(CNN) – Personas de todo el mundo buscan comprar encantadoras casas antiguas en pueblos aislados de Italia. Todos tienen objetivos distintos, pero algo en común: buscan un retiro, un lugar al que escaparse y vivir una experiencia rural idílica.

El saxofonista de Chicago Joshua Shapiro, de 48 años, se embarcó en la búsqueda de la dolce vita como primer paso hacia un cambio de vida. Su objetivo a largo plazo es alejarse de Estados Unidos, donde cree que se está produciendo un amplio cambio político que le inquieta.

En 2022, compró un pequeño departamento abandonado en el pueblo de Latronico, en lo más profundo de la región meridional de Basilicata, por 22.000 euros (unos US$ 23.600), después de leer el artículo de CNN Travel sobre el ingenioso programa de viviendas lanzado para atraer inmigrantes y frenar la despoblación.

Por ahora, entra y sale mientras remodela su hogar. En el futuro, se imagina dando el gran salto y mudándose definitivamente.

“Estoy listo para el siguiente capítulo de mi vida. Ser saxofonista autónomo, principalmente de jazz y música comercial, no está exento de desafíos, y como el gusto y la demanda por lo que hago está disminuyendo notablemente [en Estados Unidos], podría tener mucha más demanda en Europa”, explica Shapiro a CNN Travel.

Para él, comprar una vivienda en ruinas en un lugar inusual de Italia también es una cuestión política.

“No me gusta la situación política en Estados Unidos: el giro a la derecha. Una enorme franja del electorado cree en otra versión de la democracia, y cómo todo esto pueda resultar es un gran problema”, afirma.

Shapiro tocó el saxofón en su primer viaje a Latronico. Crédito: MC Newman

Shapiro tocó el saxofón en su primer viaje a Latronico. Crédito: MC NewmanShapiro visitó Latronico en un viaje a Italia tras la pandemia: era la tercera vez que viajaba al país y la primera en 20 años. Llevó consigo su saxofón, que tocaba desde una casa que alquiló mientras se hacían obras en la que acababa de comprar. Los lugareños guardan gratos recuerdos de oír por la noche melodías de jazz en las sinuosas callejuelas.

Lo que le atrajo de Italia fue un “tenue vínculo” que quería revivir: su abuelo había estado destinado en Florencia durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero Latronico no es Florencia: está a cinco horas en coche de Roma y a tres del aeropuerto internacional más cercano, Bari. Shapiro admite que la lejanía “pesó mucho” en su viaje a este rincón virgen de Basilicata. Nunca esperó que estuviera en un lugar tan apartado, sin conexión directa por tren.

“Mi objetivo era echar un vistazo, ver qué era asequible y qué se ofrecía en cuanto a propiedades”. Con la ayuda del vicealcalde Vincenzo Castellano, que se ocupa del programa de vivienda, elegí la opción más sencilla para mí”, dice.

Vueltas y revueltas

Su departamento está en un segundo piso con entrada independiente. Crédito: Cortesía de Joshua Shapiro

Su departamento en el segundo piso, que tiene su propia escalera exterior y entrada independiente, tiene 74 metros cuadrados, dos dormitorios y un balcón panorámico. Necesitaba una reforma a fondo, en la que Shapiro se ha gastado hasta ahora unos 10.000 euros (unos US$ 10.730).

A pesar de la emoción de comprar una vivienda barata, la aventura en la que se embarcó tuvo una serie de giros inesperados.

Tuvo que poner ventanas nuevas, retejarla y parchear grietas en las paredes. También hubo que amueblarla; Shapiro dice que al principio fue “un lío” averiguar qué muebles se iban a incluir en la venta de la casa.

Shapiro recuerda los “choques culturales” iniciales por los extraños muebles que encontró en el interior.

Esperaba que la casa viniera con los muebles que aparecían en las fotos del anuncio, para tener una cosa menos de la que preocuparse al principio. Pero dice que “hubo una falta de comunicación o un malentendido sobre este tema” con los propietarios.

En Estados Unidos, dice, el contrato de compra habría estipulado qué muebles se incluían en el departamento, pero en Latronico nunca quedó claro.

Nunca quedó claro qué muebles le dejarían. Crédito: Cortesía de Joshua Shapiro

Así las cosas, le dejaron algunos muebles, pero “estaban gastados o no se podían utilizar”, así que al final tuvo que deshacerse de la mayoría.

No me esperaba algunas cosas que encontré, como la cama, tan vieja y decrépita”. Esto se convirtió en un tema polémico en su momento, pero resolvimos la situación de forma muy amistosa mientras aprendíamos valiosas lecciones por el camino”, afirma.

Muchas viviendas vacías que aparecen en el sitio web local donde los propietarios se reúnen con los compradores se venden o alquilan con muebles, pero lo que finalmente queda dentro suele negociarse entre las partes.

Tras una breve visita antes de comprar, Shapiro esperaba que la casa estuviera en mejor estado.

“Necesitaba un tejado nuevo, eso fue una gran sorpresa. La cocina estaba totalmente expuesta al cielo, tuve que añadir una bajante y había trastos dentro de la casa que hubo que tirar”.

Latronico está en una zona remota y virgen de Italia. Crédito: Gianniblues/Alamy Stock Photo

Shapiro también repintó y arregló algunas paredes, y aún quedaba trabajo por hacer para hacerla totalmente habitable.

“Hubo varias sorpresas y cosas que no esperaba, como tener que rehacer el baño, añadir un nuevo calentador de agua y arreglar un problema de humedad en el interior de un dormitorio.

“Me sorprendió un poco el trabajo que había que hacer, sobre todo por las suposiciones que hice sobre el estado de la casa por el simple hecho de que estaba habitada antes de comprarla. Más tarde descubrí que los antiguos ocupantes toleraban bastante las deficiencias del lugar”.

Una costumbre difícil

Shapiro fue recibido por el vicealcalde. Crédito: Cortesía de Joshua Shapiro

También hubo un encuentro extraño cuando fue por primera vez a echar un vistazo al interior de la casa que acababa de comprar.

Acompañado por Castellano, el vicealcalde, Shapiro cuenta que se sorprendió al ver que había inquilinos dentro: un grupo de monjas ancianas.

“Había tres monjas que vivían allí desde hacía tiempo; eran inquilinas de los antiguos propietarios. Cuando llegué, no me dejaron entrar, escandalizadas por la idea de que un tipo estadounidense pudiera pasearse por su casa”.

Por suerte, todo se solucionó. Las monjas, tranquilizadas por Castellano de que no se quedarían sin casa, acabaron marchándose. El ayuntamiento les dio un alojamiento alternativo.

A pesar de estos obstáculos iniciales, Shapiro dice que se enamoró enseguida del estilo de vida tranquilo y pausado de Latronico, lo contrario de lo que estaba acostumbrado en Estados Unidos.

“El pueblo es diminuto, situado en una remota zona montañosa. Yo vivo en una gran ciudad con millones de habitantes. Latronico es un lugar en el que puedo imaginarme siendo muy creativo, tocando, escribiendo música”, dice.

Dice que todo el mundo se ha “desvivido por ser amable” y acogedor, salvo “algunas miradas de reojo al forastero entre nosotros”, aunque cree que eso se debe sobre todo a la barrera del idioma. No saber italiano no ha sido fácil para él, dice.

Shapiro, como todos los demás compradores extranjeros de Latronico, está exento del pago de impuestos sobre bienes inmuebles y recogida de residuos durante cinco años, una medida introducida recientemente por el ayuntamiento para atraer a nuevos compradores del extranjero.

Y a pesar de los gastos de construcción imprevistos, está encantado de haber tenido la oportunidad de comprar una casa a un precio que considera una verdadera ganga. En Chicago, dice, un condominio cuesta US$ 200.000, más impuestos.