(CNN) – A través de sus enormes gafas de marco negro, Iris Apfel contempló el mundo durante más de un siglo con la confianza de una mujer que rechazaba las convenciones y marcaba su estilo propio.
Apfel murió el viernes a la edad de 102 años, según una publicación en su página verificada de Instagram. Murió en su casa en Palm Beach, Florida, dijo a The New York Times Stu Loeser, su portavoz.
A la influyente diseñadora de interiores le encantaban los accesorios gruesos, el jazz, el trabajo y aprovechaba cada oportunidad que se le presentaba —desde prestigiosas exposiciones de arte hasta portadas de revistas, una línea de cosméticos, un documental, un contrato de modelo y una muñeca Barbie hecha a su imagen—.
“Lo hago al máximo, me apasiona mucho lo que hago”, dijo Apfel a CNN en una entrevista en 2018. “Pongo mi corazón y mi alma (en las cosas) y eso me alimenta. Me esfuerzo hasta que no puedo más y luego vuelvo por más. Soy glotona para los castigos”.
Nacida como Iris Barrel en Queens, Nueva York, en 1921, era hija única de los padres judíos Samuel y Sadye Barrel.
Se describía a sí misma como una “compradora cinturón negro”, que hizo su primera compra a la edad de 11 años, cuando su madre le dio US$ 25 para un vestido para Pascua. Costó US$ 12,95. Los zapatos y un sombrero haciendo juego costaron unos US$ 8. El viaje en tren de ida y vuelta costó sólo US$ 0,10.
Eran los años de la depresión. Era una cazadora de gangas, una coleccionista, una acaparadora. En 2015, le dijo a Vanity Fair que todavía usaba el vestido que había usado en la primera cita con su difunto esposo, Carl Apfel, unos 68 años antes. Él murió en 2015, pocos días antes de cumplir 101 años. En ese momento, ella lo describió como “un hombre muy generoso y muy divertido”.
Se casaron en 1948 y a los pocos años fundaron Old World Weavers, una empresa que permitió a la pareja entregarse a su pasión por las telas y los viajes. Volaron entre continentes en busca de textiles antiguos para reservas de clientes que se expandieron constantemente hasta incluir a Estée Lauder, Greta Garbo y no menos de nueve presidentes de Estados Unidos.
“(Diseñar para la Casa Blanca) fue en realidad un trabajo relativamente fácil, porque todo tenía que ser lo más humano posible”, dijo Apfel a The Guardian en 2015.
Así fue hasta que Jackie Kennedy se mudó allí. “Contrató a un diseñador parisino muy famoso para adornar la casa y convertirla a un verdadero estilo francés, y la comunidad de diseño se volvió loca. Después de eso tuvimos que tirarlo todo y empezar de nuevo”, dijo Apfel.
Una influencia duradera
Apfel nunca se jubiló realmente (una vez dijo que la jubilación era “un destino peor que la muerte”), aunque su vida era algo más tranquila en 2005 cuando el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se acercó a ella para organizar una exposición de sus accesorios. En ese momento tenía poco más de 80 años y el curador Harold Koda había oído que tenía una de las mejores colecciones de bisutería de Estados Unidos.
Inicialmente, Koda pidió accesorios y joyas y luego cinco conjuntos completos, según escribió Apfel en su libro, “Accidental Icon: Musings from a Geriatric Scarlet”. Pero cuando Apfel, Koda y su personal del museo Met terminaron de explorar su guardarropa laberíntico, alacenas y cajas de almacenamiento, se fueron con 300 conjuntos y cientos de accesorios.
La exposición, “Rara Avis (Pájaro raro)#, fue la primera en la que el museo rindió homenaje a una mujer viva que no era diseñadora de moda. Fue un éxito y Apfel fue elogiada en todo el mundo como un ícono de estilo.
Eso hizo que su perfil público se disparara.
A sus 90 años, fue el rostro de una campaña publicitaria de Kate Spade, creó su propia línea de maquillaje con MAC Cosmetics y diseñó su propia gama de accesorios, ropa y muebles para Home Shopping Network.
Ya había aparecido en revistas de moda como Vogue Italia y Dazed & Confused cuando, en 2019, la prestigiosa agencia IMG le ofreció un contrato como modelo a sus 97 años, con lo que se unió a un círculo de modelos íconos como Karlie Kloss, Joan Smalls, Chrissy Teigen y Bella y Gigi Hadid.
Puede que tuviera su propia marca, pero a Apfel no le motivaban los nombres de los diseñadores. Era tan feliz hurgando en mercados de pulgas como en tiendas de lujo en busca de piezas inusuales para amontonar sobre su pequeño cuerpo.
Tenía 2,9 millones de seguidores en Instagram, pero expresaba desdén por las redes sociales.
“Es demasiado entrometido”, le dijo a CNN en 2018. “Me importa un carajo lo que comiste y no me importa con quién te acuestes… Es una enorme pérdida de tiempo”.
Una vez le pidieron a Apfel que definiera su actitud ante la vida en solo tres palabras. “Un sólo viaje”, dijo.
Luego añadió algunas más: “Más vale vivirlo”.
Rob Frehse de CNN contribuyó a este informe.