alta de mutilación genital femenina de África. Según la Unicef, casi una de cada diez niñas de 0 a 14 años ha sido sometida a la ablación (según informan sus madres), aunque la agencia advierte que “los datos sobre la prevalencia en niñas menores de 15 años son en realidad una subestimación del verdadero alcance de la práctica”, ya que las niñas siguen siendo vulnerables a la MGF hasta que alcanzan la edad tradicional, que en Sierra Leona es de 18 años. Además, la práctica se extiende a toda la sociedad sierraleonesa: la practican personas ricas y pobres, urbanas y rurales, de todos los grupos religiosos y niveles educativos.

Es imposible saber cuántas niñas y mujeres jóvenes, como Jalloh, mueren cada año en Sierra Leona tras someterse a la MGF, ya que la sociedad Bondo está envuelta en el secreto, y el silencio se mantiene a través de la superstición y el miedo. Un informe de 2017 sobre Bondo realizado por Forward, una destacada organización africana que trabaja para sensibilizar sobre la MGF, reveló que “incluso hablar de la Sociedad, creen las mujeres, las pone en riesgo de ‘maldiciones’ y ‘demonios’”.

Pasión que nace de la experiencia

Cada semana, Turay y su equipo del Amazonian Initiative Movement (AIM) reciben llamadas de activistas locales que forman parte de una red nacional llamada Foro contra las Prácticas Nocivas sobre presuntas muertes por MGF. Luego acuden al lugar de los hechos, en un intento de incitar a las fuerzas policiales a actuar. Según la experiencia de Turay, si no se monta un escándalo, la niña recibe un entierro apresurado, nunca se investiga la causa de la muerte, nunca se busca justicia, nunca se aprende la lección.

La pasión de Turay por acabar con la MGF nació de su experiencia personal. De niña, siempre le había gustado lo que conocía de Bondo: el canto, el baile y la celebración, pero recuerda que su madre le decía cosas como: “Nunca dejes que nadie te toque la vagina” y “El día que vayas a Bondo, sabrás lo que es Bondo”.

Ese día llegó cuando Turay tenía 11 años. Su madre había muerto poco antes y le pidieron que se reuniera con sus hermanas mayores en casa de una tía que vivía al otro lado de la ciudad. “Me dijeron ‘tu tía quiere verte y preparó comida’”, recuerda Turay. “Mientras íbamos, alguien me agarró por detrás y me desnudaron”.

Con la voz de su madre resonando en su cabeza, Turay dice que “opuso una fuerte resistencia”, pero le vendaron los ojos mientras varias personas la inmovilizaban. Turay cuenta la historia en fragmentos inconexos, como suelen hacer las personas que han sufrido sucesos traumáticos: “Entonces sentí el corte. Empecé a luchar y, cuando me desperté, vi a mis hermanas, las dos en el suelo, sangrando. Apenas dos días después, empecé a sangrar abundantemente. No pude caminar durante siete días porque perdí mucha sangre”.

Al final de los 14 días de iniciación, las niñas volvieron a la escuela. Como todas las que fueron iniciadas antes que ellas, se esperaba que mantuvieran en secreto la realidad de lo que ocurre en la Sociedad Bondo, pero Turay decidió contar a sus amigas lo que había sufrido. Además, preocupada por su herida, que se había inflamado, Turay también se lo contó a su padre. Pasó tres meses en el hospital recuperándose de la infección.

Todas las semanas, Turay y su equipo reciben mensajes de activistas locales sobre presuntas muertes por MGF. Crédito: CNN

No fue hasta 2000, dos años antes del final de la brutal guerra civil de Sierra Leona, cuando el deseo de Turay de revelar la verdad sobre la MGF empezó a tomar forma. Durante su estancia en un campo de refugiados de la vecina Guinea, conoció a otras supervivientes de la MGF y formó la AIM. Muchas de esas mujeres pidieron asilo más tarde y se trasladaron al extranjero, pero Turay se mantuvo firme en su decisión de regresar a Sierra Leona y pronto se dedicó a la política. En el punto más alto de su carrera política, en 2016, fue viceministra de Bienestar Social, Género y Asuntos de la Infancia.

“Fue a partir de mi experiencia que decidí hablar como superviviente para asegurarme de proteger a otras mujeres”, dice Turay. “Hay muchas niñas que mueren en silencio”.

Hoy trabaja a tiempo completo en AIM, con el apoyo de una plantilla de 20 personas, y su trabajo se financia con donaciones de dentro y fuera de Sierra Leona, incluida la ayuda del gobierno alemán.

Preservar la cultura, eliminar la ablación

Los activistas dicen que la prevalencia de la MGF en todo el mundo ha ido disminuyendo durante 25 años (aunque las cifras individuales pueden aumentar debido al rápido crecimiento de las poblaciones), pero en Sierra Leona, parte de la razón por la que la práctica se ha mantenido arraigada es debido al poder limitado que otorga a las mujeres iniciadas en una sociedad en la que, por lo demás, son en gran medida impotentes.

El informe Forward de 2017 sobre Bondo lo expresa de esta manera: “La iniciación en Bondo se considera necesaria para el progreso de las mujeres, en términos de su propia autoestima y valor para la comunidad. En una sociedad pobre en la que las niñas se enfrentan a tantas dificultades, Bondo es uno de los pocos momentos de sus vidas en que las niñas son celebradas y son el centro de atención”.

Las integrantes de la Sociedad Bondo celebran la salida de un grupo de nuevas iniciadas que concluyen su rito de iniciación en el interior del reservado Bondo.

Turay reconoce que, para muchas mujeres, la Sociedad Bondo es una cuestión de empoderamiento, y sabe por experiencia propia que dentro del Bondo las iniciadas aprenden lecciones de vida, como a cocinar y a cuidar de una familia.

Así que, para preservar lo especial de Bondo y abandonar lo nocivo, en 2016 decidió instaurar un rito de iniciación alternativo. “Todo el mundo ve Bondo como MGF, MGF como Bondo, y tienes gente que argumenta que si no se cortan, entonces no es Bondo”, dice Turay. “Así que nuestro trabajo es asegurarnos de que entienden que ambas cosas pueden desvincularse”.

El “Bondo sin sangre” dura 14 días, como la ceremonia tradicional (aunque no todas tienen esa duración). Siguiendo la tradición, el monte sigue siendo un lugar sagrado, donde las jóvenes se relacionan con sus compañeras y aprenden habilidades para la vida. Sin embargo, la alternativa de Turay solo se celebra durante las vacaciones escolares y solo pueden participar chicas mayores de 18 años, para garantizar su autonomía y responsabilidad.

Cinco años después de que empezara pidiendo a un grupo de Soweis que hicieran una declaración pública comprometiéndose a dejar de mutilar y a soltar las navajas, unas 200 jóvenes se han iniciado sin haber sido mutiladas.

Para muchas mujeres, Bondo es una cuestión de autoestima y de valor para la comunidad. Crédito: CNN

Por ahora, Turay y su equipo trabajan en siete de los 16 distritos de Sierra Leona, celebrando sesiones educativas en las aldeas, a menudo organizando debates, a veces proyectando un documental gráfico, porque “ver para creer”, dice Turay a CNN. Todo el mundo está invitado: los jefes supremos, que son los custodios de las costumbres locales y conceden licencias a las soweis; los padres, las madres, las niñas y las propias cortadoras.

Tradicionalmente, las Soweis han ejercido un poder político y cultural, pero a medida que Bondo se ha ido comercializando, y las familias se han endeudado para iniciar a sus hijas, el poder económico de las Soweis también ha crecido. Por eso es importante que AIM encuentre fuentes de ingresos alternativas para ellas.

Kadiatu Bangura se ganaba la vida como Sowei. “Era muy rápida”, cuenta a CNN, afirmando que podía cortar a 25 chicas en cuestión de minutos. Sin embargo, añade, “la hemorragia que vi que se producía nunca me dejó con la conciencia tranquila. ¿Cómo podía cortar a niñas y luego volver a casa y ver a mis propias hijas?”, se cuestiona, refiriéndose a su hija, que pidió que no la cortaran a los 12 años. En cambio, cuando la joven cumplió 18, participó en la iniciación alternativa de Turay en 2019, y su madre decidió dejar de cortar para siempre.

Ahora, Bangura dice que la organización de Turay ha proporcionado formación profesional a antiguas soweis de su aldea para que puedan encontrar nuevos empleos en agricultura, fabricación de jabón y costura. En otros pueblos, la organización de Turay ha construido escuelas y ayudado a las mujeres a crear asociaciones de ahorro.

Zainab Kamata (izq.) y su madre Kadiatu Bangura (der.), que lleva los pañuelos azul y amarillo de las soweis que ya no practican la ablación. Esto las diferencia de las blancas que llevan las cortadoras. Crédito: CNN

Hacer frente a las críticas

No todo el mundo está de acuerdo con los métodos de Turay ni con su mensaje.

“Que venga y se siente con nosotros a discutir cuál es la realidad”, dice Dorris Fambulleh, “pero si sigue por ahí diciendo lo que le da la gana, se llevará una decepción”.

Fambulleh, secretaria general del Consejo Sowei de la Región Sur, niega que se practique la MGF durante los rituales de iniciación. Dice a CNN que es Turay quien utiliza a Bondo en beneficio propio: “Toda su atención se centra en: ‘Quiero hacer negocios en la sociedad Bondo’”.

Turay refuta esto. “Estoy en esto por pasión”, afirma, y explica que muchas de sus actividades recientes las ha pagado con el dinero que recibió de un premio. (En 2020, Turay ganó el Premio de Derechos Humanos Theodor Haecker y recibió US$ 11.900, casi un cuarto de millón de leones).

Nassau Fofanah es una ex asesora presidencial sobre cuestiones de género que dice que fue iniciada a los 15 años. Dice a CNN que se niega a utilizar el término MGF, afirmando que no se siente “mutilada”.

“Del mismo modo que valoro tu experiencia de trauma… no deberías poder atacarme a mí ni a nadie si tenemos una experiencia diferente”, dice desde su oficina en la capital del país, Freetown.

Fofanah cree que la ablación debería estar prohibida para las menores, pero que a las mayores de 18 años se les debería permitir tomar su propia decisión. Ante esto, Turay argumenta que, incluso con 18 años, es difícil tener un consentimiento informado cuando la práctica es tan secreta, a lo que se suman las enormes presiones sociales que limitan las opciones de las jóvenes. Y añade: “Si tu experiencia fue buena, no puedes decir que la MGF es buena”.

"Escalaremos la montaña y todos estaremos en la cima para decir 'la MGF ha terminado'... y terminará. En nuestra generación", afirma Rugiatu Turay, activista contra la MGF. Crédito: CNN

El gobierno de Sierra Leona lleva décadas debatiendo la posibilidad de legislar contra la MGF.

Isatah Mahoi, la nueva ministra de Asuntos de Género e Infancia de Sierra Leona, afirma que este año debería presentarse una propuesta de enmienda a la Ley de Derechos del Niño, que prohibiría la ablación a las menores de 18 años, pero advierte que el cambio llevará tiempo. “Deseamos que llegue a su fin. (Pero) hay que preparar a las comunidades. No se va y se pone fin a una práctica en un solo día”.

Mientras tanto, Turay sigue muy motivada para seguir adelante por lo que ha conseguido hasta ahora. “Escalaremos la montaña y todos estaremos en la cima para decir ‘la mutilación genital femenina ha terminado’… en nuestra generación”, afirma. Pero la realidad es que la ablación en Sierra Leona también continúa, con consecuencias más trágicas.

El mismo día que CNN está con Turay en el distrito de Kambia, la mujer se entera de que en un pueblo situado a sólo una hora en auto, otra joven yace en una tumba recién cavada, supuestamente muerta durante una ceremonia de Bondo. Al llegar al lugar, la hermana de la víctima cuenta a Turay que Kadiatu Bangura, de 17 años, sangró tras ser cortada y que intentaron llevarla al hospital, pero murió por el camino. Pero el jefe de la aldea, también presente en el lugar del entierro, afirma que la muerte se produjo hace semanas.

De pie junto al montículo de tierra donde Bangura fue enterrada antes incluso de que se informara a la policía, Turay dice con rabia a CNN: “Los miembros de la comunidad siguen intentando ocultar la verdad”.

Puede que Turay no haya podido ayudar a esta joven en vida, pero tal vez pueda conseguir algo de justicia para ella en la muerte. Por recomendación de Turay, la policía ordenó posteriormente la exhumación del cadáver de la adolescente.