Sasabe, Arizona (CNN) – El cerebro de Paul Nixon luchó con su corazón al ver a una mujer migrante embarazada acurrucada con su marido en un camino de tierra cerca de una brecha en el muro fronterizo rodeado por las desoladas colinas desérticas del sureste de Arizona.
Hacía frío a media tarde cuando la joven pareja mexicana esperaba para entregarse a los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU., y Nixon pensó que era poco probable que hubiera agentes en la remota carretera en las próximas horas.
Pero por su mente pasaron los riesgos que implicaba ofrecer ayuda. Llevar a la pareja a un lugar seguro sería un delito federal, y su grupo de voluntarios había sido advertido por los agentes de que la detención y la incautación de sus vehículos eran consecuencias potenciales.
Pero, al final, rescatar a una madre embarazada y vulnerable peso más que todo lo demás.
“La idea de dejarla a lo largo del muro era imposible”, declaró Nixon a CNN. Temía que la mujer pudiera ponerse de parto en cualquier momento.
Ayudó a los futuros padres a subir a un todoterreno y se dirigió a un campamento improvisado a varios kilómetros de distancia, donde los inmigrantes pueden encontrar agua y aperitivos mientras esperan a que los agentes de la Patrulla Fronteriza los transporten para tramitar su documentación.
Nixon y su esposa Laurel Grindy, dos profesores jubilados de unos 70 años, pertenecen a un grupo llamado Green Valley-Sahuarita Samaritans, que ayuda a los migrantes en apuros en lo que actualmente es el cruce más transitado de la frontera sur entre México y Estados Unidos, que —quizás sorprendentemente para algunos— se encuentra en Arizona, no en Texas.
Los agentes federales del Sector de la Patrulla Fronteriza de Tucson han detenido a unos 300.000 migrantes de octubre a febrero, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras.
Esto supone un 64% más que el número de inmigrantes detenidos en el sector de la Patrulla Fronteriza de Del Río, que incluye Eagle Pass (Texas), epicentro de la actual batalla por la seguridad fronteriza entre Texas y el Gobierno de Biden.
Al ritmo actual, las detenciones de inmigrantes en el sur de Arizona podrían alcanzar las 800.000 este año fiscal, según declaró a CNN John Modlin, jefe del Sector Tucson de la Patrulla Fronteriza. La asombrosa proyección de Modlin se acerca al número total de encuentros con migrantes en el sector durante los últimos tres años fiscales combinados.
En una reciente visita de CNN a este punto de cruce de migrantes, casi todas las personas con las que nos encontramos se habían visto afectadas por el flujo constante de personas que cruzan a zonas remotas del desierto montañoso, y luchaban por estar a la altura de sus ideales personales y profesionales de servicio, compasión y deber.
Acompañamos a Nixon y Grindy mientras subían y bajaban por la misma empinada carretera en la que habían encontrado a la mujer mexicana embarazada hacía más de un mes. Su todoterreno estaba lleno de agua, manzanas, naranjas, queso en tiras y huevos cocidos.
Según Grindy, los huevos son un manjar popular entre los inmigrantes que llevan días sin comer de verdad.
La primera parada fue el campamento improvisado de inmigrantes donde los agentes de la Patrulla Fronteriza recogieron a la pareja mexicana horas después de que Nixon hubiera tomado la arriesgada decisión, en una fracción de segundo, de transportarlos a un lugar seguro.
Pero cuando entraron al campamento, notaron un letrero colocado en la entrada que decía: “El transporte de no ciudadanos indocumentados es un delito federal de conformidad con 8 USC 1324”.
Según la ley, transportar o trasladar a sabiendas a una persona que ha entrado o está en Estados Unidos ilegalmente es un delito punible con penas de cárcel.
“No estamos traficando con nadie”, dijo Nixon. “Somos ancianos. No queremos pasar nuestros últimos días en la cárcel”.
Nixon pensaba en las mujeres, niños y enfermos vulnerables de todo el mundo a los que ha visto recorrer las empinadas colinas en chanclas o con calzado inadecuado, dijo.
Las señales fueron colocadas por el Sector de la Patrulla Fronteriza de Tucson para recordar a la comunidad que el transporte de migrantes es un delito grave según la ley federal, según un funcionario de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés). Es la manera de la Patrulla Fronteriza de instar a los voluntarios que trabajan en la zona para dejar el transporte de los migrantes a la aplicación de la ley, señaló el funcionario.
Nixon lleva ahora una carta, que compartió con CNN, del abogado del grupo de voluntarios en la que se afirma que no está infringiendo la ley al transportar a personas vulnerables y que, en cambio, está salvando vidas y mitigando el sufrimiento humano. No está claro si el documento tendría algún valor legal. Nixon afirma que la carta es una forma de expresar a las fuerzas del orden que cree que su comportamiento es legal porque está ayudando a las personas vulnerables.
‘Nuestro rancho podría arder en llamas’
Con la mano en el volante, Nixon señaló la parte del muro fronterizo frente al campamento y dijo que los voluntarios llamaban a la zona “La Pequeña Habana”, porque grupos de cubanos cruzaron en algún momento y se les quedó el nombre.
Pero la propiedad donde está ubicado el campamento se llama técnicamente “Rancho Tres Bellotas” y pertenece a la ganadera Lori Lindsay.
Lindsay es descendiente de inmigrantes italianos y simpatiza con los migrantes que han bordeado el muro fronterizo y acaban en el campamento en busca de un respiro.
En las noches frías, cuando la temperatura desciende hasta los 20 grados, las lonas de plástico y las tiendas de campaña de su terreno son lo único que protege a mujeres y niños de los implacables condiciones.
Pero le preocupa la propagación de enfermedades porque no hay baños ni agua corriente. Y la pesadilla es aún peor: que su generosidad pueda costarle todo.
Los migrantes que intentan mantener el calor han empezado a hacer hogueras en el campamento, incluso bajo los mezquites, y teme que pueda propagarse un incendio forestal, sobre todo teniendo en cuenta la actual sequía y las condiciones secas del desierto.
“No es solo nuestro rancho el que podría arder en llamas, todo el Bosque (Nacional) Coronado podría arder en llamas”, dijo Lindsay a CNN.
“Este es nuestro medio de vida… Otras personas se marchan. Este es nuestro hogar”.
‘Lo que no me deja dormir’
El rancho ganadero de Lindsay y la carretera fronteriza que recorren voluntarios como Nixon están bajo la atenta mirada de la Patrulla Fronteriza, la agencia federal encargada de hacer cumplir la ley que se encarga de detectar y prevenir la entrada ilegal de personas en Estados Unidos.
Un día de la semana pasada, nos unimos a Brett Howard, piloto de helicóptero y agente de interdicción aérea de Operaciones Aéreas y Marinas, una rama de Aduanas y Protección Fronteriza, en una patrulla en helicóptero de la frontera.
Miró al horizonte y dijo que en sus 20 años en la agencia había interceptado migrantes o drogas en cada kilómetro cuadrado hasta donde alcanzaba la vista. Los picos irregulares, salpicados de cactus saguaro, se elevan sobre profundos valles cubiertos de amapolas de color amarillo brillante.
Varias generaciones de muros fronterizos atraviesan el área, con barreras más antiguas mezclándose con la vegetación y estructuras más nuevas que se elevan hacia el cielo como la columna vertebral de una bestia gigante que descansa sobre las escarpadas montañas.
Las organizaciones de contrabando cruzan miles de migrantes en algunas de las zonas más remotas del lado este de Arizona, donde Nixon y Grindy trabajan como voluntarios, mientras que estos mismos grupos trafican con narcóticos y tipos malos en el lado oeste, según Modlin, del Sector de la Patrulla Fronteriza de Tucson.
La estrategia de los contrabandistas empantana a los agentes de Modlin en el lado este, en lo que él llama una “misión humanitaria”, mientras el equipo baja la guardia en el lado oeste.
Desde octubre, el equipo de Modlin ha detectado 30.000 “gottaways”, es decir, personas que han entrado ilegalmente en el país pero que no han sido detenidas por falta de personal y recursos, explica.
“Eso es absolutamente lo que me quita el sueño”, dijo Modlin. Advierte de que los “gottaways” pueden tener antecedentes penales, traficar con estupefacientes o tener malas intenciones hacia Estados Unidos.
Howard sobrevoló los gigantescos picos de las montañas Baboquivari y señaló los senderos de contrabando que se enroscan alrededor de colosales rocas. Desde el aire, la escena parece una sentencia de muerte para cualquiera que carezca de la formación y el equipo adecuados.
“Lo que me deja atónito es hasta qué punto llegan los migrantes y los contrabandistas… para no ser detectados”, declaró Howard a CNN.