Nota del editor: Frida Ghitis, ex productora y corresponsal de CNN, es columnista de temas internacionales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista colaboradora de The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente de ella. Lee más opiniones en CNN.
(CNN) –– Sí, está sucediendo de nuevo. El expresidente Donald Trump ha vuelto a ser el centro de atención y estamos a punto de convertirnos en el blanco de su implacable campaña de desinformación, una acción que ha demostrado ser asombrosamente exitosa en la creación de una nueva realidad para una gran parte del electorado. Por eso Trump puede ser tan difícil de vencer.
El pasado 5 de marzo en la noche, cuando apareció en su resort Mar-a-Lago, para declarar la victoria en las primarias del supermartes, Trump desplegó un elaborado entramado de tergiversaciones, exageraciones y rotundas mentiras que nos sacudió a muchos, alertándonos a la realidad de lo que se nos avecina.
Su lúgubre visión de lo que es hoy Estados Unidos, tan disociada de la realidad, tiene como objetivo asustar a los votantes para que lo apoyen. Y su reminiscencia surrealista y brillante de sus días en la Casa Blanca busca convencer a los estadounidenses de que todo era maravilloso cuando él era presidente, ahora que los años pueden haber enturbiado nuestros recuerdos sobre lo peor de esos días llenos de angustia en la niebla de nuestra memoria.
La verificación profesional de los datos no funciona contra manipulaciones tan bien practicadas. Es imposible igualar su ritmo. Para cuando los profesionales sensatos sacan a relucir las verdades que Trump ha tratado de enterrar, millones de personas ya han escuchado sus tergiversaciones y las han aceptado, o al menos han absorbido la esencia del mensaje egocéntrico de Trump.
Repetidas regularmente ante un enjambre de micrófonos y cámaras, las mentiras cobran vida y la verdad se desvanece. Los hechos que se confirman después apenas hacen mella.
Ese es el pernicioso superpoder de Trump. Ha aplicado las habilidades de un vendedor ambulante de aceite de serpiente, convirtiéndola en la retórica agitadora de un demagogo. Un demagogo, según nos dice el diccionario Merriam-Webster, es “un líder que hace uso de los prejuicios populares, de las falsas afirmaciones y de las promesas para obtener el poder”. Es casi un retrato de Trump y su discurso en Mar-a-Lago (y de los discursos que bombardearán a los estadounidenses durante los próximos ocho meses).
Me pareció particularmente sorprendente, y un poco más que irritante, escuchar a Trump afirmar que debido a las políticas del presidente Joe Biden, “el mundo se está riendo de nosotros”. De hecho, fue de él de quien el mundo literalmente se rio cuando en 2018 aseguró en las Naciones Unidas en 2018 que en menos de dos años, su gobierno había logrado más que casi cualquier gobierno en la historia de Estados Unidos. La absurda afirmación generó carcajadas en la solemne sala.
Luego hubo un momento en que unas grabaciones de los líderes de la OTAN aparentemente los muestran burlándose del extraño comportamiento del presidente estadounidense. Esas fueron solo algunas de las muchas veces en las que Trump fue ridiculizado.
La importante posibilidad de que Trump vuelva a ser presidente ha dejado a los aliados de Estados Unidos preocupados e incrédulos mientras consideran lo que un segundo mandato de Trump le haría a la seguridad internacional, dada la admiración expresada por él hacia los dictadores y su desdén por la OTAN y otras alianzas.
Si Trump estaba sugiriendo que el mundo ha perdido el respeto por Estados Unidos gracias al Gobierno de Biden, lo entendió todo al revés. Las encuestas muestran que las opiniones sobre el liderazgo estadounidense se desplomaron durante su presidencia, en algunos casos a mínimos históricos, y se recuperaron con fuerza desde que Biden llegó al cargo.
Trump calificó a Biden como “el peor presidente en la historia de nuestro país”. Pero cuando se les pidió a los miembros de la Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas que clasificaran a los presidentes de Estados Unidos de mejor a peor, ¿adivinen quién fue el último? Trump terminó en el puesto 45 de 45, muy por debajo de Herbert Hoover y Jimmy Carter. (Biden fue 14º; Abraham Lincoln, el 1º). Había un motivo para ello. Pocos presidentes han exacerbado más las divisiones del país que él. Ninguno ha sido acusado, declarado responsable por jurados de fraude y abusos sexuales con sentencias de cientos de millones de dólares, y por haber promovido una acción para anular los resultados de una elección democrática. Pero los discursos de Trump tejen una fantasía que convierte la oscuridad en luz y el resplandor en sombras.
Al igual que los demagogos, Trump trató de describir nuestros tiempos como llenos de temor y peligro, al igual que lo hizo en 2017 durante su infame discurso de toma de posesión “La pesadilla estadounidense”.
En su relato, el país está en las garras del aumento de la delincuencia, gran parte de la cual, según él, es cometida por siniestros inmigrantes indocumentados que están “invadiendo” el país, quienes, tal como nos ha dicho, están “envenenando la sangre” de Estados Unidos, utilizando el lenguaje preferido de Adolf Hitler y los supremacistas blancos cuando buscan incitar a su base contra una minoría.
En realidad, los delitos violentos han disminuido rápidamente en los últimos tiempos, especialmente en las grandes ciudades. Los homicidios, las agresiones, las violaciones y los robos han disminuido. Pero eso no es lo que la mayoría de los estadounidenses creen, al menos en parte porque la propaganda política funciona. Esa imagen amenazante y distorsionada de la realidad ayudará a Trump, independientemente de las estadísticas.
De hecho, con Trump la delincuencia se disparó y las cifras del FBI mostraron un aumento de casi el 30% en los asesinatos entre 2019 y 2020, en los primeros días de la pandemia. Las agresiones, los robos y las violaciones también aumentaron.
Por supuesto que hay delitos, y algunos son cometidos por migrantes. Es de esperar que cada acto de violencia por parte de los migrantes, especialmente aquellos con nombres hispanos, reciba una atención desmesurada, que es utilizada como arma contra los demócratas.
Luego está la economía, otra área en la que Trump está manipulando al país para que se dude de la realidad, con cierto éxito.
“Tuvimos la mejor economía de la historia del mundo”, se jactó de su presidencia. Pero la economía se ha desempeñado aún mejor con Biden en casi todos los aspectos. En el mandato de Biden se han creado más de 14 millones de nuevos puestos de trabajo, un promedio de 400.000 al mes. Comparado con el promedio mensual de 176.000 durante el Gobierno de Trump antes de la pandemia. (Una pandemia, por cierto, que Trump manejó mal hasta el punto de que el país más rico de la Tierra se convirtió en uno de los más afectados del mundo).
La economía en general, el PIB, ha crecido más rápido con Biden que con Trump, incluso sin tomar en cuenta el desastre de la pandemia, con una tasa de desempleo que alcanzó su nivel más bajo en 50 años.
La inflación sigue siendo un problema, otra secuela de la pandemia, pero está cayendo rápidamente.
Trump mintió sobre haber logrado la “independencia energética” durante su mandato y pareció sugerir que la producción de petróleo de Estados Unidos está más débil debido a Biden. En realidad, Estados Unidos está produciendo más petróleo que nunca. De hecho, más petróleo del que ningún país ha producido jamás. Biden no está destruyendo la industria petrolera.
Cuando uno escucha las ominosas advertencias de Trump, es útil recordar su pronóstico de mercado. “Si Biden gana”, predijo con confianza durante la campaña de 2020, “va a haber un colapso del mercado de valores, como nunca ha habido”.
Luego, el mercado bursátil subió a récord tras récord, impulsado por una economía que ha desafiado los pronósticos de la recesión. Después de uno de esos récords, la campaña de Biden sacó a la luz el clip de Trump que predecía la ruina del mercado.
“Está bueno eso, Donald”, bromeó Biden en X.
Ese fue Biden y su campaña confrontando a Trump y sus seguidores con la verdad. Pero se enfrentan a un poder todopoderoso, el poder de las mentiras descaradas, desvergonzadas e incesantemente repetidas.
Es un desafío para Biden superar las tácticas muy practicadas de Trump: el Washington Post registró 30.573 mentiras y afirmaciones engañosas durante su presidencia. Es deber de los medios de comunicación cubrir la campaña de Trump sin engrandecer el impacto destructivo de sus interminables descargas de mentiras. No es tarea fácil.