(CNN) – El qué se sabe, pero el cómo puede que nunca quede claro. El por qué es ya la pregunta más importante, después de la prematura muerte de Alexey Navalny. No sabemos si el Kremlin tuvo algo que ver en su muerte, pero ciertamente no cumplió con su deber de cuidar a su prisionero más famoso.
- Ahora puedes seguirnos en WhatsApp Channel
¿Por qué sucedió esto ahora? Sabemos que Putin puede ser tranquilo, pragmático y oportunista. Pero esta muerte llega en un momento inesperado para Rusia y el Kremlin. No pareciera que Putin necesitara a Navalny muerto ahora. La voz del disidente ya había sido silenciada. Lo habían reducido a un susurro desde el Círculo Polar Ártico, confinado a un régimen carcelario que en sí mismo podría haber demostrado ser una amenaza para la salud de un hombre que ya había sobrevivido a un cruel ataque con veneno en un avión en 2020.
Falta un mes para las elecciones presidenciales. Navalny no era candidato y nunca tuvo la oportunidad de serlo en el sistema cerrado de democracia administrada que Putin ha propugnado desde 2004. Fue el oponente más valiente y activo al que Putin se enfrentó en décadas. Sin embargo, su encarcelamiento en el correccional número 3, en la región autónoma de Yamalo-Nenets, sirvió hasta cierto punto como un recordatorio de lo que les sucede a quienes se enfrentan al Kremlin. Y con su muerte, Putin se encuentra en una posición más riesgosa.
A nivel mundial, la atención se ha desplazado del predominio y la recuperación de Rusia en su invasión ilegal de Ucrania al cruel silenciamiento incluso de las voces disidentes más silenciosas. La Conferencia de Seguridad de Munich, prevista la mañana de este viernes para ser una serie de ansiosas garantías de la vicepresidenta Kamala Harris sobre los recientes comentarios de Trump y el futuro de la OTAN, ahora recordará la amenaza real y presente que representa Putin a cualquiera que se le enfrente.
Le habla a un Kremlin que está lejos de estar relajado. Las circunstancias de la muerte de Navalny sólo se conocerán con el tiempo, y siempre —pareciera— a través de información proporcionada por el Kremlin. Como mínimo, no lograron mantenerlo con vida. Se suma a una larga lista de opositores del Kremlin que murieron antes de tiempo. Anna Politkovskaya, asesinada a tiros en el hueco de su escalera en 2006. Alexander Litvinenko, envenenado en Londres en 2006. Boris Berezovsky, un exconfidente encontrado muerto en su baño en 2013. Y, más recientemente, Yevgeny Prigozhin, exconfidente que murió con gran parte de su élite mercenaria de Wagner en un sospechoso accidente aéreo el año pasado.
Los críticos del Kremlin consideraban que la muerte de Prigozhin era hasta cierto punto inevitable. De hecho, fue el perdón mostrado por Putin, después de que el hombre que solía ser conocido como su “chef” encabezara una rebelión desafortunada y mal concebida en junio del año pasado, lo que parecía atípico. Convocó a Wagner al Kremlin y pareció simplemente dejar pasar su rebelión contra Moscú. Cuando el avión de Prigozhin y todo su equipo explotó en el cielo semanas después, la paciencia y la crueldad por las que Putin siempre había sido conocido volvieron a aparecer.
Pero el momento de la muerte de Prigozhin jugó a favor de Putin. Puede que haya aterrorizado a su élite, pero fue planeado y funcionó como un recordatorio básico de su duradero castigo a los traidores. Putin siempre ha reservado un desprecio especial y sobrenatural hacia los traidores. Aquellos que concluyeron que él estaba detrás de esto sólo habrían recordado su paciencia, astucia y resistencia.
La muerte de Navalny es un recordatorio de la paranoia de Putin. No parece ser capaz de tolerar el riesgo de tener vivo a su oponente más franco: es justo argumentar que las cárceles de Rusia fácilmente podrían haberlo mantenido seguro y saludable indefinidamente, si esa fuera su tarea encomendada. Y aunque no tenemos total claridad sobre su participación, pero no se trata de un Kremlin que no teme al futuro.
¿Presagia un cambio en la forma en que se libra la guerra en Ucrania? Eso no está claro, y Moscú por ahora está sintiendo la presión, aunque posiblemente se esté recuperando. ¿Altera esto la probabilidad de que Putin siga ocupando un puesto en el Kremlin? Para nada.
¿Habla de un hombre agobiado por la preocupación y que prefiere soportar la indignación mundial por la muerte de Navalny si con ello se eliminan los más mínimos riesgos posibles para su gobierno? Sí.
Y ese puede ser el legado duradero de la valentía y el sacrificio de Navalny. Que su muerte hable de un Putin más nervioso, aislado, paranoico y fuera de control de lo que su imagen pública proyectaba.